Se cuenta que Sócrates paseaba
un día por el mercado principal de la ciudad de Atenas. Uno de sus discípulos
lo vio y, extrañado, se acercó para preguntarle: “Maestro, nos has enseñado que todo sabio lleva una vida simple y
austera. Sin embargo, todos los días te vemos en el mercado principal,
admirando las mercancías. ¿Quieres que juntemos dinero para que puedas
comprarte algo?”. “No, gracias, dijo
Sócrates: tengo todo lo que deseo; pero me encanta venir al mercado para
recordar que soy completamente feliz sin este montón de cosas”.
Lección: “Gastamos el dinero que no tenemos,
en cosas que no necesitamos, para dar una imagen de lo que no somos, e
impresionar a gente a la que no le importamos”. Will Smith.
Parábola del dinero: [El corazón… ¿Ante
la ventana o el espejo?]
- Pregunta el
discípulo al maestro: ¿Qué piensa del dinero? - Mira a la ventana, — le dijo
el maestro — ¿Qué ves?
- Veo una mujer con un niño, una
carroza tirada por dos caballos… y una persona que va al mercado. - Bien. Ahora mira al espejo. ¿Qué ves?
- ¿Qué quiere que vea? Me veo a
mí mismo, naturalmente. -
Ahora piensa: la ventana está hecha de vidrio, lo mismo que el espejo. Basta
una pequeñísima capa de plata por detrás del vidrio para que el hombre sólo se
vea a sí mismo y no vea a los demás.
Moraleja: “Ni el espejo tiene la culpa de lo que refleja…Ni la radiografía
tiene la culpa de la enfermedad que muestra"
El zar y la camisa
Un Zar, hallándose enfermo,
dijo: - ¡Daré la mitad de mi reino a quien me cure! Entonces, todos los sabios
se reunieron y celebraron una junta para curar al Zar, mas no encontraron medio
alguno. Uno de ellos, sin embargo, declaró que era posible curar al Zar. -Si
sobre la tierra se encuentra un hombre feliz -dijo- traigan su camisa y que se
la ponga el Zar, con lo que éste será curado. El Zar hizo buscar en su reino a
un hombre feliz.
Los enviados del soberano se
esparcieron por todo el reino, mas no pudieron descubrir a un hombre feliz. No
encontraron un hombre contento con su suerte. El uno era rico, pero estaba
enfermo; el otro gozaba de salud, pero era pobre; otro, rico y sano se quejaba
de su mujer y de sus hijos. Todos deseaban algo.
Cierta noche, muy tarde, el
hijo del Zar, al pasar frente a una pobre choza oyó que alguien exclamaba: -
¡Gracias a Dios he trabajado y he comido bien! ¿Qué me falta? El hijo del Zar
lleno de alegría. Inmediatamente mandó que le llevaran la camisa de aquel
hombre, a quien, en cambio había de darse el dinero que exigiera. Los enviados
se presentaron a toda prisa en la casa de aquel hombre para quitarle la camisa.
Pero, el hombre feliz era tan pobre que
no tenía camisa.
Muy rico,
pero sin fe:
Érase una vez un hombre muy rico que vivía
en una mansión que dominaba un fértil valle. Pero había un gran vacío en su
vida. No tenía fe y vivía solo con sus muchas riquezas. Juan, el mayordomo del
hombre más rico del valle, vivía con su familia en una casa muy humilde. Juan
era creyente, oraba en familia y todos juntos iban a la iglesia. Una mañana, el
hombre más rico del valle contemplaba sus tierras y se decía: “Soy e hombre más rico de este vale…Todo
esto es mío”. En ese momento llegó su mayordomo y le dijo: anoche tuve un
sueño: “El Señor me dijo que el hombre
más rico del valle iba a morir a medianoche”.
Tenía necesidad de decírselo, espero no se
enfade, patrón. No te preocupes, no creo en los sueños, vuelve a tu trabajo y
olvídalo. El hombre más rico empezó a inquietarse y se fue a su médico para
hacerse un chequeo. Éste le dijo que estaba como un roble y que le quedaban
muchos años de vida. Aliviado pero asaltado por la duda invitó al médico a
cenar y le pidió que se quedara hasta la medianoche.
Pasada la medianoche despidió al médico y se
dijo: ese estúpido de Juan ha arruinado mi día, él y sus tontos sueños. Acababa
de acostarse cuando sonó el timbre de la casa. Eran las 12:30. Bajó y encontró
a la hija de Juan en la puerta. Señor, - le
dijo llorando-, mi mamá me envía a decirle que mi papá Juan, su mayordomo
acaba de morir a la medianoche. El hombre rico, se quedó helado y comprendió de
inmediato que el hombre más rico del valle no era él sino su mayordomo.
Materiales para el cielo [Administrando
bien, lo devolvemos al dueño y dador.]
