16° Domingo del Tiempo Ordinario, 19 de Julio de 2020, Ciclo A

publicado a la‎(s)‎ 17 jul 2020, 11:42 por Diseño Web Santa Ana Centro Chía   [ actualizado el 20 jul 2020, 11:23 ]
Chía, 19 de Julio de 2020

   Saludo y bendición a todos ustedes, discípulos misioneros de esta comunidad de Santa Ana.
 Lecturas de la Celebración

Bien y Mal: La Eterna Lucha que Llevamos Dentro
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Saludo Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
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Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.


   En este Domingo, Jesús nos describe el misterio del Reino de Dios como una realidad en la que pueden aparecer juntos el trigo y la cizaña. La santidad, bajo la imagen del trigo, es la semilla sembrada por Dios, mientras que el pecado, representado en la cizaña, es sembrado por el enemigo. Es la triste realidad del corazón humano. Llevamos la gracia divina en nuestro corazón pero somos víctimas del pecado. Es el eterno misterio del bien y del mal, de esa lucha que llevamos dentro. 

   De día se siembra el trigo, pero la cizaña, el enemigo la siembra de noche mientras los demás duermen. Es que el pecado, el mal y la mentira requieren de las tinieblas, mientras que la verdad no tiene miedo a la luz. Nos deja ver que aunque la santidad y el pecado no se conllevan, sin embargo crecen juntos. Ambos conviven en la misma tierra, pero tienen origen distinto y, Dios, lejos de amenazarnos con las tijeras de la destrucción, nos brinda oportunidades para crecer en el jardín de su Reino y en las entrañas de su corazón.

   La parábola gira en torno a la paciencia de Dios frente a los afanes de los hombres que desean hacer justicia por sus propias manos. El Señor nos recuerda el peligro de conductas intempestivas y contraproducentes que pueden ocasionar arbitrariedades e injusticias; y se reserva el derecho de tener la última palabra, recién al final de los tiempos. Entre la siembra y la cosecha, Dios establece un compás de espera, que ha regalado a los hombres como tiempo de salvación. 

   Nos pone alerta a no dividir la humanidad entre buenos y malos, como si él ofreciera el premio de la salvación solo a los buenos y la condenación para los malos. Él quiere que todos se salven; sólo a él le corresponde juzgar y sabemos que su juicio es amor y su misericordia es eterna. A buenos y malos nos da tiempo para descubrir nuestras cizañas, para eliminar las malas hierbas de nuestra vida y tener el valor de erradicarlas.

   Si bien queremos arrancar la cizaña, Dios permite que crezcan juntas, él no tiene prisas, a unos y a otros quiere darles tiempo y oportunidades. Sólo él sabe si los malos pueden hacerse buenos, o los buenos pueden hacerse malos. Estamos ante el misterio de la gracia y el pecado. Esta frontera entre el bien y el mal pasa por el corazón de cada uno de nosotros,  y por nuestra opción libre y personal, que es capaz de producir trigo o cizaña. No obstante siempre nos encontraremos con la paciencia infinita de Dios porque él no quiere aniquilar a quienes obran el mal, sino que les ofrece la oportunidad de cambiar.

   La parábola del trigo y la cizaña, es una fiel descripción de la vida misma. Mientras algunos se esfuerzan por hacer el bien, otros van sembrando la cizaña, haciendo el mal y destruyendo lo que otros han hecho. Y como es más fácil destruir que construir, con frecuencia tenemos la impresión que el mal avanza y que el bien pierde terreno. Esto pasa también en el terreno de la fe.

   Con frecuencia le preguntamos al Señor por qué permite algo y por qué no interviene. Pero no debemos olvidar que Dios tiene su tiempo y, desde luego, no es el nuestro. No basta con no desanimarnos, hay que pasar a la acción e intentar vencer al mal con el bien. Habrá que trabajar más rápido que nuestros enemigos, pensando en el magnífico salario que Cristo nos ha prometido: la vida eterna.

   Recordemos aquel refrán: “Si buscas un amigo sin defectos te quedarás sin amigos”. Hoy diríamos: “Si buscas una Iglesia sin defectos te quedarás sin Iglesia”. En la Iglesia también tienen cabida los pecadores. Muchos que hoy son santos fueron en su momento pecadores. Todo santo tuvo un pasado, como todo pecador tiene un futuro. 

   Junto al trigo está la cizaña; junto a los buenos están los malos; junto a los santos están los pecadores. Si la Iglesia es santa, también es pecadora porque ella crece donde el bien y el mal crecen. Santos y pecadores se encuentran cada día y todos necesitamos el perdón de Dios. Lo que a todos nos corresponde es no dormirnos mientras otros siembran cizaña. Y más que pensar en arrancar la cizaña, hay que pensar en estar despiertos y atentos, cuidando el trigo de la gracia, de la fe y del amor.

   El hortelano prepara la tierra, la abona y la fertiliza; siembra la semilla y lo más probable es que tendrá un fruto delicioso. Pero si el terreno no está preparado ni abonado, el fruto quizá sea una manzana podrida. De igual manera, cuando disponemos bien nuestro corazón con los valores del evangelio y sembramos la semilla del Reino, lo más seguro es que obtendremos frutos benditos; pero si nuestro corazón está descuidado, él será habitado por la cizaña y no habrá fruto bueno. 
   

   Es un hecho lamentable que cuando colocamos una manzana buena al lado de una podrida, ésta contagia a la buena. Sin embargo, en el ámbito moral y espiritual debe suceder lo contrario, porque contamos con la ayuda de Dios.

   Que el Señor nos permita convivir como hermanos, los unos con los otros. Dios es el único que conoce lo que hay en él. Que el Espíritu del Señor nos ayude a crecer como trigo maduro, y así podamos seguir sembrando con esperanza, en medio de un campo rodeado de dificultades y propuestas seductoras, totalmente engañosas.

   Señor Jesús, plántanos en tu tierra y quita las cizañas de nuestro entorno. Apártanos de la quema y de la destrucción.

   A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o siguen las Eucaristías por el Facebook de la Capilla Santa Ana, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena Nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. 

Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Santísima Virgen los proteja.


Padre Luis Guillermo Robayo M. 
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía