13° Domingo del Tiempo Ordinario, 30 de Junio de 2019, Ciclo C

publicado a la‎(s)‎ 27 jun 2019, 14:39 por Diseño Web Santa Ana Centro Chía   [ actualizado el 27 jun 2019, 15:25 ]
Chía, 30 de Junio de 2019
 

Saludo cordial y bendición a todos los fieles de esta comunidad de Santa Ana.

Te Seguiré, Señor, a Donde Tú Vayas…”

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   Este Domingo la liturgia enfatiza la firme decisión como requisito del discípulo para el seguimiento de Jesús. Así lo muestra la radicalidad del profeta Eliseo que quema su arado y asa en él la carne de sus bueyes. Ya no podrá devolverse a las cenizas ni recuperar su vida anterior. Esta decisión marca el comienzo de algo nuevo. En el Evangelio el Señor nos reclamará la radicalidad, el desprendimiento y la magnanimidad de corazón propias de quien quiera seguirlo.

   La firmeza en la decisión del Señor: "tomó la decisión de viajar a Jerusalén", es clave para examinar la calidad de nuestro seguimiento. Como el martillo y el clavo, - concentrando su fuerza en un punto-, vencen la dureza de la madera, nuestra voluntad antes de actuar necesita concentrar toda la fuerza por el Reino de Dios. Cuanto más definida sea la meta, más eficaz será la acción realizada. Si el Señor es nuestra meta definitiva, se requiere sumergirnos a profundidad, con decisión y firmeza por alcanzarla.

   Santiago y Juan entienden el seguimiento de Jesús como un poder y una autoridad. Quieren imponer sus ideas a los samaritanos que no les acogen. Quizá recuerdan algún pasaje del antiguo testamento en el que se describe a Dios como un juez castigador, pero ellos no son Dios, ni tampoco les corresponde juzgar. Jesús, ante la pretensión tan desatinada de sus discípulos, los corrige. 

   Nosotros también podemos tener la tentación de imponer nuestras ideas, de «aprovecharnos» de ser discípulos de Jesús, y olvidarnos fácilmente que Él no ha venido a imponer su mensaje, sino para ofrecer gratuitamente la salvación a quien quiera acogerla con libertad y grandeza de corazón.

   El Evangelio nos presenta a tres supuestos discípulos que se quieren unir a Jesús. El diálogo revela también tres posturas personales, ante la invitación a seguirlo. Al primer discípulo, que quizá esperaba una vida cómoda, Jesús le dice que el Mesías tiene que sufrir y ser crucificado, y le advierte que " si los pájaros tienen nidos, el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza”. El segundo discípulo, ante el llamado, responde: "Déjame primero ir a enterrar a mi padre". Este no entiende que los muertos no cuentan para el anuncio del evangelio. 

   El tercer discípulo le pide a Jesús que le permita “ir a despedirse de los suyos”. Jesús le hará entender que no hay mayor autoridad que Jesús mismo. Los tres discípulos somos cada uno de nosotros, a quienes Jesús nos pide algo parecido: no mirar atrás, preferirlo a Él y tener una decisión radical por el Reino de Dios. De esta manera, Jesús deja claro que el camino del cristiano no está predeterminado, ni es igual para todos. 

   Ante el seguimiento al Señor, no puede haber excusas: «Enterrar a los muertos» que era una de las obras de caridad más importantes para los judíos, o «despedirse de la familia» nos parece muy lógico, pero Jesús no acepta la actitud de estas personas que quieren seguirle, pero «primero» tienen cosas que hacer. Es el «sí, pero…» que tantas veces define nuestras vidas. No nos decidimos a comprometernos porque tenemos que resolver «primero» muchos asuntos.

    ¿De qué valen tantos esfuerzos, trabajos y fatigas por conseguir cosas transitorias, sabiendo que lo más importante es lo que tiene un valor permanente, como la búsqueda de la vida eterna? En la eternidad no nos van a preguntar por lo que dejamos sino por lo que llevamos marcado con la impronta del amor a Dios y a los demás. El camino del creyente es un camino de vida y anuncio inmediato. Lo que ha muerto no cuenta, y una boca muda no puede anunciar el evangelio. 

   Este camino exige discípulos vivos, no sepultados por las cargas cotidianas de la vida o el peso del pecado. El discípulo ha de ser libre para amar y, con la mirada siempre hacia adelante, consciente que surcar la tierra conlleva sacrificio y lucha contra los obstáculos venideros. A la vez, le acompaña la certeza que, una vez echado el grano en el surco, producirá abundantes frutos de salvación y de vida.

   ¿Cuántas actitudes mediocres marcan nuestra vida? Aunque necesitamos muchas cosas para vivir, lo más importante es lo que vale para la vida eterna. Entonces, no hay nada que sea «primero», sino seguir a Jesús. Él es el primero y lo primero. Si hemos descubierto la enorme alegría de la salvación que Él nos ofrece, el inmenso amor que Él nos regala y del que nos hace partícipes, no tendremos excusa, ni nada que hacer «primero», sino que toda nuestra vida quedará impregnada por la urgencia del Evangelio.

   No nos dejemos arrastrar por las aparentes seguridades materiales. Demos prontitud al anuncio evangélico y evitemos todo aquello que entorpece la vitalidad de la fe. 

   Sembremos las semillas del evangelio y dejémonos guiar por el Espíritu de Dios. Él será nuestro refugio. Nuestra vida está en sus manos.

   A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos misioneros, el reino de Dios donde quiera que se encuentren.

Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Virgen María los proteja. Amén.


Padre Luis Guillermo Robayo M.   
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía