El monje aprendiz [Ora et labora: oración y acción]
Cuentan que un monje quería
aprender de San Benito, cómo hacer bien las cosas. San Benito lo llevó a un
lago, le hizo subir a un bote y le dio un remo en el cual estaba escrito: "Labora".
El monje comenzó a
remar, pero el bote daba vueltas, pero no avanzaba. San Benito le dio otro remo
que llevaba escrito: "Ora"
y le quitó el anterior.
El monje remaba por el otro lado, pero el bote solo dio
vueltas y vueltas, ahora en el sentido contrario.
San Benito le dio los dos
remos; el monje comenzó a remar y el bote avanzó tranquilamente.
La taza o el
café… [Qué es lo
esencial?].
Un grupo de profesionales,
todos triunfadores en sus respectivas carreras, se juntó para visitar a su
antiguo profesor. Comenzaron a quejarse del ‘stress’ que les producía el
trabajo y la vida en general. El
profesor les ofreció café, fue a la cocina y pronto regresó con una cafetera
grande y una selección de tazas diferentes: de porcelana, plástico, vidrio,
cristal, unas sencillas y baratas, otras decoradas, unas caras y realmente
finas. Les dijo que cogieran una taza y se sirvieran el café.
Cuando lo terminaron, el
sabio maestro, con mucha calma y paciencia se dirigió al grupo: ¡Se habrán dado cuenta que las tazas
finas y bonitas las usaron primero y quedaron las sencillas y baratas!, lo que es natural, ya que cada quien
prefiere lo mejor para sí mismo. Ésa es realmente la causa de sus afanes y su ‘stress.’
‘Les aseguro que el tipo de taza no le añadió sabor al café. En verdad la taza solo disfraza o
reviste lo que tomaron. Lo esencial es el café.
Lo que ustedes querían era
el café, no la taza, pero buscaron la mejor taza. Ahora piensen esto: La vida
es el café. Los trabajos, los afanes, el dinero, la posición social, etc. Son
tazas o envolturas que le dan forma y soporte a la vida. El tipo de taza que
tengamos no define ni cambia realmente la calidad de vida que llevemos.
“Ora et labora”
Un hombre ya mayor en busca del camino
espiritual, llegó a un monasterio del Himalaya. Al llegar allí, tocó a la
puerta y pidió a los monjes budistas que le permitieran quedarse a vivir en ese
lugar para recibir enseñanzas espirituales. El hombre era muy poco ilustrado, y
los monjes se dieron cuenta de que ni siquiera podía leer los textos sagrados.
Pero lo vieron tan motivado que decidieron aceptarlo. Sin embargo, le
dieron tareas que, en un principio, no parecían muy espirituales.
Te encargarás de barrer el claustro todos los
días – le dijeron. El hombre se
puso muy feliz. Pensó, podré reconfortarme con el silencio y disfrutar de la
paz del monasterio. Pasó el tiempo y
el rostro del anciano se veía más sereno y feliz. Los monjes se dieron cuenta y
le preguntaron: ¿Cómo haces para
tener tanta paz interior? Y él contestó:
Todos los días, con mucho amor, barro el patio lo mejor que puedo. Y al hacerlo,
también siento que barro todas las impurezas de mi corazón, barro los malos
sentimientos y elimino totalmente la suciedad de mi alma. ¡Por eso vivo feliz y en paz!
Pescador satisfecho: [La satisfacción del deber cumplido]:
Un rico industrial del norte se horrorizó cuando vio a un pescador del
sur tranquilamente recostado contra su barca y fumando pipa. - ¿Por qué no
sales a pescar? – le preguntó el industrial. – Porque ya pesqué bastante por
hoy- respondió el pescador. - ¿Y por qué no pescas más de lo que necesitas? –
insistió el industrial. - ¿Y qué hago con ello? – preguntó a su vez el
pescador. – Ganarías más dinero – fue la respuesta.