Una señora muy rica que había
tenido un rol muy importante en la tierra, llegó al cielo. San Pedro la
recibió, la introdujo en su nuevo estilo de vida y le mostró un hermoso
palacio. Le dijo: Esta es la vivienda de su empleada. La Señora pensó: si mi
empleada tiene una casa tan linda ¿Cómo será la mía? Entonces Pedro le mostró
una construcción muy humilde y le dijo: Esta es su vivienda. Indignada, la
Señora le dijo: Pero ¿cómo voy a vivir en este lugar? A lo que San Pedro le contestó. Lo lamento
mucho, pero con el material que usted nos mandó, no pudimos construir nada
mejor.
Moisés y
Bill Gates: [Así se hacen los negocios de este mundo…
¿Y los del cielo?]
Moisés dice a su hijo: - Hijo, quiero que te
cases con una dama que ya escogí. El hijo responde: - Pero papá, yo quiero
escoger mi mujer. Moisés dice a su hijo: - Mijo, ella es hija de Bill Gates. El
hijo responde: - Bueno, en ese caso acepto. Entonces Moisés se reúne con Bill
Gates…- Bill, ya tengo al marido ideal para su hija. Bill Gates responde: -
Pero mi hija es muy joven aún para casarse. Moisés dice a Bill Gates: - Tal
vez, pero este joven es el vicepresidente del banco mundial. Bill Gates
responde: - En ese caso, creo que lo podemos arreglar.
Trato hecho, convenceré a mi hija para que
acepte al muchacho. Finalmente, Moisés se reúne con el presidente del banco
mundial. – Señor Presidente, tengo a un joven recomendado para ocupar el cargo
de vicepresidente de este banco. El presidente dice: - Pero ya tengo muchos
vicepresidentes, más de los que necesito. Moisés dice: - Lo que pasa es que
este joven es el yerno de Bill Gates. El presidente dice: - En ese caso…
considérelo contratado.
El ratón profeta: [Indiferencia del
rio ante Lázaro] [Les
envié profetas…y nada…]
Un ratón, mirando por un
agujero en la pared ve a un granjero y su
esposa abriendo un paquete. Pensó,
qué tipo de comida podría haber
allí. Quedó aterrorizado cuando
descubrió que era una trampa para
ratones. Fue corriendo al patio de
la granja a advertir a todos: - ¡Hay
una ratonera en la casa, una ratonera
en la casa! La gallina que estaba cacareando
y escarbando levantó la cabeza y
dijo: - Disculpe Sr. Ratón: es un gran problema para usted, pero a mí, no me perjudica ni me incomoda.
El Ratón fue hacia el cordero y le dice: - ¡Hay una ratonera en la
casa, una ratonera! - Discúlpeme Sr.
Ratón, yo no puedo hacer nada, solamente pedir por usted. Quédese tranquilo, lo recordaré en mis oraciones. El Ratón se dirigió entonces hacia la vaca, y la vaca le dijo: -Pero acaso, ¿Estoy en peligro? No me moleste.
Entonces el Ratón volvió a la casa,
preocupado y abatido, para enfrentar solo la ratonera del granjero.
Aquella noche se oyó un gran barullo, como el de una ratonera atrapando su víctima. La mujer del granjero corrió para ver lo que había
atrapado. En la oscuridad, ella no vio que
la ratonera había atrapado la cola de una
serpiente venenosa. La serpiente picó a la
mujer. El granjero la llevó inmediatamente al hospital. Ella volvió con fiebre.
Todo el mundo sabe que,
para alimentar a alguien con fiebre, nada mejor
que una sopa. El granjero agarró su
cuchillo, y fue a buscar el ingrediente principal: La gallina. Como la
enfermedad de la mujer continuaba,
los amigos y vecinos fueron a
visitarla. Para alimentarlos, el
granjero mató el cordero. La mujer
no mejoró y acabó muriendo. El granjero
entonces, vendió la vaca al matadero
para cubrir los gastos del funeral.
Yo no hice
nada: […Y
no hago más na…]
Gran
combo de Puerto Rico: Yo
me levanto por la mañana, me doy un baño y me perfumo; me como un buen
desayuno, y no hago más na', mas na'. Después yo leo la prensa, me pongo a ver novelas,
y no hago más na', mas na'. A la hora de las doce, me como un buen almuerzo;
después me voy a la banca a dormir una siestita, y a veces duermo dos horas, y
a veces más, y no hago más na'.
Un hombre muere y se presenta ante Dios
juez. Dios busca su nombre en el libro de la vida, pero, al no encontrarlo
allí, le dice que su puesto es el infierno. El hombre protesta: - ¡pero yo no
hice nada…¡-Precisamente, responde Dios! – ¡Te
vas al infierno, porque NO HICISTE NAAA…!
Las cábalas
de don Peter. [Para
misa con niños]
Don
Peter estaba convencido de que el cinco era su número de la suerte. Había
nacido un 5 de mayo (el mes 5), del año 55. Tenía cinco hijos, vivía en el
número 555 de la calle 55. Al cumplir 55 años descubrió que un caballo llamado "Cinco" iba a correr en la
quinta carrera; así que cinco minutos
antes de empezar la carrera se fue a la quinta
ventanilla y apostó 55.555 dólares. Por supuesto, su caballo llegó quinto.