“El Señor es mi Pastor, nada
me faltará”
Salmo 22: El
Buen Pastor
Cuenta una historia que, en una sala, un
reconocido lector deleitaba a los demás recitando trozos de libros famosos. Un
sacerdote estaba allí y en un momento de descanso le preguntó si podía recitar
el salmo del Buen Pastor. El declamador le respondió: Claro que puedo y lo voy
a declamar, pero como condición, después lo recitará también usted.
El sacerdote, extrañado por la propuesta,
aceptó. La declamación del artista fue preciosa, entusiasta. Una lluvia de
aplausos cerró su presentación. Luego fue el turno del sacerdote. Declamó el
mismo salmo 23, de memoria. Al terminar, no hubo aplausos, sólo un silencio muy
grande, un silencio espiritual. A algún ojo incluso se le escapó una lágrima.
Pasados unos instantes el declamador se
levantó y dijo: "Ustedes acaban de presenciar algo muy grande. Hubo una
gran diferencia: “Yo declamé
extraordinariamente el salmo sobre el pastor porque sé utilizar muy bien las
palabras y las formas, por eso arranqué aplausos; pero sólo él supo transmitir
la esencia del salmo, porque su alma conoce al Pastor, y por eso él arrancó
lágrimas.”.
Una oveja
ante el tribunal: [Escuchar
la voz de quienes nos aman]
Cuentan que un humilde pastor fue arrestado por haberse robado una
oveja. Él juraba que era inocente, que la oveja era suya y que hacía días que
la echaba de menos. Cuando el caso fue llevado ante el juez, éste perplejo, no
sabía cómo resolverlo. Finalmente decidió que trajeran la oveja a la sala y
mandó al acusador que saliera de la sala y desde la puerta llamara a su oveja.
La llamaba insistentemente, pero la oveja no
respondió a su voz, sólo levantaba la cabeza asustada. El juez, luego mandó salir al acusado, y que
desde la puerta llamara a la oveja. Cuando éste comenzó a llamarla, la oveja
saltó y corrió hacia la puerta. Estaba claro que la oveja conocía la voz de su
amo. El juez declaró el caso
cerrado.
El
matemático y el pastor: [el Pastor conoce sus ovejas y
ellas lo conocen]
Un matemático pasea por el campo, sin nada
que hacer, aburrido. Encuentra a un humilde pastor que cuida un numeroso rebaño
de ovejas, y decide divertirse un poco a costa de él. – Buenos días, buen
pastor. – Buenos días, Señor. – Solitario oficio, el de pastor, ¿no? – Usted es
la primera persona que veo en seis días. – Estará usted muy aburrido. Mire, le
propongo un juego.
Si yo le adivino el número exacto de ovejas
que hay en su rebaño, me regala usted una. ¿Qué le parece? – Trato hecho. El
matemático pasa su vista por encima de las cabezas de las ovejas, murmurando
cosas, y en unos segundos dice: - 586 ovejas. El pastor, admirado, confirma que
ése es el número preciso de ovejas del rebaño.
Se cumple en efecto el trato acordado, y el
matemático escoge una oveja entre las 586 y comienza a alejarse con la oveja
escogida. – Espere un momento, le dice el humilde pastor. ¿Me permitiría una oportunidad de revancha? – Hombre, naturalmente.
Pues ¿qué le parece? Si yo le acierto su profesión, ¿me devuelva usted la
oveja? – De acuerdo, dijo.
El pastor sonríe, y sentencia: - Usted es
matemático. - ¡Caramba! Ha acertado. Lo que no logro entender es cómo adivinó
cuántas ovejas había, le replicó el pastor. El matemático argumentó: Cualquiera
que tenga buen ojo para los números podría haber contado sus ovejas. – Sí,
respondió el pastor. Lo que yo no entiendo es cómo un matemático, entre 586
ovejas, fue capaz de escoger para llevarse justamente el perro…
El lorito predicador: [Predicar,
es riesgoso y causa asusta]
Un lorito fue
entrenado para dar un sermón en una iglesia, y le tocaba justo el día del buen
pastor. Ya en el púlpito se asustó al ver repleta la iglesia y muy nervioso
movía la cabeza de un lado para otro. El entrenador del lorito, al ver que no
arrancaba se acercó y en tono fuerte le dijo: “O hablas o te quito las plumas y
te hecho al corral de las gallinas”. El loro, inmediatamente comenzó a hablar
diciendo: “Hermanos, oremos porque el enemigo
anda suelto”.
