Clave Morse: [Atentos al llamado de Dios, en clave de amor] Un joven, se enteró por la prensa que se ofrecía un trabajo en el telégrafo, como operador de clave Morse. Al llegar la recepcionista le entregó un formulario para llenar y le dijo que esperara, que lo llamarían en un momento para ser entrevistado. El joven llenó el formulario y se sentó junto a otros siete solicitantes que esperaban. Después de unos minutos el joven se levantó y entró en la oficina. Los otros siete se quedaron sorprendidos y se preguntaban por qué había entrado sin ser llamado. Poco
después el joven salió acompañado por el entrevistador, que dijo a los otros
siete: “Gracias por venir, pero el
trabajo ya ha sido concedido a este joven”. No es justo, él llegó de último
y nosotros ni siquiera hemos sido entrevistados, dijeron. El entrevistador les
dijo: el telégrafo ha estado tecleando en clave morse el siguiente mensaje: “Si usted entiende este mensaje, entre
inmediatamente, y el trabajo será suyo”. Ninguno de ustedes lo oyó ni lo
entendió. Sólo este joven lo escuchó y lo entendió y el trabajo es de él”. Cita con la Muerte. [A la hora menos pensada] Zaguir era un hombre culto que
tenía un joven sirviente, Ahmed, a quien apreciaba mucho. Zaguir no tuvo inconveniente en prestarle el caballo más veloz y se despidió diciéndole que si forzaba un poco al caballo, podría llegar a Zamarra esa misma noche. Cuando Ahmed se marchó, Zaguir se dirigió al mercado y al poco rato encontró a la muerte paseando por las tiendas. — ¿Por qué has asustado a mi sirviente? — le preguntó —. Tarde o temprano te lo vas a llevar, déjalo tranquilo mientras tanto. — No era mi intención asustarlo — se disculpó la muerte —, pero no pude ocultar la sorpresa que me causó verlo aquí, pues esta noche tengo una cita con él en Zamarra. El reloj de Aquisgrán (Alemania) [En cualquier momento] En la torre de un monasterio en Aquisgrán (Alemania), hay un gigantesco reloj, como dándole la bienvenida a todos los visitantes. Debajo del reloj hay una inscripción, en alemán, donde se lee: “Una de estas horas…será tu última hora”. Alguien dijo: “Tengo un reloj tan bueno, pero tan bueno…que da hasta la hora menos pensada”- Y ¿Cuál es esa hora? – ¡PUES CUALQUIER HORA! Donde está tu tesoro, está tu corazón…¿Será en la ambición? Va un ambicioso por la calle y ve un letrero en un local que dice: "Doctor que cura todo tipo de enfermedad: consulta a $50.000 pesos... Si no lo curamos le devolvemos diez veces el valor de la consulta. "El ambicioso piensa y dice: -Justo lo que necesito... dinero extra. Pasa y lo atiende el doctor: -A ver... ¿Qué enfermedad tiene? -Doctor, mi lengua perdió la sensibilidad: no siento el gusto de lo que como y tomo, todo me sabe igual... -Ok. Son 50 mil pesos. -Enfermera, por favor, dele una cucharada del frasco número 23 al paciente. Le dan la cucharada y el ambicioso dice: -¿Qué es esto? Esto sabe a diablos, es pura hiel, - ¿Lo ve? ¡Listo, ya está curado! Ya reconoce los sabores…El ambicioso sale enojado y sin el dinero. Vuelve a la semana siguiente, pensando en tomar el desquite, y le dice al doctor: -Dr. He venido porque tengo problemas de memoria, todo se me está olvidando. -Ok. Son 50 mil pesos. Enfermera por favor, dele al paciente una cucharada del frasco número 23. ¿Qué? ¿Otra vez el 23? ¡Usted me va a dar de ese jarabe que sabe a diablos? – Y el doctor le dice: ¿Ve? Lo volví a curar… ¿Quién está en el negocio? [¡Trabajar más bien por un tesoro en el cielo!] Un hombre – muy ambicioso-, en su lecho de muerte susurra: - María, ¿Dónde estás, esposa mía? – Aquí estoy a tu lado, esposo mío. – Y Jacobo, mi hijo mayor… ¿dónde está? – Aquí estoy, papá, a tu lado. – Y mi amada hija Leila, ¿Dónde está? – Aquí estoy, papá, a sus pies. – Y mi hijo Isaías, el más pequeño de la familia… ¿Dónde está? – Aquí estoy, papá, a su lado; bien cerquita. – Pero…y entonces… ¿Quién está atendiendo el negocio? Por solo veinticinco centavos…
Hace años un sacerdote se mudó a Houston, Texas. Al llegar, subió en un autobús para ir al centro de la ciudad. Al sentarse, descubrió que el chofer le había dado una moneda de 25 centavos de más en el cambio. Mientras consideraba qué hacer, pensó para sí mismo: «¡Bah!, olvídalo, son sólo 25 centavos. ¿Quién se va a preocupar por tan poca cantidad? De todas formas, la compañía de autobuses recibe mucho de las tarifas y no la echarán de menos. Acéptalo como un regalo de Dios».
Pero cuando llegó a su parada, se detuvo y, pensando de nuevo, decidió darle la moneda al conductor diciéndole: «Tome, me dio usted 25 centavos de más». El conductor, con una sonrisa, le respondió: «Sé que es el nuevo sacerdote del pueblo. Estaba pensando regresar a la Iglesia y quería ver qué haría usted si yo le daba cambio de más». El sacerdote descendió del autobús, conmovido por dentro y pensó: "¡Oh Dios!, por poco vendo a tu Hijo por 25 centavos". |