Chía, 8 de Septiembre de 2019
Saludo cordial y bendiciones a todos los fieles de esta comunidad de Santa Ana. “Renunciando a Todo, por el TODO”
El Evangelio de hoy
nos pide confesar a Jesús, como Pedro, pero “confesarlo
como el crucificado”. Seguir a Jesús, como Pedro, pero “al Jesús crucificado”. Jesús ratifica enfáticamente: “Quien no lleve su cruz detrás de mí no
puede ser discípulo mío” Si Jesús crucificado no es el centro de la fe del
cristiano, “no se es discípulo de Jesús”.
Para el cristiano lo esencial es Jesús, y San Pablo nos dirá: “No quiero saber entre vosotros otra cosa
que Cristo y éste, crucificado”.
El Papa Francisco afirmó: “Lo fundamental es volver a colocar a Cristo en el centro" Cuando caminamos sin la Cruz, cuando edificamos sin la Cruz y cuando confesamos un Cristo sin Cruz, no somos, ni discípulos ni misioneros del Señor, simplemente somos mundanos. El seguimiento de Jesús nos exige un corazón grande, capaz de integrar y no de enfrentar afectos, porque es, precisamente en el nombre de Cristo que tendremos que amar a nuestros hermanos. A Jesús hay que escucharle y seguirle, y esto exige valentía y riesgos, porque quizá preferimos un Jesús agradable, amable y simpático, y no un Jesús ensangrentado y crucificado. Preferimos disfrutar, gozar, beber y nada de cargar con la cruz, nada de sacrificios. Seguir a Jesús no es cuestión de un entusiasmo pasajero, de una repentina emoción, o de una conversión superficial. Jesús nunca prometió fama, éxito, poder; todo lo contrario: riesgos, renuncias, entrega, fidelidad, sacrificio y cruz y, seguros que una vez que dejamos todo por el amor de Dios, y colocándolo por encima de todo, lo ganamos todo, aunque ello implique pasar por la puerta estrecha del despojo. Que no nos pase lo de aquellos que, por querer llevarse muchas cosas, cuando hizo erupción el Vesubio, no pudieron pasar por la puerta de la casa, quedando petrificados bajo las cenizas del volcán.El pescador teje una red sólida y bien amarrada, de forma que esta pueda flotar sobre las olas del mar. Estando en sus nidos las aves son amas del océano. Del mismo modo, aún si existen cosas transitorias que rodean nuestros corazones mantengámoslos siempre a flote, por encima de cualquier cosa, para que así podamos flotar sobre ellas. Nuestros corazones deben estar abiertos solamente parta el cielo. Una vez que dejamos todo por el amor de Dios, adquirimos la libertad para poner en práctica las virtudes de acuerdo al amor divino. Ser cristiano no puede ser simplemente ‘algo más' en mi vida. Jesús nos dice: O todo o nada. Tomar la cruz es, antes que nada, asumir el esfuerzo de la partida, de ir dejando en el camino, nuestro ego, nuestros apegos, para ganarlo todo en Jesús. A veces pensamos que, huyendo del sacrificio, del sufrimiento, o ignorando los problemas, lo resolveremos todo. Queriendo evitar el dolor, olvidamos la necesidad de la lucha, del valor, de la disciplina y del esfuerzo. Desde que Cristo venció la muerte, pasando por el dolor, ningún sufrimiento es inútil.Jesús nos coloca en un aprieto y nos pregunta si queremos más a nuestros padres o a los hijos que a él. Maravilloso amar a nuestras familias, pero es el Señor quien les dará vida, como la sabia al árbol. Extraordinario el amor de los esposos, pero es el Señor quien se hará presente, como el aire y el viento. Hermosas las amistades que nos apoyan, ayudándonos a crecer, pero más maravilloso es Dios, que allí resplandece como la luz en el fuego. Necesario el amor a nosotros mismos, porque es en él donde se encontrará el Señor, como la sal en el agua del mar”. Solo gastando nuestra vida por amor a Jesús, la recuperaremos y conservaremos para la vida eterna. Solo aprendiendo a no amar egoísta ni equivocadamente a nuestros seres amados los recuperaremos, transformados y definitivamente felices, en el cielo, en la exuberante plenitud de Dios. En nuestra peregrinación, tenemos que optar por lo esencial. Cuando emprendemos un viaje, hay cosas que no caben en la maleta, entonces hay que dejar lo que no sirve. Si revisamos y arreglamos nuestro corazón, nos daremos cuenta que hay muchas cosas que conviene desechar porque son estorbos en el viaje a la casa del Padre. Amar a Dios, sobre todo, consiste en saber que Él nos ha hecho para la vida eterna y que somos peregrinos marchando hacia el Cielo.Desde Cristo, ningún sufrimiento puede transformarse, para el cristiano, en inútil o vacío de sentido. La misma cruz, entendida desde el evangelio, es el símbolo de la victoria de la vida sobre la muerte, es el recuerdo de lo que fue vencido en la Resurrección, es estandarte de victoria y bandera de júbilo pascual. Quien no renuncia a todas sus cosas no puede ser mi discípulo, dice el Señor. «Quite cuanto quiera, pero yo no abandono mi fe», posees tus bienes y has renunciado a ellos. Como los posees tú, no te poseen ellos a ti. No es ningún mal poseerlos; el mal está en ser poseído por ellos. Al perder tu corazón, nada dejaste íntegro. La boca mentirosa da muerte, no a la carne, sino al alma. Dice San Agustín: “La torre y los recursos son la fe y la paciencia; Si a alguien le falta la paciencia para soportar los males de este mundo, anda escaso de recursos”, así que, pidamos al Señor el material para edificar nuestra torre, y la paciencia para edificar nuestra fe.
A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org les envío mi bendición, y los invito a caminar juntos, extendiendo como discípulos misioneros, el reino de Dios donde quiera que nos encontremos. Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Virgen María los proteja. Amén. Padre Luis Guillermo Robayo M. Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía |