|
7:00 am 7:30 a 11:50 am 12:00 m 12:40 pm a 6:15 pm 6:30 pm 6:40pm a 9:00pm | Santa Misa Imposición Ceniza Santa Misa Imposición Ceniza Santa Misa Imposición Ceniza |
La imposición de la ceniza marca dentro del calendario litúrgico el inicio de la Cuaresma, un tiempo de preparación espiritual para todo cristiano que quiera vivir dignamente el misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesús. Un tiempo en el que la palabra “conviértete” resuena como un imperativo en la mente de los fieles.
La Cuaresma es un tiempo que invita a reflexionar acerca del deber de la conversión; nos recuerda la efímera fragilidad de la vida humana, eleva nuestras mentes a la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios, principio y fin de nuestra existencia. Cuarenta días de oración, penitencia y ayuno para convertir el corazón.
El llamado a la conversión es, en efecto, un volver a Dios, valorando las realidades terrenales en su justa medida, con una conciencia cada vez más clara del hecho de que estamos de paso por esta tierra.
SIGNIFICADO SIMBÓLICO DE LA CENIZA
La palabra ceniza viene del latín “cinis”, es el residuo producto de la combustión de algo. Representa la conciencia de la nada, de la muerte, de la caducidad del ser humano. Bien nos recuerda el libro del Génesis nuestro origen: entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo. Y nuestro fin: con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás
Igualmente la ceniza tiene sentido de humildad, penitencia, sufrimiento, luto, dolor y arrepentimiento. Los ninivitas creyeron en Dios: ordenaron un ayuno y se vistieron de sayal desde el mayor al menor. La palabra llegó hasta el rey de Nínive, que se levantó de su trono, se quitó su manto, se cubrió de sayal y se sentó en la ceniza
El gesto simbólico de la imposición de la ceniza es el inicio del camino cuaresmal, un camino que invita a la conversión, a quemar y destruir en nosotros el hombre viejo para dar lugar al hombre nuevo, que se renueva continuamente en Cristo. Despójense del hombre viejo con sus obras, y revístanse del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador. De ahí que, al acercarnos a recibir la ceniza, debemos tener una actitud de querer mejorar consigo mismo, con Dios y con los demás.
Por tanto, la imposición de la ceniza no se debe considerar como algo negativo, como símbolo de muerte, sino como un motivo de esperanza y superación. La ceniza que cae sobre nuestra cabeza también se convierte para cada uno en una pregunta: ¿a quién estoy buscando con mi vida?, ¿estoy dispuesto a purificar mi corazón y de qué manera?
La imposición de la ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo. Nos enseña que todo lo material queda en este mundo y sólo llevamos a la eternidad a la eternidad el bien que hayamos hecho. Nos lo recuerda el mismo San Juan de la Cruz cuando dice que en el atardecer de la vida nos examinarán en el amor.
La ceniza no es un rito mágico que quita nuestros pecados. Para ello tenemos el sacramento de la reconciliación. Es un signo de arrepentimiento, de penitencia, pero sobre todo, de conversión. Es el inicio del camino de la cuaresma, un tiempo de reflexión de nuestra vida, de entender a dónde vamos, de analizar cómo es nuestro comportamiento con nuestra familia, con las personas y ambientes que nos rodean.
Este tiempo litúrgico de la Cuaresma recuerda que la existencia cristiana es un combate sin tregua, donde se usan las armas de la oración, del ayuno y la penitencia. Luchar contra el mal, contra cualquier forma de egoísmo y odio(..) es el itinerario ascético que todo discípulo de Jesús está llamado a sostener (Benedicto XVI).
· Ayuno. No se trata de una disciplina puramente externa, entendida como el acto de abstenerse voluntariamente de ingerir alimentos. El ayuno ha de ser un camino no de lucha contra nosotros mismos, sino contra los enemigos del alma. El ayuno quita desmesura y desorden a los instintos, y nos ayuda a ver a quién le damos el dominio de nuestra vida: si a Dios o a Satanás.
· Oración. Al igual que el ayuno, orar nos ayuda a estar más cerca de Dios para poder lograr una verdadera conversión.
· Limosna. Es la práctica de dar al hermano de los mismos bienes que Dios nos ha dado, no para buscar alabanza y reconocimiento, sino por amor a Dios.
MENÚ CUARESMAL
Recetas al alcance de todas y todos.
En la cocina se preparan para ofrecer el menú cuaresmal. Tienen listo el cuchillo, para cortar vicios y el colador de purificar intenciones; también, el abrelatas para abrir el corazón.
El Chef recomienda:
- Caldo de atención a los tristes y ensalada de detalles de cariño.
- Puré de zanahoria para ver con buenos ojos a los demás.
- Pan abundante para compartir con el necesitado.
- Vino de alegría para convidar a los abatidos y desanimados.
Como plato fuerte:
- Exquisita caridad para con el prójimo.
- Abstenerse de consumir altas grasas de egoísmo.
Carta de los postres:
- Perita en dulce, para ser buena persona.
- Yogurt de fruta para repartir gestos de perdón, y ¡repetirlos!
- Naranja dulce para abrazar a todos y amarlos de verdad.
- Abstenerse de tomar postres helados, que congelen el afecto.
La cuaresma: un camino de alegría [Mt 4,1-11]
Antes de la escucha de la Palabra de Dios, antes de las ofrendas, antes de la comunión, la misa tiene un comienzo humilde: recordarnos que somos pecadores. No es una humillación que te aplasta, sino que es la que te permite recomenzar. La liturgia de cuaresma comienza con una afirmación impopular, que es quizás la que nos ha colgado a los cristianos el sambenito de tener una fe oscurantista.
La afirmación es que necesitamos convertirnos porque somos indigentes. El salmo responsorial del primer domingo de cuaresma dice precisamente: “reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado” (Sal 50). Y sin embargo si el pecado (y todos nuestros fracasos y limitaciones) tuviese la palabra última y fatal, eso sería lo triste.
Ser pecadores es una realidad patente. El cristiano le pone nombre, lo reconoce, y le ofrece una solución, pero el pecado no es invención del Cristianismo. Pensemos en la generosa gama de corrupciones, inmoralidades, violaciones, robos, homicidios, injusticias, depravaciones… Pensemos en todos esos sucesos que llenan hoy día las páginas luctuosas. Estas cosas son pecado, pero no existen porque los cristianos las cataloguemos como tales, sino justamente al revés: porque se dan, por eso las llamamos pecado y las ponemos un nombre.
No obstante, si sólo llegásemos a denominar nuestro fracaso, nuestros fallidos intentos de ser felices sin ofender, sin manchar, sin machacar, el Cristianismo sería cruel por advertirnos anticipadamente de un mal que no tiene cura, de algo que realmente no tiene solución. Pero este es precisamente el núcleo del acontecimiento cristiano: que la salvación, la felicidad, la superación de todo pecado, de todo fracaso y de toda muerte se llama Jesucristo.
En este año de la misericordia, el salmo 50 continúa resonando: “Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión, borra mi culpa…Crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme… devuélveme la alegría de tu salvación”. Efectivamente, el mensaje de la cuaresma no es la condena, sino precisamente la más grande misericordia y la más inmerecida de las amnistías.
Comienza la cuaresma. Es el desierto de todas nuestras tentaciones en donde se nos salva de la soledad librándonos de nuestras culpas y pecados. Comienza un tiempo de penitencia, de ayuno y de oración, para prepararnos a la acogida renovada de la Luz pascual que viene a iluminar todas nuestras oscuridades, la acogida de la salvación del Hijo de Dios en cuyas heridas todas las nuestras han sido curadas, la acogida de la victoria del Resucitado que viene a triunfar sobre todas nuestras muertes. De ahí que la cuaresma es camino de alegría.
Cuaresma es el tiempo litúrgico que recuerda los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto. Es un tiempo de reconciliación.
Origen y significado de la cuaresma
La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo. Dura 40 días, comienza el miércoles de Ceniza y termina el Jueves Santo.
En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras de caridad. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo.
El pecado nos aleja de Dios, rompe nuestra relación con Él, por eso debemos luchar contra él pecado y esto sólo se logra a través de la conversión interna de mente y corazón, de un cambio en nuestra vida, en nuestra conducta y comportamiento, buscando el arrepentimiento por nuestras faltas y volviendo a Dios que es la verdadera razón de nuestro existir.
La Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. Es un camino hacia la Pascua, que es la fiesta más importante de la Iglesia por ser la resurrección de Cristo, el fundamento y verdad culminante de nuestra fe. Es la buena noticia que tenemos que difundir.
Es un momento precioso para conocer y acercarnos con amor a la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.
La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.
En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades.
El ayuno y la abstinencia en la Cuaresma
El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día. La abstinencia consiste en no comer carne. Son días de abstinencia y ayuno el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.La abstinencia obliga a partir de los catorce años y el ayuno de los dieciocho hasta los cincuenta y nueve años de edad. Con estos sacrificios, se trata de que todo nuestro ser (alma y cuerpo) participe en un acto donde reconozca la necesidad de hacer obras con las que reparemos el daño ocasionado con nuestros pecados y para el bien de la Iglesia.
CÓMO VIVIR LA CUARESMA
1. Arrepintiéndome de mis pecados
Pensar en qué he ofendido a Dios, Nuestro Señor, si me duele haberlo ofendido, si realmente estoy arrepentido. Este es un muy buen momento del año para llevar a cabo la confesión, revisando los mandamientos de Dios y de la Iglesia.
2. Luchando por cambiar
Analiza tu conducta para conocer en qué estás fallando. Hazte propósitos para cumplir día a día y revisa en la noche si lo lograste. Recuerda no ponerte demasiados porque te va a ser muy difícil cumplirlos todos. Hay que subir las escaleras de un escalón en un escalón, no se puede subir toda de un salto. Conoce cuál es tu defecto dominante y haz un plan para luchar contra éste. Tu plan debe ser realista, práctico y concreto para poderlo cumplir.
3. Haciendo sacrificios
La palabra sacrificio viene del latín sacrum-facere, que significa “hacer sagrado”. Entonces, hacer un sacrificio es hacer una cosa sagrada, es decir, ofrecerla a Dios por amor. Hacer sacrificio es ofrecer a Dios, porque lo amas, cosas que te cuestan trabajo. Si todo se lo ofrecemos a Dios por amor, estamos haciendo sacrificio.
4. Haciendo oración
Aprovecha estos días para orar, para platicar con Dios, para decirle que lo quieres y que quieres estar con Él. Te puedes ayudar de un buen libro de meditación para Cuaresma. Puedes leer en la Biblia los pasajes de la Pasión de Nuestro Señor.