El cucharón y la novia [Por el
día de la madre, porque ella se la sabe todas]
Juan invita a
su madre a cenar una noche en su apartamento de soltero. Durante la cena la madre no pudo dejar de reparar en lo hermosa que era Lourdes, la compañera de
apartamento de su hijo. Durante mucho tiempo ella había tenido sospechas de
que su hijo tenía relaciones con Lourdes
y, al verla, la sospecha se acrecentó. En
el transcurso de la velada, mientras veía el modo en que los dos se comportaban, se preguntó si tendría algo.
Leyendo a su
madre el pensamiento Juan le dijo: "Mamá, se lo que estás pensando, pero te aseguro que Lourdes y yo solo
somos compañeros de apartamento".
Aproximadamente una semana después, Lourdes le comento a Juan que desde el día en que su madre vino a cenar, no
encontraba el cucharon grande de plata
para servir la sopa. Juan contesta que,
dada la posición de su madre, dudaba que se lo hubiese llevado pero que le escribiría una carta.
Así que se
sentó y
escribió: " Querida Mama: No estoy diciendo que tu cogieras el cucharon de plata
de servir sopa, pero tampoco estoy
diciendo que no lo cogieras, pero el
hecho es que desapareció desde que tu viniste a cenar a casa." Unos días
más tarde, Juan recibe una carta de su madre que decía: "Querido hijo: No estoy diciéndote que te acuestas con
Lourdes o que no, pero el hecho es que,
si Lourdes se acostará en su propia cama,
ya habría encontrado el cucharon de plata
para servir sopa." Con todo cariño,
Mama".
Presencia de Dios: [El ladrón entra por
la ventana] [Parta misa con niños]
Un ladrón a la media noche se
mete en una casa a robar. Entra por una ventana, y cuando está adentro en la
oscuridad oye una voz que dice: ¡Jesús te está
mirando! Entonces, el ladrón se asusta y
se detiene. Luego como ve que no ocurre nada continúa. Y de nuevo la voz le
dice: ¡Jesús te está mirando!
El ladrón
asustado prende la luz y ve que la voz venía de un loro que estaba en una
jaula, y el ladrón le dice: ¡Ah, que
susto me diste! ¿Cómo te llamas lorito? Y
el loro le responde: Me llamo Pedro.
Pedro es un nombre extraño para un loro. Y el loro le contesta: Más extraño es el nombre “Jesús” para el Doberman que te está mirando.
Escuchar la voz del Buen Pastor: [Mis ovejas
escuchan mi voz] [Para niños]
Iba un tenedor por
la calle y, de pronto, vio una cuchara que iba caminando toda garbosa. El
tenedor, emocionado, le gritó: ¡Ey…Cuchara…Cuchara…Cuchara!!! – Y como la
cuchara siguió su camino, el tenedor se quedó extrañado, y dijo… ¡Ve, ¡qué
raro, parece que NO ES-CUCHARA…!
Llamar a la puerta: [El Buen Pastor le abre la puerta a sus ovejas]
[Para niños]
Eran las 3:30 de la mañana; caía un terrible
aguacero y un borrachito gritaba: -Alguien que me empuje. Una señora escucha y
despierta al marido: - Amor, ve y ayuda a ese pobre señor que se le debió
quedar atascado el carro y no hay quien le ayude. El marido, bastante enojado,
abre la puerta de la casa, sale en pleno aguacero que no se veía nada y grita:
- Señor, ¿En dónde está para empujarlo? Y el borrachito, contesta: ¡Acá, en el
columpio!