Lecciones de Vida para Crecer en la Fe, 19° Domingo del Tiempo Ordinario, 9 de Agosto de 2020, Ciclo A

publicado a la‎(s)‎ 8 ago 2020, 12:33 por Diseño Web Santa Ana Centro Chía   [ actualizado el 8 ago 2020, 12:33 ]

Jesucristo…o Feliz Jiménez?... 

   Érase una vez un enfermo mental que insistía en que era Jesucristo. Ningún médico pudo convencerle de que se trataba de una ilusión, de que él era simplemente Félix Jiménez. Un día el médico le dijo que extendiera los brazos y lo midió y también lo midió de la cabeza a los pies. El médico salió y regresó con una gran cruz, un martillo y unos clavos. 

   El enfermo empezó a sentir gran curiosidad y nerviosismo. ¿Qué es eso?, le preguntó el enfermo. ¿Usted es Jesucristo, no es cierto? Sí, lo soy.  El médico le dijo: entonces usted debería saber para qué es la cruz y los clavos, venga para acá. Espere, espere, por favor, gritó el paciente, ¿Qué le pasa, doctor, está usted loco?, yo no soy Jesucristo. Yo soy Félix Jiménez. 

La fe es viejecita 

   Cuentan que una noche un viajero se perdió en un bosque y se encontró con una viejecita ciega que le dijo: «Si quieres saber el camino, te acompañaré. Yo seré tu guía». El viajero contestó: «Me extraña que me pueda servir de guía quien no ve». La viejecita, sencillamente lo coge de la mano y le dice: «Camina con confianza». 

   El viajero tuvo confianza y encontró el camino. Esta viejecita ciega representa la fe. La fe es una viejecita porque no la inventamos nosotros. Tiene muchos años. Viene de nuestros antepasados. La fe es ciega porque no ve a Dios, pero nos da la confianza de verlo un día y nos sirve de guía en el camino de la vida. 

Concentrarse para no hundirse: [Dejar que el Señor hable… No distraerse] 

   En un santuario, estaba un grupo de jóvenes, haciendo un rato de oración en silencio en la Capilla del Santísimo, frente a un crucifijo de gran tamaño, con una expresión de serenidad y viveza, que parecía que le hablaba al que lo mirara. Mientras rezaban en silencio, se oía a lo lejos el ruido que producían unas señoras que visitaban el Santuario, con el típico sonido que hacen los tacones. 

   Las señoras en tacones llegaron hasta la Capilla del Santísimo, donde estaban los jóvenes en plena oración, quienes ya empezaban a ponerse nerviosos por el taconeo de las señoras. Iban acercándose a la Capilla del Santísimo, y mientras abrían la puerta, no paraban de cuchichear. Una de ellas, que parecía ser la guía del grupo de damas en tacones, refiriéndose al crucifijo, dijo en voz alta: –Miren, este es el Cristo que dicen que habla… Y en aquel momento, uno de los jóvenes que había oído lo del «Cristo que dicen que habla», replicó con gracia: – ¡Señora, él habla, si ustedes lo dejan!!!

El valiente miedoso [Para los niños] 

   Un niño salía a la calle con su papá, muy contento de poder estar con él. A veces corría un poco adelante, a veces se quedaba atrás pero siempre cerca del papá. Cuando llegaron a un pequeño muro, deseó caminar sobre él. “¿Papa, puedo subir?” “Si, hijo mío, yo te cuidaré.” El niño trepó el murito y comenzó a caminar. 

   El padre estaba a su lado. De repente al niño le parecía que el murito temblaba. Se quedó como helado, inmóvil. Ya no podía caminar ni un paso más. “Papá, ¡me voy a caer!” gritó, y verdad, tambaleaba, aunque no había razón para ello. Su padre lo tomó en sus brazos y le dijo: “Por qué has tenido miedo, hijo, yo estaba siempre contigo y no te podía pasar nada”. 

