Chía, 9 de Agosto de 2020 Saludo
y bendición a todos ustedes, discípulos misioneros de esta comunidad de Santa
Ana. Lecturas de la Celebración“Señor, sin Ti, nos hundimos…” Saludo Padre Rector Luis Guillermo Robayo M. Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M. En el Evangelio de
este Domingo, luego de la multiplicación de los panes, Jesús los hace subir a
la barca, donde tendrán que enfrentarse a la experiencia del miedo y la
inseguridad. La barca atravesaba por
una tormenta, donde se encuentran solos, en la impotencia y con el alma
hecha un nudo de miedo. Jesús en persona, y caminando sobre las aguas, se
vuelve a unir con ellos, pero esta vez ya no lo ven como el que hace milagros,
sino como un fantasma.
El problema de Pedro, fue no haber creído en la palabra de Jesús: “Animo, soy yo, no tengáis miedo”. Más
bien pide argumentos para estar seguro: “Señor,
si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre las aguas”. Pedro, para
creer, exige el milagro de poder andar sobre las aguas, algo que solo le
corresponde a Dios. Por eso mismo, ante el primer obstáculo, la fe de Pedro se
derrumba, el miedo se apodera de él, y comienza a hundirse: “al sentir la fuerza del viento, le entró
miedo y empezó a hundirse”. Entonces tendrá que dejar la barca para descubrir su propia debilidad y aprender a
fiarse en el poder de Dios.
Como Pedro, cuando caminamos sobre aguas tranquilas guiados y conducidos por el Señor, tenemos la tentación de sentirnos dueños de lo que hacemos y nos olvidamos de aquel que nos posibilita todo. Y para no amañarnos en los momentos de tranquilidad, se requiere valorar las crisis y los momentos de turbulencia, como una oportunidad donde reconocemos al Señor como la verdadera fuente de nuestra seguridad. Sólo así, como los discípulos, después de la tormenta, nos postramos en tierra para decirle al Señor: “¡En verdad tú eres el Hijo de Dios!” La llamada de Jesús es constante pero la tormenta en nuestra vida también es constante y vivimos como náufragos. Él nos llama, pero no oímos, no creemos, no caminamos con fe hacia él. Como los niños sienten temor cuando están lejos de los brazos de la madre, así, nosotros, mientras estemos lejos de los brazos de Dios, estaremos en peligro de hundirnos en las fauces del mal. Como Pedro, que para caminar sobre las aguas necesitó liberarse de su propio peso y confiar más en Jesús, debemos reconocer, en tantas circunstancias adversas, que el Señor nos está saliendo al encuentro tendiéndonos su mano y diciéndonos: ¡Ánimo, soy Yo, no tengas miedo!Los cristianos, en cierto sentido estamos siendo azotados por el viento de las ideologías contrarias al Evangelio; éstas se nos presentan tan seductoras y atractivas que nos hacen vacilar. Unas veces vamos dando pasos en dirección al Evangelio, y otras en dirección contraria. Esa pérdida de rumbo parece hundirnos. Estamos, como Pedro, necesitados de aumentar nuestra fe; de sentir a Jesús caminando a nuestro lado no como un fantasma sino como nuestro Dios y Señor. Y en medio de tantas tormentas sigue acompañando, dando su Espíritu y tendiendo su mano a todos aquellos que de buena voluntad lo buscan. La barca es símbolo de la humanidad azotada por problemas, pero también llamada a confiar en la presencia del Señor. Muchas veces no logramos superar la tempestad porque nos falta fe, nos dejamos agobiar por los problemas confiando más en nuestras fuerzas y seguridades, antes que en la fuerza de Dios.Nos creemos experimentados nadadores de mares embravecidos. Si confiamos poco en Dios, y demasiado en nosotros, como le pasó a Pedro, comenzaremos a hundirnos. Por el contrario, la fe nos pone a prueba justamente en los momentos difíciles que nos toca vivir. Si somos capaces de salir de la tempestad, esa fe se verá fortalecida y se hará más madura. Pero también la barca representa a nuestra amada Iglesia, que muchas veces pasa por momentos en los que verá más fantasmas y le cuesta reconocer la presencia de Jesús en su peregrinar. El Papa Francisco a este propósito, dice:
Si nuestra fe se
fundamenta en lo espectacular, en lo sentimental o en los propios intereses,
pronto nos invaden las dudas y el miedo. ¡Cuántas veces también a nosotros nos
sucede lo mismo, por nuestra poca fe! Sin Jesús y lejos de Él, sentimos que nos
hundimos. Pero Jesús siempre está con nosotros, tal vez oculto, pero presente y
dispuesto a sostenernos.
Lo que puede ser una crisis, se hace también, una oportunidad. No pretendamos una vida, una familia, una comunidad, una Iglesia sin problemas. Que sean las crisis, momento para fortalecer y avivar nuestra fe. Los momentos difíciles ponen a prueba nuestra fe y también la pueden avivar”. A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena nueva del Reino de Dios, donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Santísima Virgen los proteja. |