Las piedras: [Quitar
los estorbos que impiden llegar a Jesús]
Estaba un día Diógenes parado
en la esquina de una calle riendo como un loco. - ¿De qué te ríes?», preguntó
un transeúnte. – “Por lo necios que somos los humanos”, respondió. - «¿Ves esa
piedra que hay en medio de la calle? - Desde que llegué aquí esta mañana, diez
personas se han tropezado con ella y la han maldecido, pero ninguna de ellas se
ha tomado la molestia de retirarla para que no tropiecen los demás.”
La estatua: [¡Jesús, el artista
divino que restauró el corazón de Zaqueo!]
Explican que hace mucho tiempo, en la India, vivía en la montaña un
hombre que tenía una estatua, obra de un viejo maestro escultor. La había
dejado tirada en el suelo en un rincón de su cabaña, y no se preocupaba nada de
ella. Pero un día coincidió que pasó por aquel paraje un hombre que iba hacia
la ciudad.
Como que era un hombre de cultura, cuando vio la estatua preguntó a su
amo si estaba dispuesto a venderla. Pero el propietario, riendo, le dijo: –
¿Quieres comprar este trozo de piedra sucia y decolorada? Y el hombre de la
ciudad le dijo: – Te doy por ella esta moneda de plata. Cerraron el trato, y
los dos quedaron satisfechos. La estatua fue llevada a la ciudad a lomos de un
elefante.
Al cabo de unos cuántos meses, el hombre de la montaña bajó a la ciudad.
Mientras andaba por la calle, vio como mucha gente quedaba parada delante de un
edificio, a la puerta del cual un hombre gritaba: – ¡Pasen a ver la estatua más
bella y maravillosa del mundo! – Sólo dos monedas de plata por admirar la obra de
arte de un gran maestro. Y el hombre de la montaña, picado por la curiosidad,
pagó las dos monedas de plata y entró en el museo. Allí contempló la estatua
que él mismo había vendido por sólo una moneda.
El vendedor
de tomates: [Tenacidad
interior en busca de algo mejor…]
Un hombre que había perdido su trabajo y
tras varios meses de búsqueda, ve un aviso de Microsoft solicitando
barrenderos. El gerente de personal le pregunta sus datos, lo hace barrer, lo
felicita y le informa: El puesto es suyo. Deme su correo electrónico y le
enviaré el día y la hora que se tiene que presentar. El hombre, desconcertado,
contesta que no cuenta con correo electrónico.
Entonces, el gerente le dice que lo lamenta
mucho pero que si no tiene correo electrónico virtualmente no existe y que como no existe, no le puede dar el
trabajo. Desesperado, sin saber qué hacer y sólo con dos dólares en el
bolsillo, decide ir hasta el mercado más cercano a comprar un cajón de tomates
de 10 Kg. Va de casa en casa vendiendo a dólar la libra de tomates. En menos de
2 horas había duplicado el dinero. Repite la operación tres veces más, luego
cena en un sitio por cinco dólares y vuelve con quince dólares a su casa.
Se da cuenta que de esa forma puede
sobrevivir y sale cada vez más temprano y vuelve más tarde, duplicando y
triplicando el dinero en un solo día. Logra comprarse una camioneta que al año
cambia por un camión y a los tres años ya tiene una pequeña flota. Al cabo de
cinco años, el buen hombre es dueño de una de las principales distribuidoras
alimenticias del país.
Entonces, recibe a un agente de seguros de
vida y cuando la charla termina, el vendedor le pide su correo electrónico para
enviarle la póliza. El sujeto contesta que no tiene correo electrónico, es más,
ni siquiera una computadora. “Si usted no
tiene correo electrónico y ha llegado a construir este imperio, no quiero
imaginarme lo que sería si tuviera correo electrónico”. Y el hábil hombre
le contesta: ¡Sería barrendero de Microsoft!
Picardías de
campo [Ingeniosos
por un bien mayor, como lo hizo Zaqueo]
En una importante vía de la
ciudad se cayó un puente. El tráfico fue desviado por un camino de vereda sin
pavimentar. El verano era intenso y ni asomo de llover. El desvío justo pasaba
por el campo de los Medina, que tenían la casa cerca de la carretera y cada vez
que pasaban los carros llenaban la casa de tierra; ya no podían extender la
ropa, le habían matado varias gallinas; los perros ya afónicos por tanta tierra
no podían ni ladrar. El señor Medina cansado fue a indagar cuanto tardarían en arreglar
el puente. De 5 a 6 meses le dijeron.
Como eso es mucho tiempo, habrá
que hacer algo. Y se notó que algo hizo porque a los dos días, cuando los
carros tomaban la esquina del campo de los Medina, reducían la velocidad a 10
Km/h y se veía a los conductores mirar a lado y lado de la vía como
esperando el tren, y al terminar el predio de los Medina, aceleraban otra vez.
Los vecinos que, estaban al
tanto, comenzaron a murmurar y se decían unos a otros: ¿Qué habrá hecho el sr.
Medina? ¿Habrá puesto tachuelas? - ¡No porque no cambian las llantas! - ¿O
habrá hecho zanja en el camino? No porque no se les ve saltar. Y fueron a
averiguar. Y claro, lo que había hecho el señor Medina, fue que simplemente
colocó un letrero que decía: ¡Atención señores conductores, precaución; en los
próximos metros: campo nudista!
El piano: [Subió
al árbol, aunque no le fue fácil]
4 hombres iban a subir un piano
al piso 10. Ya habían subido algunos pisos; estaban muy cansados y uno de ellos
dijo: alguien que vaya a ver cuántos pisos nos faltan. - Otro dice: listo, yo
voy. El tipo sube y llega hasta el piso 10…Y dice: bueno, si subí 6 pisos es
porque estamos en el piso 4. Entonces, baja y dice a sus compañeros: Les tengo
dos malas noticias.
Uno de ellos dice: Dinos una…Y
la otra, cuando lleguemos porque estamos muy agotados, venga y nos ayuda porque
esto pesa muchísimo. Listo. La primera mala noticia es que nos faltan 6 pisos
para llegar. Y siguieron subiendo. – Los hombres ya bien cansados llegaron al
piso 10 y el otro, pregunta: ¿Y cuál era la otra mala noticia? – El tipo les
contesta: pues que este no era el edificio.
Trepar el
poste… Como Zaqueo se trepó al árbol. [Para niños]
Iba entrando un doctor a un manicomio y en
el patio observó una fila de locos cerca de un poste, el doctor observó al que
iba subiendo, que una vez arriba del poste, dijo: “Muy cierto” y se bajó. Luego
subió otro y dijo: “Así es, es verdad” y bajó. Al salir, el doctor volvió a ver
una larga fila cerca del poste, y se preguntó que habría al final del poste. A
la medianoche cuando los locos dormían, subió al poste para ver por qué todos los
locos subían una y otra vez. Al llegar arriba se percató de una nota que decía:
“Aquí se terminó el poste”.
Subir la pendiente. [Para niños]
-Una paciente de 60
años le pregunta al doctor: Oiga doctor, cuando subo la pendiente para llegar a
mi casa me fatigo muchísimo, ¿Qué me aconseja tomar? Y el médico le responde: -
Yo le aconsejo… ¡Que tome un taxi, señora!