Chía, 2 de Agosto de 2020 Saludo y bendición a todos ustedes, discípulos misioneros de esta comunidad de Santa Ana. Lecturas de la Celebración“Multiplica, Señor, el Pan de Tu Amor…”” Saludo Padre Rector Luis Guillermo Robayo M. Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M. El Evangelio de este Domingo nos ofrece el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces.
Escena que nos recuerda que todos los días el Señor multiplica el pan
eucarístico, el pan material, el trabajo de la gente, los frutos de la tierra,
el amor y su palabra que nos unen y le da sentido a nuestra vida. Jesús manda a distribuir lo poco que los discípulos tenían ya consigo, y aunque era muy poco, bastó para que el milagro pudiera realizarse. Como realizó el milagro material, el milagro sacramental y el milagro de su amor lo sigue realizando porque los hombres, más que de alimento material, necesitamos de Cristo como único Alimento de eternidad.
Dice el Papa Francisco: “Frente a la necesidad de la multitud, la solución de los apóstoles es que cada uno piense en sí mismo: ¡despedir a la gente! ¡Cuántas veces nosotros cristianos tenemos esta tentación! No nos hacemos cargo de la necesidad de los otros, despidiéndolos con un piadoso: “¡Que Dios te ayude!”. Pero la solución de Jesús va hacia otra dirección, una dirección que sorprende a los discípulos: “denles ustedes de comer”. Aquel que creó el
cielo y la tierra de la nada, hubiese podido hacer solo, un gran banquete para
saciar a aquella multitud, pero no. Él quiso la colaboración los hombres en su
obra, quiso contar con las manos de sus discípulos y con sus fuerzas, como
servidores de aquellos que más necesitan. Prefirió hacer el milagro partiendo de lo único que sus discípulos podían entregarle. «Aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces”, le dijeron. A Dios le basta lo escaso, lo pobre y lo humilde. Él se encarga del resto. Aprendemos la grandeza de contribuir con lo que cada uno tiene porque los milagros están precedidos de la gratitud. Dios nos enseña a ser agradecidos en todas las circunstancias, aún en las difíciles, pues ellas son una oportunidad para crecer, conocer más a Dios y pregustar el banquete divino. Cinco panes y dos peces no dan para mucho, pero era todo lo que tenía aquel muchacho. Y es eso los que nos pide Jesús. Él sabe de nuestras posibilidades y de nuestros talentos y pide nuestra confianza, necesita nuestros cinco panes y dos peces; de ahí surgirá el pan suficiente para alimento de todos. Necesita nuestro esfuerzo, nuestra obediencia, nuestro abandono y fe confiada para cultivar nuestro corazón y sacar los frutos que espera de nosotros, según la medida del don recibido. En la celebración de la Eucaristía, Jesús se vale del pan y del vino, fruto de la tierra y del trabajo del hombre para convertirlos en su divino alimento que sacia las multitudes necesitadas del pan del alma. Nos hace un llamado urgente que “demos a las multitudes algo de comer”. A través de nuestra generosidad, Él continuará alimentando a la humanidad. Ante el hambre de tanta gente, nos reclama la compasión con ellos y no exige, “Denle ustedes de comer”.
La parábola de hoy pone de manifiesto los sentimientos de Jesús y los sentimientos de los discípulos: “sintió lástima”, “sintió compasión”. No hay peor actitud que la frialdad del corazón para con los demás. En su sabiduría y sentido común, Cristo quiso que se recogieran las sobras de aquella comida, para que aprendamos a no desperdiciar los bienes materiales, que son dones de Dios. El derroche de estos dones, el gasto caprichoso es opuesto al espíritu cristiano y al sincero deseo de seguir las pisadas del Maestro, porque sus huellas son de pobreza. Con “lo que nos sobra” se solucionaría mucha hambre. De cinco panes y dos peces “recogieron doce cestos llenos” y ahora tienen una canasta para cada discípulo. Lo que a uno le sobra, a otro le falta. Lo que para uno puede ser ya innecesario para otros es algo esencial.
No siempre se trata de llenar estómagos vacíos. No solo el estómago tiene necesidades. ¿Cuántas cosas abundan en nuestro corazón para compartir con los demás? ¡Que no se pierda nada de lo que tenemos, para compartir con los que no lo tienen! Vayamos a nuestras comunidades para que todos puedan saciarse con el pan recibido. El Señor hizo el milagro con la colaboración de los discípulos y lo seguirá haciendo cada día con nuestra colaboración. A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o a través del Facebook de la capilla Santa Ana para las Eucaristías, les envío mi bendición, y los invito a seguir buscando, como discípulos-misioneros, los tesoros de Reino de Dios, donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Virgen los proteja. |