Chía, 16 de Agosto de 2020 Saludo y bendición a todos ustedes, discípulos misioneros de esta comunidad de Santa Ana. Lecturas de la Celebración“Mujer, Qué Grande es tu Fe…” Saludo Padre Rector Luis Guillermo Robayo M. Homilía Padre Rector Luis Guillermo Robayo M. El Evangelio de este Domingo nos invita a admirarnos de la actitud y la
fe de la mujer cananea. Los que venimos domingo a domingo a la eucaristía,
necesitamos un poco del corazón y de la fe de esta mujer. La fe verdadera está
en ser humildes, en no darse por vencidos, por muy mal que vayan las
cosas, sabiendo que el bien que hagamos a los demás nos lo hacemos a nosotros
mismos. Jesús nos da una gran lección. Actúa como situándose en lugar nuestro. Comienza por no responder a los gritos de la mujer, guarda silencio como si sus gritos no le llegasen, y hasta le pone una imagen bien poco delicado, y si despreciativa. “El pan de los hijos (clara referencia al pueblo judío), no se tira a los perros (referencia a los publicanos y pecadores”. Ella no se dejó vencer ni por el cansancio ni, mucho menos, por el recelo, sabiendo que efectivamente no formaba parte del pueblo elegido; al contrario, ella insiste y persiste, como si nos enseñara que la fe cuando es sólida vence todo obstáculo. La fe confiada, sabe esperar. La fe nos hace pacientes y constantes. Estas actitudes un tanto bruscas, no revelan el modo de pensar ni de actuar de Jesús, porque él no hace acepción de personas. Quiere, más bien, demostrarnos cómo también los paganos tienen fe, y cómo a veces los que no pertenecen a la Iglesia, pueden tener más fe que los que estamos dentro. Y así, los gritos de esta mujer pagana. “y se puso a gritarle: “Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David”, su fe y su oración lograron el milagro de la curación de su hija. La salvación es universal y se ofrece a todos. Demos gracias, porque vivimos una fe consciente e iluminada, y no menospreciemos la fe que no vemos en tantos corazones ajenos aparentemente a nosotros. Recordemos que los grandes tesoros no están a flor de tierra sino que hay que buscarlos en la profundidad.La mujer Cananea se presenta siempre como maestra de perseverancia y oración. Y Dios, aparentemente retrasando su escucha, lo que hace es que nuestro deseo crezca, que el objeto de nuestra oración se eleve, que de lo material pasemos a lo espiritual, de lo temporal a lo eterno y de los pequeño a lo grande. De este modo, puede darnos mucho más de lo que le habíamos pedido en un primer momento. La fe de esta mujer, unida a su respuesta reconociendo su condición de alejada del pueblo de Dios, la hace entonces merecedora del elogio de parte del Señor, obteniendo finalmente lo que buscaba con afán: la sanación de su hija enferma. Jesús pone en juego la fuerza, el amor y la fe de esa mujer, que fue mucho más impactante de lo que tal vez él mismo podía pensar. Y así, Jesús es capaz de sorprenderse de la respuesta vital que puede dar una persona. Y el amor de aquella mujer por su hija. Y podríamos decir que Jesús se rinde ante la fe de esa mujer. Este divino encuentro nos invita a cambiar de modo de pensar. Quizá nos hemos olvidado que la Iglesia es más que sus estructuras; que ella existe allí donde actúa el Espíritu, y que, por eso, también más allá de las fronteras de la Iglesia puede haber mucha fe como lo muestra la profundidad del corazón de esta mujer pagana: “Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David”; de ahí que el mismo Jesús lo reconozca: “Mujer, qué grande es tu fe”.San Agustín admiraba la fe esta mujer Cananea, y decía que ella le recordaba a su madre, Santa Mónica. También ella había seguido al Señor durante años, pidiéndole la conversión de su hijo, y no se había desalentado por ningún rechazo. Había seguido al hijo hasta Italia, hasta Milán, hasta que vio que regresaba al Señor. En uno de sus discursos, recuerda las palabras de Cristo: "Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; tocad y se os abrirá", y termina diciendo: "Así hizo la Cananea: pidió, buscó, tocó a la puerta y recibió". Jesús es capaz de encontrar una gran fe en aquella persona que nadie sospecharía. Él tiene claro que el pan es para todos, que en el corazón de Dios hay sitio para todos y que el lenguaje del amor de Dios se entiende en todas las lenguas. Jesús quiere ir más allá y sacar lo mejor del ser humano. La valentía y determinación de la cananea ha de ser nuestro grito orante al Señor de la vida para que nos cure de esta pandemia y de tantas enfermedades que están postrando nuestra pobre humanidad. Pero, ¿Sé encontrará fe en nosotros, como la fe de la mujer cananea? ¿Será que el Señor puede decir de cada uno de nosotros: “Hijo, hija, familia, ¡qué grande es tu fe!? A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o a través del Facebook de la capilla Santa Ana para las Eucaristías, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena nueva del Reino de Dios, donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Santísima Virgen los proteja. Padre Luis Guillermo Robayo M. Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía |