Historia de amor: [Como un
cuento de San Valentín]
Ocurrió en 1920. Existió un
hombre que tenía una bella confianza en Dios. Este hombre puso un aviso en el
periódico, que decía: "Oficial de
servicio público, soltero, católico, 43, pasado inmaculado, del campo, busca
una muchacha católica, buena y pura, que pueda cocinar bien, hacer las tareas
de la casa, con talento de coser, y con intención de matrimonio, tan pronto
como sea posible.
Fortuna
deseable, pero no una pre-condición." Una mujer llamada María Peinter respondió
al aviso. Tenía 36 años, una cocinera entrenada, e hija natural de un panadero.
No tenía una fortuna, pero se casaron a los cuatro meses. A pesar de sus edades
un poco avanzadas, tuvieron tres hijos: dos niños y una niña.
El menor recibió
el mismo nombre que su papá: Joseph Ratzinger.
Hoy, más conocido como el Papa
Benedicto XVI. Nota: Después de su elección, alguien mostró el aviso al
Papa Benedicto XVI. Desde luego, sonrió. El Papa Benedicto iba a hablar mucho
sobre ese amor. De ahí que a su primera encíclica la tituló, "Dios es amor"., donde nos
dice que “El matrimonio es la mayor
figura del amor de Dios”.
La única
manera para no tener enemigos
El presidente de los EE.UU. Abraham Lincoln,
era famoso por la extrema cortesía que dispensaba a sus adversarios políticos.
La conducta del presidente no siempre era compartida por sus propios ministros.
Uno de ellos, un día, le dijo fastidiado: ¿Por qué los tratas como si fueran
tus amigos? ¡Merecerían más bien que los eliminaras! "Es lo que hago"
respondió Lincoln. "¿Acaso no elimino a un enemigo cada vez que lo
convierto en amigo?
Sin enemigos
El papa
Juan XXIII, en su larga agonía, a quien le sugería que rezara y perdonara a sus
enemigos, el papa le decía: "Pero, yo no tengo enemigos".
¿Pero, entonces, no practica el mandamiento de perdonar a sus enemigos? – “Sí
que lo practico; lo que pasa es que, a los que me odiaban, yo los amaba y por
eso ya no eran mis enemigos”.
Las cuatro estaciones: [Sólo
Dios puede juzgar]
Había un hombre que tenía cuatro hijos. Como
parte de su educación, él quería que ellos aprendieran a no juzgar a las
personas y las cosas tan rápidamente como suele hacerse, aunque, quizá, haya
motivo para hacerlo.
Entonces los envió a cada uno, por turnos, a
ver un árbol de peras que
estaba a gran distancia de su casa. En su país había estaciones, así que
el primer hijo fue en invierno; el segundo en
primavera; el tercero en verano y
el cuarto en otoño. Cuando
todos habían ido y regresado, el padre los llamó y les pidió que describieran lo que habían
visto.
- El primer hijo dijo que el árbol
era horrible, giboso y retorcido;
parecía seco y sin vida.
- El segundo hijo dijo que no, que el
árbol estaba cubierto de brotes
verdes y lleno de retoños que prometían flores.
- El tercer hijo no estuvo de acuerdo: él dijo que estaba
cargado de flores, que emanaba un
aroma muy dulce y se veía hermoso; era el árbol más lleno de gracia que
jamás había visto.
- El último hijo tampoco estuvo de
acuerdo con ninguno de ellos. Dijo que el árbol estaba cargado de peras
maduras, lleno de savia y bienestar.
Como los pájaros acudían al peral para comer
de los frutos que se estaban marchitando, todo a su alrededor se llenaba de un exquisito aroma. Entonces
el padre les explicó a
sus hijos que todos tenían la
razón, porque ellos sólo habían visto una de las estaciones de la vida del árbol. Y añadió que por
eso no se podía juzgar a una persona por sólo ver una de sus facetas. Moraleja:
“La esencia de lo que somos, sólo puede ser medida al final, cuando todas las estaciones de nuestra vida
se den”.
Las dos mejillas
En cierta ocasión surgió un
altercado entre dos hombres, y comenzaron a discutir. En el transcurso del
pleito los ánimos se fueron calentando y se cruzaron palabras no demasiado
afectuosas, hasta que uno de ellos soltó un bofetón a su interlocutor.
Como éste era buen cristiano,
le puso la otra mejilla. Al otro le gustó ese gesto y no quiso desaprovechar la
oportunidad. Después, el que había recibido las dos “caricias”, se arremangó la
camisa, diciendo: ¡Hasta aquí llegó el Evangelio! - Ya podemos imaginar lo que
vino después!
Amor
a distancia:
Una mujer ejecutiva destinada temporalmente
en Paris por negocios recibe una carta de su novio desde Argentina. La carta
decía lo siguiente: "Querida Laura: Ya no puedo continuar con esta
relación. La distancia que nos separa es demasiado grande. Tengo que admitir
que te he sido infiel diez veces desde que te fuiste y creo que ni vos ni yo
nos merecemos esto, lo siento. Por favor devuélveme la foto que te envié. Con
amor. Roberto".
La mujer, muy herida, le pidió a todas sus
compañeras de trabajo que le regalaran fotos de sus novios, hermanos, amigos,
tíos, primos, etc. Junto con la foto de Roberto, incluyó todas esas otras fotos
que había recolectado de sus amigas. Había 57 fotos en el sobre y una nota que
decía: "Roberto, perdóname, pero no puedo recordar quién eres! Por favor,
busca tu foto en el paquete y devuélveme el resto."
Ojo por
ojo: [Misa para niños]
Estaban dos vecinas y una le dice a otra:
- Ay vecina, me da mucha pena que mi gallina haya destrozado su jardín.
-
No se preocupe, dice la otra, porque mi perro acaba de comerse su gallina.
-
Menos mal, dice la primera, porque mi carro acaba de matar a su perro.
Ahora ya sabe: [Nada de venganzas]
[Misa para niños]
Un niño de 6
años llegó llorando hasta donde estaba su mamá porque su hermanita le había
halado el cabello. -No te
enfades, -le dijo su mamá. –Tu hermanita “no
sabe” que halar el cabello duele. Un momento después, al escucharse más llanto, la mamá
salió a investigar qué pasaba. En esta ocasión era la chiquita la que está
llorando sin consuelo. Su hermano le dice a la mamá… -Ahora ya sabe!!!