[El látigo del Señor, purifica nuestro corazón] Una señora fue al médico y le presentó la lista de todas sus enfermedades. Después de examinarla, el médico concluyó que era su actitud negativa ante la vida: la ira, la soberbia, la intolerancia y el resentimiento lo que hacía que estuviera enferma. El médico le mostró una estantería llena de frascos y le dijo: "¿Ve esos frascos? Todos tienen distinta forma, pero todos están vacíos." Yo puedo tomar un frasco y llenarlo con medicina o con veneno. La decisión es mía. Usted decide: ¡O sigue llenando su vida con todos esos venenos, o comienza la llenarla de amor, paz y perdón! ¿Qué atrapa nuestro corazón?
Maestro, ¿qué piensa del dinero? – preguntó el discípulo. – Mira a la ventana, – le dijo el maestro -, ¿qué ves? – Veo una mujer con un niño, una carroza tirada por dos caballos, y una persona que va al mercado – Bien. Ahora mira al espejo. ¿Qué ves? – Y ¿qué quiere que vea? – pues me veo a mí mismo – Ahora piensa: la ventana está hecha de vidrio, lo mismo que el espejo. Pero basta una pequeñísima capa de plata por detrás del vidrio para que el hombre sólo se vea a sí mismo.
¿Cómo los monos?
Cuentan que cazadores en la India tienen un método ingenioso para atrapar monos. Ponen garbanzos en botellas y cuando un mono los agarra, no puede sacar su mano por la boca de la botella. Como no quiere soltar los garbanzos, pierde agilidad y velocidad, siendo una presa fácil. En poco tiempo será el menú del cazador. Supuestamente nosotros somos más inteligentes que los monos, pero tenemos una tendencia similar de aferrarnos a las cosas y no soltarlas, aun cuando eso signifique nuestra propia destrucción.
Al sol, lo tapa una triste nube… A Dios, una simple moneda
Cierto día, el Cardenal Newman mantenía una charla con un importante hombre de negocios, descendiente de banqueros y comerciantes, que alardeaba de sus riquezas y se ufanaba de su poca fe. El cardenal sabía que para “llegar” al corazón de este señor, no le serviría ninguna reflexión de fe, sino algo práctico y, sobre todo, sencillo.
Entonces, el Cardenal Newman en un papel escribió la palabra “Dios”, y colocó sobre ella una moneda: “¿Qué ves?” – le preguntó-. “Una moneda” respondió. “¿Nada más?” – insistió el Cardenal. El Cardenal quitó la moneda, y preguntó: “Y ahora, ¿qué ves?” “Veo a Dios” – respondió el negociante. ¿Y qué es lo que te impide ver a Dios? – le preguntó de nuevo el Cardenal. Entonces, ¿Qué es lo que te impide ver a Dios? – Y el negociante guardo silencio. Expulsó a látigo a los vendedores [“Celo”, es distinto a “celos”] Después de un largo viaje, una mujer llega tarde e inesperadamente a su casa; abre cuidadosamente la puerta de su dormitorio. Debajo de las cobijas ve cuatro pies en lugar de dos. Entonces va en busca del bate de béisbol de su hijo y empieza a golpear con todas sus fuerzas a las dos personas que están debajo de las cobijas. Después, ignorando los quejidos provenientes de dolor, va hacia la cocina por un vaso de agua para calmarse. Y cuando entra en la cocina, ve a su marido allí leyendo una revista. “Hola cariño”, dice él, “Tus papás vinieron hoy a visitarnos y yo les dije que se acostaran en nuestro dormitorio. ¿Ya los saludaste?” Amoldamos a Dios a nuestra medida
Jairo está rezando en la iglesia, pidiendo al Señor para que le fuera bien en todos sus negocios. De pronto llega un hombre muy pobre y comienza a rezar en voz alta: Señor, dame alguito para poder almorzar, y repetía: Señor dame alguito para poder almorzar. Entonces Jairo sacó de su bolsillo 10.000 pesos y se los dio al hombre, diciéndole: tome y no me distraiga a Dios con pequeñeces. Un “dios” mercantil Un señor va a la iglesia y frente a la estatua de San Pedro le pide: Por favor, San Pedro, haz que mañana llueva o te rompo con un martillo. El párroco escuchó esto y cambió de lugar la estatua de San Pedro, colocando una igual pero pequeñita para que el individuo no rompiera la imagen grande. Al día siguiente, el mismo señor, y muy malgeniado, entra a la iglesia y le dice: Pedrito, ¿dónde está tu papá?
Regalo con motivo del “día de la mujer” En el centro Comercial, cuando la mujer se gira hacia su marido, se da cuenta que él no está. Enfadada, lo llama al móvil y le pregunta casi gritando: ¿dónde se ha metido?: El marido le responde: ¿Recuerdas aquella joyería en la que entramos hace unos años y a ti te encantó ese anillo de diamantes que no lo podíamos comprar y que yo te prometí que algún día te lo compraría? – Y ella, casi llorando de la emoción, y con voz tierna le contesta: ¡Pues claro que me acuerdo mi amor, mi tesorito! – Y el marido le responde: - ¡Es que estoy en el bar de enfrente! Dios no mira las pretensiones, sino la humildad… Como la de la flor: Un Señor muy ostentoso conoció a una joven muy linda, pero con muy poca cultura. No obstante, se sentía muy atraído por ella; entonces para impresionarla gratamente le dijo que él le quería regalarle algo que le gustara, que escogiera lo que quisiera. La humilde muchacha le dijo: - Quiero que me regale una flor. El hombre se conmovió y pensó: ¡Ay, qué ternura!, ¡cuánta humildad! - entonces le pregunta a la muchacha: - ¿Sólo eso? ¿Qué flor quieres? ¿Una rosa o un clavel? -Y la muchacha le contesta: - No, yo quiero es una “Flor Explorer 4 x 4”. |