La fe no pasa por los caprichos.
Un hombre que leyendo el
versículo de la Sagrada Escritura: “la fe
mueve montañas y traslada árboles…”, decidió ponerlo a prueba. Había un
árbol bien grande en frente de su casa. Se dirigió a él y le dijo: “Cuando me haya despertado, deseo que te
hayas ido a la montaña”.
Esa noche el hombre se acostó y cuando se levantó
fue a la puerta, la abrió y miró a su patio, y dijo: “Tal como pensaba, todavía estás ahí.”
¿Qué milagro quieres?
Un hombre visitó a un profeta y le pidió que
le hiciera un milagro, para creer en Dios. El profeta dijo: - Muy bien, así lo
haré. En el nombre de Dios lo hare, pero primero dime: ¿cuál de estos
milagros prefieres: ¿quieres quedarte sordo o ciego o que te paralice una mano?
Elige. El hombre exclama: - ¡está loco?, ¡Cómo voy a querer eso!:-Entonces le
dice el maestro: ¡no podrás ver ningún
espectáculo y tendrás que aprender, que todo tú eres un milagro!
La vaca y el
muro:
Un día, Juan iba caminando con un amigo
muy preocupado, el cual dudaba de la bondad de Dios. – No sé qué haré con todos
estos afanes y temores – dijo.
En ese momento Juan vio una vaca que miraba
por encima de un muro de piedra. - ¿Sabe usted por qué esa vaca mira por encima
del muro? – preguntó Juan. – No – respondió su amigo. – Se lo diré.
Sencillo,
porque no puede ver a través del muro.
Aparentar mucha fe
Una
monjita iba por la carretera y el carro comienza
fallar. Se estaciona, se baja y levanta el capó, pero se da cuenta
que no entiende de mecánica y lo cierra. Pasa un señor en su furgón. Lleva
prisa, pero decide parar a ayudarla. ¿Qué pasó hermanita? – Vera usted; venía
de lo mas bien y comenzó a toser, a toser y se paró. El señor va directo
al tanque de la gasolina, introduce un palo y sale seco. Mire hermanita: ni
olor a gasolina tiene el tanque.
La
hermana se lleva la mano a la cara y dice ¡¡hay viera que me olvidé: me dijeron
en el colegio que echara gasolina y me olvidé. El señor le dice: - mire: tengo
manguera, pero necesito un recipiente. ¿Tiene alguna cosa? Lo que sea…un termo,
una garrafa…lo que sea. La hermana va al baúl del carro, pero se regresa
avergonzada y le dice: mire, tengo, pero no tengo… ¡Cómo así hermanita! –
Cualquier recipiente sirve. Se dirige al baúl, lo abre…
La
vergüenza de la hermana es porque se trata de una vacenilla. El señor muy
caballero, le dice: hermana esto sirve. Él, va y llena la vacenilla de
gasolina. La hermanita le dice: usted ya ha hecho mucho por mí, yo me encargo
de echársela al tanque. ¿Segura hermana? – Si, vaya con Dios. Mil gracias. Se
queda sola y cuando la está echando al tanque pasa un señor en un camión, se
queda mirando y no lo puede creer. Para al lado, baja el vidrio y le dice:
¡hermana está bien que tenga fe, pero no es pa’tanto…!
El vendedor de aguacates: [Perseverar
en lo que se hace]
Iba Jaimito con su carro de aguacates y gritaba con voz fuerte:
¡aguacates, aguacates! – Y de pronto coge una pendiente muy peligrosa y el
pobre Jaimito cae con aguacates y todo, yendo a parar al final de la
calle. Jaimito todo golpeado y viendo que los aguacates habían quedado todos magullados,
levanta lo que quedó de su carro, acomoda todo y comienza a gritar:
¡guacamole…guacamole!
La fe no
reta lo evidente:
Me dirigía en mi camioneta a la casa de un
cliente para entregarle un computador, y al llegar a la entrada de un callejón
vi un letrero hecho a mano que decía: “¡Calle
bloqueada! ¡No pase! Difícil dar vuelta para regresar”. Seguí de todos
modos, solo para descubrir que, en efecto, un árbol caído obstruía el paso y
que no iba a ser fácil dar la vuelta con mi camioneta. Cuando por fin pude
regresar a la entrada del callejón, vi otro letrero que decía: “¡Te lo
advertí!”
La “fe” del capitán [La fe pasa por la confianza, no por caprichos]
Un velero está atrapado en
una terrible tormenta. El océano furioso está a punto de tragarse el navío.
El
capitán, con mucha fe, se arrodilla en medio de sus compañeros de infortunio, y
exclama:
- ¡Oh, ¡Dios, si ordenas a los vientos que se calmen, encenderé un
cirio tan alto como el mástil de esta barca! -
Cuidado con lo que dices, capitán-
le grita su vecino -, puedes jurar en vano. - ¿Dónde conseguirás un cirio tan
grande...? - ¡Cállese, hombre de poca fe! –dijo el capitán-.
¡Si Dios es capaz
de calmar esta tormenta, seguro que también puede enviarme el cirio!