Bendita inocencia.  [El Niño Jesús se pasea en camioneta] 

   En la comunidad de religiosas clarisas en el convento, sor francisca, cinco días antes del comienzo de la Novena al Niño Dios, limpia y retoca cada imagen del Nacimiento que todos los años ponían en su iglesia. Este año tuvieron que cambiar al Niño Jesús, pues el que tenían había perdido la pintura de tantos besos que recibía, al tiempo que le faltaban dos dedos de la mano izquierda y tenía un chichón en la cabeza. 

   Parece ser, según cuentan, que Pedrito, el hijo pequeño del hombre de los mandados del convento, había cogido el Niño Jesús para darle un beso y se le cayó al suelo. Una vez concluido el pesebre, la hermana francisca, llamó a la madre superiora para que diera su aprobación. La madre superiora quedó encantada con el pesebre, y de modo especial, con la belleza del Niño Jesús. 

   Fue un regalo de un feligrés que lo trajo de Roma en peregrinación. El 24 por la noche antes de la Santa Misa la hermana francisca, toda asustada, fue en busca de la madre superiora: — ¡El Niño Jesús no está! La madre superiora entonces le preguntó al sacerdote que se estaba revistiéndose para la Misa: — Padre, ¿sabe usted algo del Niño Jesús? A lo que el Padre respondió: — ¡Claro, lo que nos dicen los evangelios! — No, padre. 

   Quiero decir que el Niño Jesús no está. ¡Parece ser que lo han robado! - Habría que buscar, aunque fuera el Niño Jesús antiguo para la ceremonia; pues como todos los años, acabada la Misa es besado cariñosamente por todos los asistentes, desde la abuela Nicolasa hasta el último hijo de rosa que acababa de cumplir tres meses. 

   Minutos después, vuelve la sacristana diciendo que el Niño Jesús antiguo no lo tenían, pues lo habían regalado a una familia pobre que no tenían Niño para el pesebre. — Hermana. –dijo el sacerdote: vaya usted a la plaza del ayuntamiento y compruebe si en los puestos de figuras que el alcalde ha colocado estos días, hubiera un Niño Jesús. Sor francisca, remangándose el hábito, después de haber tomado algo de dinero, se fue corriendo a la plaza del ayuntamiento a ver si tenía suerte. En su camino, comenzó a llorar y a pensar: “Con lo bello que era el nuevo Niño Jesús. ¡Qué lástima!” 

   En esto que, al dar la vuelta a la esquina del convento, se encontró con Pedrito que iba arrastrando una camionetica de juguete. Sor francisca lo reconoce y le pregunta: — Pedrito, ¿qué llevas envuelto en tu preciosa camioneta? — El Niño Jesús, – responde risueño Pedrito. — ¿El Niño Jesús? – Exclama asombrada sor francisca. — ¿De dónde lo sacaste? — De la iglesia. – Responde todo muy serio. — Pero ¿no sabes que no está bien llevarse cosas de la Iglesia?  — Ya lo sé, hermana. 

   Pero tenía que hacerlo. Le prometí al Niño Jesús que, si me conseguía una camioneta en navidad, lo llevaría primero a Él a dar una vuelta por el barrio. 

Demasiado tarde: 

   El abuelo había insinuado en varias ocasiones que le encantaría tener un D.V.D para ver unas películas Cantinflas que le gustaban. Hijos y nietos ofrecían dar cada uno un aporte del precio, pero no se ponían de acuerdo. En todas las navidades, comprometidos con tantos gastos por otros regalos, se justificaban diciendo: lo que papá necesita es una cobija para estos fríos, seguro que la agradecerá. Hasta que llegó la Navidad de este año y por fin los hijos y nietos se pusieron de acuerdo para comprar el D.V.D. que tanto deseaba. Llegaron a la casa del abuelo y le dijeron: - Te traemos buenas noticias... - Te trajimos tu D.V.D.... El Abuelo les responde: - les tengo malas noticias... - Me quedé ciego. 

Eric y el mendigo: 

   Érase una familia que viajaba el día de Navidad. De vuelta a casa pararon a comer. El restaurante estaba casi vacío. Eric, un bebé de dos años, saludó con su manita y su parloteo a un vagabundo que allí se encontraba. Hola, pequeño amigo, le dijo el viejo vagabundo. Y Eric continuó riendo y diciéndole cosas. Sus padres se sentían muy molestos e incomodos y con unas ganas enormes de que aquel juego terminara. 

   Cuando fueron a pagar, Eric corrió hacia el vagabundo y colocó su cabecita en su hombro. Los ojos del hombre se cerraron y las lágrimas brotaron de sus ojos tristes. Sus manos arrugadas y sucias acariciaron al niño y le dio unas cariñosas palmaditas en la espalda. Después con voz firme le dijo a la madre: "Cuide muy bien a este niño. Dios los bendiga. Gracias Señora, me ha dado usted mi regalo de Navidad". La madre corrió hacia el coche con Eric en sus brazos diciendo: Dios mío, perdóname. 

El mejor regalo de navidad: 

   Tres hermanos que vivían lejos de su pueblo natal y se habían vuelto ricos, discutían para ver quién había dado el mejor regalo de navidad a su anciana madre. El 1° dijo: “yo le construí una mansión”. El 2°, dijo: “yo le envié un carro mercedes con todo y chofer”. El 3° sonrió y dijo: “yo les gané a los dos… ¿Recuerdan cómo le gustaba a mamá leer la Biblia?... y como ustedes saben, ella ya casi no puede ver, así que le conseguí un loro carísimo, grandotote y hermoso que recita de memoria la biblia entera. Es un loro hermoso y único. 

   A los monjes les tomó 12 años amaestrarlo en el manejo de la biblia. Mamá sólo tiene que decirle el capítulo y el versículo y el loro se lo recita de memoria”- Poco después, la anciana madre les envió cartas de agradecimientos a los tres hijos: “José, la casa que me construiste es tan grande que yo sólo ocupo un cuarto y tengo que limpiar todo el día”. “Pedro, estoy muy vieja para viajar, así que rara vez uso el carro mercedes y el chofer es un haragán…” - Querido Manolo: tú si sabes lo que le gusta a tu madre…La gallina estaba deliciosa…”. 

El ladrón madrugador:

   En el día de navidad, el juez quiso ser menos duro con los ladrones ese día. En el primer juicio, le pregunta al acusado: “de qué se le acusa? – de haber hecho mis compras navideñas con anticipación. - Hombre!!! Pero eso no es un delito: ¿y…con cuánta anticipación las compró usted? - Pues antes de que abrieran la tienda.