Caminando sobre las aguas: 

   Tres servidores de Dios salen a pescar. Un sacerdote católico, un rabino y un Pastor Protestante. Estaban en el bote y el sacerdote se baja y empieza a caminar por el agua. Se miran los otros dos y el rabino decide seguirlo. Y camina sobre el agua también. El Pastor, que quedaba solo, decide seguirlos, se baja del bote y se hunde en el agua. Se vuelve a subir al  bote, todo mojado e intenta de nuevo. Se baja del bote y se vuelve a hundir en el agua. Entonces el sacerdote le dice al rabino: ¡Y si le decimos dónde están las piedras¡¡¡ 

Desahogándose: 

   Carlos encuentra a un hombre, que le gritaba a su esposa, la cual se estaba ahogando en el río al caerse de un puente alto: ¡Llora, Sonia, llora! Y Carlos le dijo: - Pero, Señor, ¿usted está loco? - ¿No se da cuenta que su esposa se está ahogando, y lo único que usted hace es gritarle que llore? El hombre le contestó: - ¡Es que un amigo me dijo una vez, que, llorando, uno se desahoga! 

El pasajero: [Los discípulos creyeron ver un fantasma] 

   Un pasajero le toca el hombro al taxista para hacerle una pregunta. El taxista grita, pierde el control del carro, casi choca con un camión, se sube a la acera y se mete en un escaparate haciendo pedazos los vidrios. Por un momento no se oye nada en el taxi, hasta que el taxista dice:

 -¡Mire amigo, jamás vuelva a hacer eso! ¡Casi me mata del susto! El pasajero, impresionado le pide disculpas y le dice: -No pensé que se fuera asustar tanto si le tocaba el hombro! El taxista le dice: -Lo que pasa es que es mi primer día de trabajo como taxista. Y el pasajero le pregunta, -¿y antes que hacía? -¡durante 25 años fui chofer de carroza fúnebre! 

Mar de Galilea 

   En una ocasión un grupo de norteamericanos fue de peregrinación a Tierra Santa y estando a orillas del mar de Galilea, extasiados por la belleza del lugar, expresaban su alegría, al contemplar ese lago tantas veces visto por nuestro Señor con sus propios ojos, y en cuyas aguas había navegado junto con sus discípulos. Deciden embarcarse y hacer una breve travesía. 

   Los que alquilaban las barcas eran judíos muy hábiles que pensaban hacer su agosto con los turistas- “Queremos ir a Cafarnaúm en barca”- les dicen los americanos. Las distancias del lago no son muy grandes y con un bote de motor se hace hoy en día en una media hora. “Pues el viaje les cuesta 700 dólares”- les contestan. 

   Al ver el asombro de los peregrinos por el precio tan alto, los Judíos añaden: - “Amigos, es que este lago es muy especial, porque Jesús caminó obre estas aguas”- Y, sin pensarlo dos veces, comentan los peregrinos: - “¡Jaaa – Pues claro, con ese precio tan alto, no nos extraña!. 

La rana diferente: [Si no nos tomamos de la mano de Dios, nos hundimos]. 

   Cuatro ranas estaban sentadas en un tronco que flotaba en la orilla del río. Súbitamente, el tronco fue sorprendido por la corriente y se deslizó lentamente río abajo. Las ranas quedaron embelesadas pues nunca habían navegado. Entonces...

  •  La primera rana dijo: éste es un tronco maravilloso. Se mueve cual si estuviera vivo.    Jamás conocí un tronco así.
  • La segunda rana dijo: no es así, este tronco es como todos los troncos y no se mueve; es el agua del río que se mueve porque va hacia el mar y lleva al tronco y a nosotras. 
  • La tercera rana dijo: no es el tronco, ni el río que se mueven. El movimiento está en nuestro pensamiento. 

   Y así discutieron a ver quién tenía la razón, pero no llegaron a entenderse. Entonces le pidieron la opinión a la cuarta rana que había estado en silencio. Ella dijo: Cada una tiene razón. El movimiento está en el tronco, en el agua y en el pensamiento. Las tres ranas quedaron muy enfadadas por no darle razón a ninguna de ellas, y entonces ocurrió algo extraño: las tres ranas se unieron y arrojaron al río a la cuarta rana.

 

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