22° Domingo del Tiempo Ordinario, 30 de Agosto de 2020, Ciclo A

publicado a la‎(s)‎ 31 ago 2020, 12:38 por Diseño Web Santa Ana Centro Chía   [ actualizado el 31 ago 2020, 13:05 ]
Chía, 30 de Agosto de 2020

   Saludo y bendición a todos ustedes, discípulos misioneros de esta comunidad de Santa Ana.
 Lecturas de la Celebración

La Cruz con Jesús, y Jesús con la Cruz
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Saludo Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

   En el Evangelio de hoy, Jesús coloca las cosas en lógica divina. Sus discípulos aún son bastante duros de cabeza. No se sabe si entendieron lo del Reino, pero lo que no entienden o no quieren entender es la verdad de Jesús, que desplegará su pleno resplandor, en la resurrección, pasando por la Cruz. Las parábolas del Reino como que no les afectaban, y no quieren saber nada de sufrimiento, ni de pasión, ni mucho menos de muerte. Incluso Pedro, que lo acababa de confesar como Mesías e Hijo de Dios, tiene el coraje de corregirle para que cambie de idea.

   El reproche del Señor a Pedro, quien todavía sigue pensando como los hombres: “Apártate de mí vista, Satanás”, vale no solo para él, sino para todos. Para Jesús, esto significa desviarlo de la voluntad del Padre, camino que implica renuncia, compromiso, sufrimiento, amor y cruz. El que quiera seguirle tendrá que transitar su mismo camino, pasar por su mismo destino, negarse a sí mismo y cargar con su cruz. 

   Mientras Jesús habla el lenguaje del espíritu y del amor, nosotros hablamos el lenguaje de la carne y del egoísmo. Negarse a sí mismo es aprender el lenguaje de Dios para poder comunicarnos con él y entre nosotros. “Negarse a sí mismo” no es una opción para la muerte sino para la vida, para la belleza y para la alegría. Consiste en aprender el lenguaje del verdadero amor, aquel que se amplía entre as se da. 

   Dios, a todos nos dio hombros para ayudarlo a llevar la cruz de redención. Llevarla exige esfuerzo. No es como si lleváramos una maleta moderna, que por más pesada, la paseamos sobre ruedas. Muchos invierten lo que sea para conseguir una vida fácil, sin cruz, sin preocupaciones, y “pare de sufrir”. Si la cruz tuviera ruedas, la vida cristiana sería un hermoso paseo de vacaciones sin fin. La verdadera fe implica el compromiso en pos de Jesús. Pensar como Dios, exige optar por lo que el mundo nos oculta, y pensar como los hombres, puede llevarnos a perdernos en un túnel sin salida. El camino que Jesús nos propone, es el que se fragua en el escenario del servicio y del sufrimiento. 

   La gran tentación de muchos, es seguir a Jesús pero sin cruz, o una cruz a nuestro acomodo. Ser cristianos, sí, pero sin dejar de pensar como los hombres, y sin dejarnos transformar por la voluntad, proyectos y mentalidad de Dios. Ser cristianos, sí, pero sin cruz, y seguir siendo como todo el mundo. Y así, también en otros planos: amar sí, matrimonio sí, pero, como entendemos nosotros el amor y el matrimonio. Y ni el amor es amor si no es como Dios ama, hasta la entrega de la propia vida; y ni el matrimonio es matrimonio, si no es como Dios lo quiere, como la alianza de Dios con el hombre. 

   Observemos la radicalidad de Jesús: “El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mi”. Tendrá que llegar luego la resurrección de Jesús que les recordará, a los discípulos, que era necesario que Cristo padeciera la muerte. El verdadero discípulo no se pertenece a sí mismo, tiene que entregar su vida al autor de la vida y así se adquiere la dimensión de lo eterno, de ahí que “el que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”. 

   Y quienes queremos seguir al Señor, recordemos que nunca faltarán las ofertas del mundo invitándonos a rechazar la cruz. Hoy sobran los consejeros demasiado humanos, - como Pedro -, que quieren hacer claudicar lo eterno a cambio de falsos y fugaces alivios y consuelos del mundo, con un sin número de ofertas, todas para vivir lejos del querer divino. Que nos acompañe la certeza que la cruz, con sus dos alas abiertas y apuntando al cielo, es el verdadero vehículo capaz de taladrar las fronteras del universo, la barrera de la muerte, y conducirnos, en vuelo de amor, a la vida de Dios.  

 Que María Santísima, que ha seguido a Jesús hasta el calvario, nos acompañe también a nosotros y nos ayude a no tener miedo a la cruz. La cruz con Jesús, y Jesús con la cruz. Como lo dijo el apóstol: “lo más cristiano de los cristianos es Cristo, y él en la cruz”. 

   A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o a través del Facebook de la capilla Santa Ana para las eucaristías, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena nueva del Reino de Dios, donde quiera que se encuentren. 

Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Santísima Virgen los proteja.

Padre Luis Guillermo Robayo M. 
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía