Los anteojos de Dios:
“Un hombre de negocios va rumbo
al cielo. No iba muy tranquilo, pues era usurero. Llegó al cielo. No vio a
nadie así que entró, pasó de sala en sala y llegó al despacho de Dios.
Sobre el escritorio había unos anteojos. No pudo resistir y al ponérselos le
dio vértigo. ¡Qué claro se veía todo! Los intereses de las personas, las
intenciones etc. Entonces se le ocurrió mirar lo que estaba haciendo su socio. Y vio que estaba estafando a
una viuda con un crédito bochornoso que terminaría de hundirla en la miseria
para siempre.
Al ver aquello, su alma sintió un deseo de justicia Buscó
bajo la mesa el banquito de Dios y lo lanzó a la Tierra. Con tan buena
puntería, que le pegó un gran golpe a su socio, tumbándolo allí mismo. En esto,
todo el cielo se llenó de algarabía. Dios volvía del paseo con sus ángeles.
Sobresaltado el hombre, dejó
los anteojos y trató de esconderse. Pero ya Dios le estaba mirando con el mismo
amor de siempre. El hombre trató de disculparse. Pero Dios le preguntó: ¿Qué
has hecho con el banquito que había aquí? -Bueno, yo entré, vi los anteojos y
me los puse. -Está bien, eso no es pecado. Yo quisiera que todos miraran el
mundo como lo miro yo.
Pero ¿Qué pasó con mi
banquito donde apoyo los pies? El hombre le contó lo que había visto y lo que
había hecho. -Ahí te equivocaste, le dijo Dios. Te pusiste mis anteojos, pero
te faltaba tener mi corazón. Imagínate si yo tiro un banquito cada vez que veo
una injusticia, en la tierra no alcanzarían todos los árboles del mundo entero.
Y todos los seres humanos estarían llenos de chichones.”
Llevándole la contraria a Dios
Un discípulo preguntó a su
instructor: – Maestro, quiero saber lo que más le sorprende de los seres
humanos. Su maestro contestó: – Siempre piensan lo contrario. Y sigue el
maestro: – Tienen prisa por crecer, y después suspiran por la infancia perdida.
– Pierden la salud para tener dinero y después gastan el dinero para tener
salud. – Piensan tan ansiosamente en el futuro que descuidan el presente, y
así, no viven ni el presente ni el futuro. – Viven como si no fueran a
morir nunca y mueren como si no hubiesen vivido.
La conquista del Oeste [¿Y nosotros? ¿Qué pasaje compramos?]
Cuando se conquistó el Oeste,
la gente viajaba en diligencia. Lo que, tal vez, no sabemos es que había tres
clases de viajeros: viajeros de primera, de segunda y de tercera. Los viajeros
de primera, pasara lo que pasara, permanecían sentados durante todo el viaje.
Los viajeros de segunda, cuando surgía un problema, tenían que bajarse hasta
que el problema se resolvía. No tenían que mancharse las manos, simplemente
miraban.
Los viajeros de tercera tenían
que salir de la diligencia, empujar, arreglar la rueda rota o solucionar cualquier
otra avería.
Mañana,
el día que nunca llega: [Te seguiré, Señor, pero…]
Lo
dice el refrán: "no dejes para
mañana, lo que puedes hacer hoy”. “Mañana
es el día que nunca llega", cuando se nos exige. Dejamos “para mañana”
la llamada o visita a un familiar o un amigo enfermo, el pago de deudas, el
tratamiento médico, etc. Sin embargo, hay cosas que hay que hacerlas ya:
conversión, salvación, vida eterna.
Ante Jesús toca ser decididos y empezar de una: "El que echa mano al arado y sigue
mirando atrás no vale para el Reino de Dios". Edith, por mirar atrás,
se convirtió en estatua de sal… Hernán Cortés, en el puerto de Veracruz, quemó
las barcas para que nadie se devolviera. El nostálgico y pesaroso siempre mira
hacia atrás.
El
esposo, dice a la esposa: “Los fríjoles
que preparaba mi mamá eran mejores a los que tú preparas…”.