De ese modo podrías poner un motor a tu barca; así podrías ir a aguas
más profundas y pescar más peces. Ganarías lo suficiente para comprarte unas
redes de nylon, obtendrías más peces y dinero. Pronto tendrías dos barcas y
hasta una verdadera flota. Entonces serías rico como yo. - ¿Y con todo eso qué
haría luego? – preguntó de nuevo el pescador. – Podrías disfrutar de la vida,
sentarte y descansar – replicó el industrial. – Y el pescador, satisfecho, le
respondió: ¡Pues eso es lo que estoy
haciendo en este momento!
El
caballo y el burro…[Ayuda mutua…Nada de brazos cruzados]
Un hombre subía una
empinada cuesta llevando de las riendas a su caballo, y a su burro lo llevaba
cargado. Mientras el burro iba con una pesada carga, el caballo trotaba
libremente viendo el panorama. El burro, de cuando en cuando y agobiado por el
peso de la carga, suplicaba: - ¡Caballo, amigo mío, ayúdame! No
puedo más. El caballo, relinchando le
respondió: - ¡Allá tú! El amo lo ha querido
así... ¡Arréglatelas como puedas!
Y continuaron su
camino. Al poco tiempo, el burro, exhausto, cayó a tierra muerto. Entonces el dueño, cogió al caballo, cargó todo sobre él,
y se dijo: De pronto pueda vender la piel
del burro para hacer tambores. Entonces
cargó también sobre el caballo el burro muerto y continuó el camino.
¿Cómo los
afanes de Marta?
Un médico, contesta el teléfono de su casa,
y escucha a un colega suyo, decirle: Nos falta el cuarto para el juego de
póker. ¡Él, afanado, responde: voy para allá inmediatamente!,- y cuelga-.
Mientras se pone la camisa aprisa, su esposa le pregunta: Amor, ¿es muy grave?
Mucho, -le contesta el doctor…Es muy serio-. De hecho, ya tres médicos ya están
ahí.
El científico y el nativo: [hay cosas buenas
y necesarias, pero sólo Dios es lo esencial]
Se cuenta que, en una ocasión, un famoso
científico alemán quiso hacer una expedición por el Amazonas. Era una eminencia
en los diversos ramos del saber. Llegó a Brasil, le pidió a un nativo del lugar
que lo llevara en su barca, río adentro. El joven aceptó con gusto. Durante la
travesía, el sabio preguntó al joven:
‑Sabes
astronomía? ‑No. –Y matemáticas? ‑Tampoco. ‑Y biología o botánica? –No, yo no
sé nada de esas cosas, –le respondió muy confundido el nativo—. Yo sólo sé
remar y nadar. ‑¡Qué pena! –le dijo el científico— has perdido la mitad de tu
vida. Y guardaron silencio. A l cabo de una media hora se precipitó una tormenta
tropical y la barca amenazaba naufragar.
Entonces
el barquero preguntó al científico: ‑ ¿Señor, usted sabe nadar? –No
–contestó el sabio-. Y el muchacho, con tono apenado, le dijo: -¡Pues usted ha
perdido toda su vida!
Descuidamos la parte mejor
En la parroquia de San Gervasio en Quebec,
el párroco, para que la gente fuera a la iglesia, con cierto humor, plasmó un
cartel original, que merece una reflexión. Dice: "Cuando naciste, tus
padres te trajeron aquí. Cuando te casaste, tus amigos y padrinos te trajeron
aquí. Cuando sean tus funerales, tu familia te traerá aquí. ¿No te parece que, de vez en cuando, podrías
venir aquí por tu propia cuenta?
Permanecer
en casa como Martha. [Pero
sin excusas] [Para niños]
Jaimito se levantó de mañana como de costumbre,
pero en lugar de prepararse para ir a la escuela, fue a la cocina donde estaba
su mamá, muy gozoso y tarareando el cumpleaños feliz. ¿Quién cumple años hoy,
Jaimito?, debe ser un amigo tuyo muy querido para estar tan contento! - Oh sí,
es una persona que amo mucho y le tengo el mejor regalo. Hoy cumple años mi
profesora y para hacerla bien feliz en su día, he decidido…quedarme en la casa.