El Padre Damián. Un día, el P. Damián decidió ejercer su ministerio entre los leprosos de Molokai, llamada la isla maldita. Y se entregó a ellos con la misma compasión de Jesús. Un día comenzó su predicación con estas palabras: "Mis hermanos leprosos". El padre Damián había adquirido la lepra. Ahora no sólo era el párroco sino también un leproso más. Nunca volvió a su tierra y murió de lepra, porque como leproso que era tenía prohibido salir de la isla maldita. Todavía estoy vivo. [El poder de una sonrisa]: El poeta Raúl Follereau, solía contar esta historia: visitando un refugio de leprosos en una isla del Pacífico le sorprendió que, entre tantos rostros muertos y apagados, hubiera alguien que había conservado unos ojos claros y luminosos que aún sabían sonreír y que se iluminaba con un «gracias» cuando le ofrecían algo. Entre tantos «cadáveres» ambulantes, sólo aquel hombre se conservaba humano. Cuando preguntó qué era lo que mantenía a este pobre leproso tan feliz, alguien le dijo que observara su conducta por las mañanas. Y vio que apenas amanecía, aquel hombre acudía al patio que rodeaba la leprosería y se sentaba enfrente del alto muro de cemento que la rodeaba. Y allí esperaba hasta que, a media mañana, tras el muro, aparecía durante unos cuantos segundos otro rostro, una cara de mujer, vieja y arrugadita, que le sonreía. Entonces el hombre se alimentaba con esa sonrisa y sonreía él también. Luego el rostro de la mujer desaparecía y el hombre, iluminado, tenía ya alimento para seguir soportando el resto del día y esperar a que a la mañana siguiente regresara el rostro sonriente. El leproso le explicaría después que esa mujer era su esposa. Cuando lo sacaron de su pueblo y lo trasladaron al refugio de leprosos, su mujer lo siguió hasta el poblado más cercano. Y a pie se iba cada mañana para continuar expresándole su amor. «Al verla cada día -decía el leproso- sé que todavía estoy vivo.» Madre Teresa de Calcuta y la periodista:
Cuentan que una periodista, viendo a la Madre Teresa de Calcuta limpiar con gran ternura a un leproso, le dijo: -Uyy, hermanita…Yo no sería capaz de hacer eso ni por todo el oro del mundo. Y la Madre Teresa le respondió: - ¡Ni yo tampoco…Lo hago por amor! El accidente. [La sabiduría de los leprosos: esperar a que llegara Jesús] Una mujer y un hombre se ven envueltos en un terrible accidente de tránsito. Los autos quedaron totalmente destrozados, pero asombrosamente ninguno de ellos sufrió heridas. Después que lograron salir de sus autos, la mujer, -que era muy bonita-, dice: Mire, qué interesante: usted un hombre y yo una mujer. Solo observe nuestros autos, no ha quedado nada de ellos, pero afortunadamente estamos ilesos. Esto debe ser una señal de Dios para que nos conociéramos y vivamos juntos toda la vida. Estoy completamente de acuerdo con usted, replicó el joven, esto debe ser una señal de Dios. La mujer continúa: Y observe otro milagro, en mi carro lo único que no se rompió fue esta botella de wisky. De seguro Dios quiere que nos la bebamos y celebremos nuestra buena suerte. La joven mujer le pasó la botella al Señor. El caballero aceptó de inmediato, abrió la botella y se tomó varios tragos. Luego se la devuelve a la mujer. Ella toma la botella, inmediatamente le pone la tapa y se la regresa al hombre. El hombre entonces le pregunta: ¿Es que tú no va a beber? – La mujer, sabiamente, se limita a decir: No- ¡Mejor yo espero hasta llegue la policía! Compasión y lástima
Un alemán que iba en su auto Mercedes Benz a toda velocidad por la carretera, se encuentra de repente con un carruaje tirado por un caballo al que no puede esquivar y se lo lleva por delante. Se baja de su auto y ve un panorama desolador: El caballo sin poder moverse, y dice: - Yo no poder ver sufrir caballo! - Saca una pistola de su bolsillo y lo mata. Unos metros más allá divisa a un perrito que solo podía mover la cola, con la mirada perdida.
Y vuelve a exclamar: - Yo no poder ver sufrir perrito! – Le pega otro tiro y lo mata. Se da la vuelta y, mirando con la linterna hacia lo alto de un árbol, ve colgado de las ramas al cochero, perdiendo sangre, con un brazo y una pierna rotos, con la cara amoratada, un ojo sin poder abrirlo, y heridas por todo el cuerpo. Y antes que el alemán dijera algo, el cochero aclara: -Parece mentira, pero ¡no me ha pasado nada! ¿Ayudar al necesitado? A las 3 de la madrugada, caía un fuerte aguacero, y un borracho gritaba: "¡alguien que me empuje!", "¡alguien que me empuje!". Una señora escucha, despierta al marido y le dice: ─ ¡Amor, despierta! - Ve a ayuda a ese pobre hombre que se le debió varar el carro y no hay quien lo ayude. El marido muerto de sueño se niega, pero ella insiste: ─ Acuérdate que el otro día nos varamos a media noche y apareció alguien quien nos ayudó. Ve, no seas malo. Mientras tanto la voz vuelve y grita “¡alguien que me empuje!”. El marido hace un esfuerzo tremendo. Se levanta enojado, se pone las botas pantaneras, un impermeable y sale en pleno aguacero. En la calle todo está oscuro, no se ve nada. Mira a un lado y a otro y grita: ─ ¡¿Dónde está para empujarlo?! Y el borrachito responde: ─ ¡Aquí, aquí… en el columpio! Niño previsivo
Doctor, dice el niño, ¿me puede dar un calmante para el dolor? ¿Qué dolor? ¿Dónde te duele? Todavía no lo sé. Lo sabré mañana, cuando mi papá vea cómo me fue en el examen final.
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