¿Profeta
en su tierra? – [El triunfo seguro, de una fe firme…]
Cuando Bogotá era apenas una pequeña ciudad,
una joven de una familia muy adinerada decidió ingresar a la comunidad
religiosa de las hermanitas de los pobres, dedicada a la atención de
ancianitos. Después de muchos años, la joven regresó a la ciudad donde su
familia era muy conocida en los círculos de la alta sociedad. Fue enviada a
trabajar en un albergue muy pobre al sur de Bogotá, a pedir, por las calles,
limosna para los ancianitos.
Un sábado por la tarde salió con otra
religiosa a pedir limosna y fue reconocida por un grupo de antiguos compañeros
de colegio y de parranda. Los muchachos comenzaron a burlarse de las
hermanitas. Uno de ellos, liderando el grupo, se adelantó para ofrecer una
limosna, pero puso una condición: La joven religiosa debía darle un beso si
quería recibir la ayuda para sus viejitos.
La monjita, sin dudar un momento, se inclinó
ante su antiguo amigo y le besó los pies ante la mirada atónita de los peatones
que circulaban por el lugar. Después, erguida, en su dignidad, estiró la mano
para recibir la limosna prometida. El ofensivo joven, lleno de vergüenza, tuvo
que cumplir lo que había prometido mientras sus compañeros se iban escabullendo
avergonzados.
El reloj
perdido [Saber descubrir los
milagros del Señor en el silencio]
Unos trabajadores estaban almacenando
aserrín en el depósito de una fábrica de hielo, cuando uno de ellos advirtió que
se le había caído el reloj de su mano. Todos se pusieron a buscarlo. Después de
una intensa búsqueda entre charlas y risas, decidieron dejarlo y se fueron a
tomar un café.
Un joven que los había observado, entró en
el almacén y, al poco rato, se presentó ante los trabajadores con el reloj en
su mano. “¿Dónde estaba?”, —le preguntaron. “¿Dónde?, pues en el almacén”, —les
dijo el joven. “No puede ser, —dijeron ellos— lo hemos buscado por
todas partes. ¿Cómo lo has encontrado? “Hice un silencio absoluto hasta que
pude percibir el suave tictac del reloj y lo saqué de en medio del aserrín.”
Como la
“quinilla” “Duros
de corazón”
Un misionero recién llegado a la selva
peruana relata que, en 1968, el Padre Santos, a quién le gustaban las bromas
inocentes y pícaras, lo llamó un día pidiéndole un favor. “¿Me podías cortar ese pequeño tronco?” Con mí mayor inocencia
tomé el hacha y golpeé el tronco con toda mi alma. El hacha rebotaba sin hacer
la menor mella al tronco. Mientras tanto él se reía. Era un tronquito de una
madera que se llama “quinilla”, que
una vez se seca es duro como el hierro. Ahí ya no puedes hacer nada porque no
se deja trabajar por su dureza.
Cristianos incrédulos […Y nobleza del
Señor]
Jesucristo regresa a la
tierra, pero nadie cree que sea en verdad él. Entonces un cristiano incrédulo
le dice: Haz tres milagros y te seguiremos. Jesucristo entonces, entra en un
hospital donde acababa de morir un ancianito, y lo resucita.
Después se acerca a una
fuente y convierte el agua en vino, después se acerca a la orilla del río y
cuando intenta caminar sobre las aguas, se hunde y acaba medio ahogado en la
orilla. Los feligreses lo rescatan y
entonces Jesucristo dice: Es que, tanto me emocioné de volver a verlos, que,
por un momento me olvidé que ustedes me hicieron agujeros en los pies, y me
entró agua…
Viejito Sordo. [Se hicieron los sordos al
mensaje de Jesús]
Un viejito que era muy rico perdió la audición poco
a poco hasta quedarse completamente sordo. Como era millonario fue a ver un
médico que le vendió un aparato de última tecnología para que pudiera escuchar.
Con el audífono diminuto en el oído el viejito se fue muy contento.
Al mes
regresa y le dice al médico: - Doctor, estoy muy feliz porque oigo
perfectamente, incluso puedo escuchar lo que dicen en la habitación de al lado.
– Su familia debe estar muy contenta por eso mi querido amigo! – No lo creo
doctor. Ellos no saben nada, y ya tuve que cambiar mi testamento 4 veces en
este tiempo.
Falta de fe
Llega un predicador
a un pueblo y grita en voz alta: Vengo a orar por los enfermos. Llévenme donde
esté el enfermo que el Señor lo va a sanar. Una señora le dice: En mi casa mi
suegro está en cama muy grave por una enfermedad, pero le advierto: él es juez
y si usted no lo sana, lo manda a la cárcel por embustero. El predicador se
queda pensando un momento y dice: Bueno: ¡Mejor
empecemos con otro más sanito!
Resistencias humanas
Dos buenos amigos, uno
sacerdote y el otro un joven profesor, el cual tenía unos valores humanos
extraordinarios. El profesor no iba a misa más que rara vez, a pesar de decir
que era creyente. Un día el sacerdote le preguntó: ¿Por qué no vas a misa los domingos? A lo que el profesor
respondió: padre, es que usted tiene
una forma de explicar la homilía tan convincente, que por ahora no quiero
cambiar mi vida… Y si voy a
escucharlo, a lo mejor cambio.
El niño y el tendero: [Sordos
ante el llamado a la conversión] Misa con niños
Llega un niño corriendo a la
tienda y le grita al vendedor: ¡Un helado por favor, un
helado por favor! No me grites
que no estoy sordo. ¿De qué galletas es que quieres?