29° Domingo del Tiempo Ordinario, 18 de Octubre de 2020, Ciclo A

publicado a la‎(s)‎ 17 oct 2020, 12:00 por Diseño Web Santa Ana Centro Chía   [ actualizado el 17 oct 2020, 12:21 ]
Chía, 18 de Octubre de 2020

   Saludo y bendición, queridos discípulos misioneros de esta comunidad de Santa Ana.
 Lecturas de la Celebración

Las cosas, del César…Nosotros, de Dios
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Saludo Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.

   Hoy Jesús nos proporciona el criterio inequívoco de la vida cristiana. Si, como ciudadanos de este mundo debemos ser responsables en el cuidado de nuestra casa común, como ciudadanos del cielo, será Dios, que, por hacernos imagen y semejanza suya, el que patentiza y firma nuestra verdadera identidad y dignidad.

   La metáfora de la moneda ilustra los conflictos que los cristianos experimentamos entre nuestra identidad terrenal como “ciudadanos de este mundo”, y nuestra identidad espiritual como “hijos de Dios y ciudadanos del cielo”. Si en los Países se permite tener doble ciudadanía, también los creyentes, - como hijos de Dios-, en primer lugar, somos ciudadanos de este mundo con el que asumimos los deberes civiles, y en segundo lugar como hijos de Dios, también somos ciudadanos del cielo. Hacia él nos encaminamos atraídos por aquel que nos creó, y ante quien somos eternamente deudores. Por eso, «dar a Dios lo que es de Dios» significa, que lo reconocemos como el verdadero y único Señor, aquel que ha grabado su imagen en nosotros, y a quien le pertenecemos.

   Jesús no cayó ante la pregunta capciosa; más bien él la aprovecha para desenmascararlos dándole vuelta al argumento, y echándoles en cara su increíble hipocresía. El dinero en las manos del César, y el hombre en las manos de Dios”. Jesús no cae en la trampa de las pequeñas lealtades a lo temporal y lo caduco, ni se dejó llevar de la dulce adulación. 

   Él reafirma que la imagen de Dios no está grabada en una moneda, sino en nosotros, su obra amada. Su mensaje se centra en el Padre Dios, no en dirimir pleitos ni en ser juez de los negocios humanos. Su propuesta está por encima de todas las pequeñeces, y es mucho más interior, más profunda y más definitiva que todos los demás dilemas. Su propuesta es hacernos partícipes del gran negocio de Dios, la vida divina.

   Al dinero, - tanto monedas como billetes -, lo que les da valor y autenticidad, es la imagen y las firmas que llevan impresas. Si la moneda lleva la imagen del César, entonces “dad al César lo que es del César”, es decir, lo local, lo caduco y temporal. Y como Dios y el César no están al mismo nivel, entonces, “dad a Dios lo que es de Dios”: lo que tiene valor de infinito, lo santo, lo divino, lo eterno e imperecedero.

   De otro lado, el dinero no tiene conciencia de su propio valor; vale lo que los hombres le asignen según la bolsa de valores de cada País. Por el contrario, el hombre si tiene conciencia de sí mismo, sabe que vale más que todo el dinero del mundo porque es imagen de Dios y no una cosa. Es el mismo Dios quien le da su valor supremo. Quiere decir que nunca se devalúa porque lo sostiene su propio creador y dueño. El respaldo, como criaturas, no nos lo da el más grande de los bancos, sino la firma del Creador, su amor y gratuidad desde el momento de la creación, cuando dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”.

   Dinero y ser humano, entonces, son dos realidades distintas. Será el hombre quien se sirva del dinero y no quien se someta a él. 

   Desafortunadamente, hay quienes aún no han descubierto su verdadero valor y se creen menos que el dinero. 

   Muchos prefieren el dinero a su dignidad colocándose la imagen del César y desechando la imagen de Dios. 

Y dado que los falsificadores abundan, no faltan quienes proponen modelos falsos de humanidad, convirtiendo a la persona en máquinas de producción, de placer y ávidas de poder. Hay quienes, por el poder del dinero, compran o venden la dignidad humana, sin importar que la imagen del César oxide y carcoma el alma.

   A través de Jesús, Dios nos pide ser más fieles a él. Los negocios son los negocios, pero también ellos están bajo la lupa de Dios. ¿Qué hacemos con todo lo que él nos da? ¿Ante todo lo que nos da, le damos alguito, - por salir del paso-, pensando que es justo y que no se merece más? ¿Será que basta con darle a Dios una hora a la semana, y el resto para nosotros? ¿Pensamos que Dios está en el templo, pero fuera ya no? ¿Olvidamos que lo del César, también es de Dios, y a Dios hay que regresarle todo? ¿Somos conscientes que nunca podremos pagarle a Dios todo el bien que nos hace? ¿Nos queda claro que Dios es el mejor negocio del alma y no del bolsillo?

   Una vez más el santo evangelio nos muestra la imposibilidad de servir a dos señores. Como portadores de la imagen de Dios, es a él a quien le debemos lealtad y obediencia. Que la eucaristía, -sacramento por excelencia-, fortalezca nuestra adhesión al único Señor, y que la oración nos abra a la gracia, y al brillo de su presencia y cercanía. Dejemos que, por nuestra oración, Dios brille por encima de todo lo material. “No todo lo que brilla es oro, pero si yo oro, todo brilla”.

   A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o a través del Facebook de la capilla, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la buena nueva del reino de Dios, donde quiera que se encuentren. 

  Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Santísima Virgen los proteja.

Padre Luis Guillermo Robayo M. 
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía