Cierto día un hombre, su mujer
y su hijo de doce años salieron de viaje con su burro. Al pasar por el primer
pueblo, la gente comentaba: “Mirad ese chico tan maleducado… él, subido en el
burro mientras los pobres padres van caminando.” Entonces, la mujer le dijo a su
esposo: “No permitamos que la gente hable mal del niño. Es mejor que subas tú
al burro.” El esposo lo bajó y se subió él al burro.
Al llegar al segundo pueblo, la
gente murmuraba: “Qué sinvergüenza es ese tipo… deja que la criatura y la
pobre mujer tiren del burro, mientras él va muy cómodo encima.” Entonces,
tomaron la decisión de subirla a ella en el burro mientras padre e hijo tiraban
de las riendas. Al pasar por el tercer pueblo, la gente comentaba: “¡Pobre
hombre! Después de trabajar todo el día, debe
llevar a la mujer sobre el burro. ¡Y pobre hijo! qué será lo que le
espera con esa madre.”
Entonces se pusieron de acuerdo
y decidieron subir al burro los tres, y continuar su viaje. Al llegar al pueblo
siguiente, escucharon que decían: “¡Que familia de bestias, son más bestias
que el burro que los lleva, van a partirle la columna con el peso de los tres!”
Al escuchar esto, decidieron bajarse los tres y caminar junto al burro.
Pero al pasar por el pueblo
siguiente no podían creer lo que las voces decían, porque lo que escucharon
fue: “¡Mirad a esos tres idiotas: caminan, ¡cuando tienen un burro que podría
llevarlos!” Llegados a este punto, el hombre se echó a reír, y besó a la mujer.
La mujer besó al hijo. El hijo acarició al burro, que rebuznó de contento, y
los cuatro marcharon felices olvidando quién montaba encima del burro.
¡Oh, cómo la quería!
El sacerdote estaba terminando el responso y de repente el marido de 78
años, cuya esposa estaba siendo enterrada, empezó a gritar: "¡Oh, ¡cómo la
quería! Los familiares y amigos se sentían incómodos.
Sus hijos, sonrojados intentaban hacer callar al papá. "Está bien, papá,
comprendemos tu dolor, pero..." El esposo miraba fijamente el ataúd que era bajado a la tumba. El
sacerdote siguió rezando y el hombre gritaba fuertemente: "Oh, ¡cómo la
quería! La gente empezó a
dispersarse y él seguía gritando. "Yo sé cómo se siente, le dijo el
sacerdote, pero es hora de marchar. Todos tenemos que marcharnos y seguir
viviendo". ¡Oh, cómo la quería!
Usted, Padre, no me entiende, pero estuve a punto de decírselo una vez.
El cielo brilla en la familia. [No hay
nada como ella…Valorémosla]

Una niña de ocho
años, en una pequeña composición para la escuela, describió cómo era su
familia. El escrito decía: “En mi casa hay dos habitaciones, dos hamacas, una
ventana pequeña y un gato blanco. En mi casa sólo comemos juntos en la noche,
cuando mi papá regresa a casa con una bolsa llena de panes y de pescado seco.
En mi casa todos somos pobres, pero mi papá tiene los ojos azules, mi mamá
tiene los ojos azules, mi hermano tiene los ojos azules y también el gato tiene
los ojos azules. Cuando estamos todos reunidos en la mesa para iniciar la
comida, mi casa se parece al cielo”.
Las edades de una hija:
- A los 4 años: Mi
mamá puede hacer cualquier cosa.
- A los 8
años: Mi mamá sabe muchísimo.
- A los 12 años: Mi mamá realmente no lo sabe todo.
- A los 14 años: Naturalmente mi mamá no tiene ni idea sobre
esto.
- A los 16 años: ¿Mi madre, pero ¡qué podrá saber ella!
- A los 18 años: ¿Esa cucha? Pero si se crió con dinosaurios…
- A los 25 años: bueno, puede que mamá sepa algo del tema.
- A los 35 años: ¡Antes de decidir, me gustaría saber qué
opina mi mamá!
- A los 45 años: Seguro que mi madre me puede orientar.
- A los 55: Qué hubiera hecho mi madre en mi lugar.
- A los 65 años y con los ojos llenos de lágrimas: ¡¡¡Ojalá
tuviera a mi madre para hablar de esto con ella…ya no la tengo!!!
Pareja afín
Un matrimonio es entrevistado en un programa
de televisión por no haber tenido ni una sola discusión después de cincuenta
años de convivencia. Todo curioso, el periodista les pregunta: - ¿Pero es
cierto que nunca han tenido ninguna discusión? - Nunca -respondió la mujer. -
¿Y cómo es eso posible? Deben quererse y comprenderse mucho. - Bueno, cuando
nos casamos, mi marido tenía una yegua preciosa; era la criatura que más amaba
sobre la Tierra y no dejaba que nadie se le acercase.
El día de nuestra boda salimos de la iglesia
en una carroza tirada por la yegua; anduvimos algunos metros y la yegua
tropezó. Mi marido miró de reojo a la yegua y dijo:
- Uno. - Después de algunos
metros más, la yegua volvió a tropezar. Mi marido se enfrentó con la yegua y
dijo: - Dos. - La tercera vez que la yegua tropezó, mi marido no dijo nada,
sacó la escopeta y le metió seis balazos al pobre animal.
- ¿Se puede saber por qué has hecho eso? pregunté aterrada. Mi marido me miró y
dijo: - Uno. - Después de ese momento, jamás hemos discutido.
Bodas de
plata: [Sacar tiempo para la
familia].
Un trabajador, que
fue nombrado el mejor trabajador del año, porque nunca había llegado tarde, ni
había fallado en nada a su empleo. Un día le dice a su jefe con toda
sinceridad:
- Señor, hoy cumplimos con mi amada esposa 25 años de
matrimonio, y quiero celebrar nuestras bodas de plata con mi mujer y mis hijos.
Por este motivo, necesito pedirle permiso. Y el jefe le responde: - ¿Bueno…Y
esto se va a repetir cada 25 años?
Perdiendo el
tiempo: [Dedicarle tiempo a la familia]
Dos señoras muy amigas se encuentran en el
supermercado. Rosita saluda a María: ¿Cómo te ha ido? A los 15 minutos María le
responde: Bien Rosita y ¿cómo está su familia? A la media hora Rosita le
responde: Ahí, bregando.
A la hora, María vuelve y le pregunta a
Rosita: Acaso es que ¿tienen problemas? A la hora y media, Rosita le dice:
Si…como todo el mundo. A las dos horas, se despide María de Rosita, diciéndole:
“Bueno… me tengo que ir…y Rosita le responde: ¡listo…! hablamos cuanto tengamos más tiempo…!
La familia
Díaz… [Es
hora de valorar la familia] [Para misa con niños]
Primera escena: Sale la familia Díaz
planeando sus vacaciones. 2. Acto: sale la familia Díaz empacando maletas. 3.
Acto: Sale la familia Díaz abordando el avión para irse. Título de la obra: “Los Días se van volando”.
Ser sumisos
Un amigo cuando voy a visitarlo
le pregunto ¿quién manda en tu casa? - Y él siempre me responde: en mi casa se
hace lo que yo obedezca.