En
cambio, el que sigue al Señor, va lleno de esperanza, sin vacilaciones ni
nostalgias y fija su mirada en la meta que le espera… [En competencias caninas, el perro que gana es el que no quita su mirada
de la liebre].
Decisión y claridad en el seguimiento
Están hablando Pedro y Jesús de cosas elementales de la vida. Y Pedro,
queriendo saber más que los demás, le pregunta a Jesús: maestro, ¿de dónde
vienes? Y Jesús responde: “Yo vengo
de dónde vengo”. Y Pedro vuelve a preguntarle: ¿Maestro, y para dónde
vas? Y Jesús le contesta. “Yo voy para
donde voy”. Entonces, viendo Jesús que Pedro no le preguntó más, le
pregunta a Pedro:
¿Y tú, Pedrito, ¿Por qué me sigues? A lo que Pedro responde
sin pensarlo dos veces: ¡Pues…Por lo bien que explicas!
El
agricultor y el turista: [Jesús
habló claro. Somos nosotros los que no entendemos].
Un agricultor y su hijo están en el campo y
aparece un turista inglés. El turista británico dice: “Do you speak english?”.
El agricultor responde: “No he entendido nada”. El turista insiste: “Parléz
vous français?” El agricultor contesta: “No sé qué dice”. El inglés prosigue: “Parla
italiano?” De nuevo el labrador: “Sigo sin comprender nada”. Se va el inglés y
le dice el hijo al papá: “Qué suerte tiene ese hombre que habla tantos idiomas”.
El papá le contesta: “Bah, de qué le sirve si no se le entiende nada”!.
La tintorería del
sabio [Caprichos para seguir al Señor]
Un sabio atendía su tintorería,
entró un cliente y le dijo: — Como tú
eres un hombre sabio, ¿Podrías teñirme este vestido? — Claro, y ¿De qué color lo quieres? — Ah,
que no sea ni rojo, ni verde, ni blanco, ni negro, ni amarillo, ni lila. Bien.
¿Me entiendes?, no quiero ningún color conocido, pero fuera de esto, nada
especial. ¿Me lo puedes hacer? — ¡Claro
que sí, hombre! Entonces, pasa a recogerlo cuando quieras, pero que no sea ni
lunes, ni martes, ni miércoles, ni jueves, ni viernes. ¡Ah! Sábado y Domingo
está cerrado. Fuera de esto, pasa cuando quieras.
Caminos
cómodos, destino equivocado: [Jesús
sube a Jerusalén, y le espera la Cruz]
En un invierno, un hombre iba sentado en el
mismo vagón del tren que yo iba. En cada estación se ponía de pie y miraba
fuera de la ventanilla con ansiedad. Luego se sentaba y comenzaba a refunfuñar,
pronunciando en voz alta el nombre de la estación que acababa de pasar.
Después de cuatro o cinco estaciones, el
vecino de asiento le preguntó preocupado: - ¿Le pasa algo, Señor? ¡Lo veo muy
angustiado! El hombre lo miró y respondió: - Sí. Debí cambiar de tren hace
ya un buen rato, porque voy en la dirección contraria. ¡Pero es que aquí voy tan cómodo y tan calientico…!
Misionero en
África: [Evangelizar implica
riesgos]
Un cachorro de león está
paseando por la selva de África, cuando se encuentra a un misionero.
El leoncito
empieza a jugar con él, corriendo de un lado para otro. La mamá leona lo ve y
le grita desde lejos: – ¡Niño, con la comida no se juega!
Anunciar el
reino sin excusas ni distracciones [Misa con niños]
La mamá de Jaimito lo manda a comprar unas
arepas. Cuando va camino al negocio se encuentra con un desfile de modas.
Regresa a la casa y le dice a su mamá: - ¡Mamá, mamá! Acabo de ver un desfile
de moda, y estaba Miss Venezuela y era linda, y estaba Miss Puerto Rico y era
linda, y Miss Guatemala era hermosa. - Y le dice su mamá: - ¿Y mis arepas? -
¡Esa no la vi!