La copa llena: [Tiempo
para llenarnos de Dios]

Un
sabio japonés, conocido por la sabiduría de sus doctrinas, recibió la visita de
un profesor universitario que había ido a verlo para preguntarle sobre su
pensamiento. El sabio le sirvió el té: habiendo llenado la
taza de su huésped, continuó echando con expresión serena y sonriente.
El profesor veía desbordarse el té con
asombro, y no lograba explicarse la distracción del sabio. No pudiendo
contenerse más, le dijo: – Está llena.
No cabe más.
– El sabio imperturbable, dijo: como esta
taza, tú estás lleno de tus conocimientos, opiniones y conjeturas eruditas y
complejas. ¿Cómo puedo hablarte de mi doctrina, que sólo es comprensible a los
más sencillos y humildes, si antes no vacías la taza? La doctrina sólo
es comprensible a los que se vacían, a los abiertos de corazón. Solamente los
sencillos, los vacíos de todo y abiertos al Todo pueden comprender a Dios y
aceptarlo como su tesoro. Para que Dios pueda penetrar en la mente y en el
corazón del ser humano, necesitas vaciar tu corazón de lo que te estorba.
Los nidos de las aves: [El
Dios omnipotente, se acerca en Jesús]
Al llegar el verano, un hombre sabio, veía
cómo las cigüeñas comenzaban a hacer sus nidos en las torres de las Iglesias.
Un día, paseándose por el jardín, se encontró con el nido de un pajarito
incubando sus huevos, en una pequeña ramita, al borde del camino por donde se
pasaba todos los días.
Pudo ver cómo nacían sus polluelos. Pudo
ver, cómo a cada rato, la mamá les daba de comer. Y pensaba para sus adentros:
¡Unos tan arriba, inalcanzables, ni se les puede ver; mientras que otros tan
abajo, que se les podía coger con la mano y darles de ¡comer! ...
Del luto a la alegría
En algunos lugares de Perú, y
en otros lugares, los dolientes llevan ropa negra después del fallecimiento de
un ser querido por uno, dos, y hasta tres años. Luego, se quitan las ropas
negras y se ponen camisas de color y otra vez participan en las fiestas y
bailes comunitarios.
Humanamente, todos llevamos una ropa de aflicción a causa
de nuestros pecados. En el Adviento, Dios nos invita a despojarnos del ropaje
del pecado, de la aflicción, para que nos vestirnos "con el esplendor de
la gloria" que trae su nacimiento.
Viejos
compañeros: [El Adviento nos permite mostrarle los
cambios al Señor?]
“Estaba en la sala de espera
para mi primera cita con un nuevo odontólogo. Mientras me atendían, me
entretuve en mirar los diplomas que se exhibían allí. Al ver el nombre completo
del dentista, recordé a un chico alto y apuesto, compañero de clase en el
bachillerato, que me hacía suspirar, hará eso de 40 años. ¿Será el mismo que me
gustaba tanto en ese entonces? pensé.
Al entrar a la consulta y verlo
descarté rápidamente la idea: Ya era demasiado mayor para haber sido mi
compañero. ¿Estaba lleno de arrugas, calvo y barrigón…o sería? Intrigada, al
terminar la consulta le pregunté si había asistido al colegio Americano.
Sí, claro, me respondió él,
sorprendido. “En que año te graduaste?”, le pregunté entusiasmada. “En 1969”,
me contestó. “Ah!, entonces, estabas en mi clase”, exclamé muy contenta. Allí
fue cuando él me miró de cerca, y luego me preguntó con una sonrisa: “Ah, ¿sí? ¿Y qué materia dictabas tú?”
El león más
feroz. [Juan
Bautista llama y llama a la conversión, y nadie hace caso…]
Un circo llega a la ciudad. El dueño empieza
a anunciar por todas partes: -Damas y caballeros, vengan a ver al león más
feroz del mundo, ¡solo por 50 dólares!
Pero nadie hacía caso, así que bajó el precio: -Damas y caballeros,
vengan a ver al león más feroz del mundo, ¡solo por 30 dólares! Sin embargo, ninguna persona se acercaba, y
así fue bajando el precio a 20, 10, 5 dólares... pero nada.
Entonces el dueño anunció: -Damas y
caballeros, vengan a ver al león más feroz del mundo, ¡totalmente gratis! Como
era de esperarse, el circo se llenó hasta reventar. De pronto el tipo clavó
estacas alrededor de la entrada, y comenzó a gritar: -La salida a 100 dólares…
porque dejaremos libre al león!
Loro convertido [Nunca es
tarde para la conversión]
Ricardo recibió un loro por su
cumpleaños; era un loro adulto, de muy mala actitud y vocabulario. Cada palabra
que decía estaba adornada por alguna palabrota, y siempre de muy mal genio.
Ricardo trató, desde el primer día, de corregir la actitud del loro, diciéndole
palabras bondadosas y con mucha educación. Le ponía música clásica y siempre lo
trataba con mucho cariño.
Llegó un día en que Ricardo
perdió la paciencia y gritó al loro, el cual se puso más grosero aún, hasta que,
en un momento de desesperación, Ricardo metió al loro en el congelador. Por un
par de minutos aún pudo escuchar los gritos del loro y el revuelo que causaba
en el compartimento, hasta que de pronto, todo fue silencio. Luego de un rato,
Ricardo arrepentido y temeroso de haber matado al loro, rápidamente abrió la
puerta del congelador.
El loro salió y con mucha calma
dio un paso al hombro de Ricardo y dijo: - "Siento mucho haberte ofendido
con mi lenguaje y actitud, te pido me disculpes y te prometo que de ahora en
adelante cambiaré mi comportamiento". Ricardo estaba muy sorprendido del
tremendo cambio en la actitud y el lenguaje del loro. Estaba a punto de
preguntarle qué lo había hecho cambiar de esa manera, cuando el loro continuó:
- ¿te puedo preguntar una cosa? ...- Sí. ¡¡Claro!! – le contestó Ricardo - ¿Puedo saber qué fue lo que te hizo el pollo
que está congelado?