No dejes por fuera al piloto [Jesús, único que nos lleva a Dios] En el aeropuerto de una ciudad del Extremo Oriente caía un tremendo temporal. Los pasajeros atravesaron corriendo la pista para subir sobre un DC3 a punto de partir para un vuelo interno. Un misionero, empapado hasta los huesos logró encontrar un sitio libre junto a la ventanilla. Una simpática azafata ayudaba a los otros pasajeros a irse acomodando. El avión estaba a punto de despegar y un miembro de la tripulación cerró la pesada puerta de embarque. De repente se vio a un hombre que corría hacia el avión, protegiéndose de la lluvia con un impermeable. El pasajero retrasado golpeó con fuerza la puerta del avión gritando que le abrieran. La azafata le explicaba con gestos que era demasiado tarde. El hombre redobló los golpes contra la portezuela del avión. La azafata trataba de convencerlo de que desistiera. No es posible. Ya es demasiado tarde…Tenemos que partir, le decía la azafata. No había nada que hacer: el hombre insistía pidiendo a voces que le abrieran. Por fin, la azafata le abrió la portezuela. Estiró la mano y ayudó al pasajero retrasado a subir a bordo. Y se quedó boquiabierta. Aquel hombre era el piloto del avión. La Hormiga y la cigarra (J. La Fontaine) [¿cristianos hormigas o cigarras?] Cantó la cigarra durante todo el verano, retozó y descansó, y se ufanó de su arte, y al llegar el invierno se encontró sin nada para comer. Fue entonces a llorar su hambre a la hormiga vecina, pidiéndole que le prestara de su grano hasta que llegara la próxima estación. Y añadió: – Te pagaré con intereses antes de la cosecha, te doy mi palabra. Pero la hormiga preguntó a la cigarra: -- ¿Y luego tú qué hacías cuando en el tiempo de verano? – Cantaba noche y día libremente – respondió tranquilamente la cigarra. – ¡Ah, con que cantabas! – Me gusta tu frescura! Pues entonces ponte ahora a bailar. No pases tu tiempo dedicada sólo al placer. Trabaja, y guarda de tu cosecha para la escasez del frio invierno. Lección: Los “cristianos hormigas”, no hacen mucho ruido, pero cada día van sembrando pequeñas esperanzas y mantienen buena reserva de aceite nuevo en sus corazones. Los “cristianos cigarras”, hacen demasiado ruido, dicen, pero no hacen. No tienen voluntad para esforzarse cada día porque no tienen fijo un objetivo definitivo. ¡Peligro, loro bravo te vigila! [El diablo nos quiere atacar] Entra el cartero en una casa, y encuentra un letrero que dice: ¡Cuidado con el loro!. Continúa husmeando, y otro cartel: ¡no moleste al loro!... El cartero, un poco asustado abre la puerta, y ve en una jaula, a un lorito pequeño, desgarbado y desplumado, con un letrero: ¡loro peligroso te vigila! El cartero, riéndose toca la jaula; el lorito, con su patica da un golpe en el suelo; y a dos perros que se encuentran detrás del cartero, uno, un óberman, y el otro un rottweiler, con cara de hambrientos, les dice: ¡masacre y ¡sultán! Al ataque! Policía vigilante [No dejemos que el diablo nos distraiga] Un hombre detiene a una señora por la calle y le pregunta: -Disculpe, Señora Ud. ¿No vio por aquí a un policía vigilando? -No, no vi a ninguno –respondió la mujer. -Perfecto! - ¡Entonces deme su cartera, su reloj y su collar! ¡Que el Señor nos encuentre trabajando! […Y no hago más na…!] Dice un canto del combo de Puerto Rico: “Me levanto por la mañana, me doy un baño y me perfumo, me como un buen desayuno, y no hago más na. – Después me voy a la hamaca, a dormir una siestita; y a veces duermo dos horas y a veces más, y no hago más na. -Cuando se me pega el sueño, enseguidita me voy a acostar, y duermo hasta por la mañana y no hago más na…y no hago más na… -Qué bueno es vivir así, comiendo y sin trabajar, qué bueno es vivir la vida, ¡comiendo, durmiendo y no haciendo na…Por eso el Señor nos dirá: ¡No los conozco, porque no hicieron na…! ¿Costeños o cachacos? [La pereza y la envidia agotan el aceite del alma] Un cachaco fue a una convención a la costa, y en eso ve a un costeño acostado en una hamaca con una botella de ron vacía y haciendo tremenda siesta. El cachaco lo despierta y le dice: ¡Ala! – Ud. ¿Usted no sabe que la pereza es la madre de todos los vicios? – Y el costeño sin moverse le contesta: “Si, yo sé que la pereza es la madre de todos los vicios y como a toda madre, hay que respetarla”. ¡Además, no olvide cachaco, que la envidia también es un pecado capital y hace más daño! Loquitos [Dios siempre está viniendo] – Para misa con niños]
En un asilo de enfermos mentales, un loquito se levanta y dice: “Yo soy el enviado de Dios”, vengo a ver qué están haciendo. Todos se asustaron. Entonces, otro se levanta y dice: ¡No sea mentiroso! ¡Yo soy el enviado de Dios! - Se levanta otro y dice: “El enviado de Dios, soy yo”. Y así todos se peleaban diciendo lo mismo. De pronto alguien gritó más fuerte diciendo: tranquilos, tranquilos, no sé qué les pasa, ¡Porque yo no he enviado a nadie! |