Chía, 30 de Noviembre de 2020 Saludo
y bendición, queridos discípulos misioneros de esta comunidad de Santa Ana. Lecturas de la Celebración“Santo es el que hace las Cosas Ordinarias, con Amor y con Fe” Saludo Padre Rector Luis Guillermo Robayo M. Hoy, con la con la festividad de Todos los Santos, celebramos el rostro
resplandeciente, bello y hermoso de la Iglesia. Celebramos la alegría de lo que
Dios puede hacer en cada uno de nosotros. Y lo primero que atrae nuestra
atención en este día es la contundente manifestación del bien. En la primera
lectura se proclama: "una
muchedumbre que nadie podría contar" Aún, en medio de tanto mal, el
bien y la santidad resplandecen y están entre nosotros, aunque por ahora, esta
perfección, permanece de modo casi invisible. En esa muchedumbre hay gente de toda raza, lengua, pueblo y nación, porque la salvación y la felicidad son para todos. En la alegría que describe el apocalipsis no existe la exclusión. La muchedumbre de la tierra se une a la muchedumbre del cielo. Pensábamos que estábamos luchando solos, pero no es así porque hemos estado, estamos y estaremos acompañados por la asamblea del cielo, por la muchedumbre de los santos que han "buscado al Señor" y que se goza en el mismo Dios, y nuestro gozo es su mismo gozo. Hoy celebramos la felicidad de los pobres de corazón, la felicidad de los han llorado, la felicidad de los que han sufrido; la felicidad de los que tienen hambre y sed de justicia, la felicidad de los misericordiosos; la felicidad de los que tienen un corazón limpio. Jesús mismo nos pide: “Sed santos,
como el Padre celestial es santo”, y si Jesús lo pide, significa que es posible. Ser santo, entonces, es dejarse conducir por el Espíritu del Señor, ser
santo no es para
superhombres, sino para personas que tienen el amor de Dios en su corazón y
comunican esta alegría a los demás. El evangelio nos presenta las bienaventuranzas como el camino para
llegar a la santidad; la brújula de perfección y la carta de navegación hacia
la santidad. El Evangelio, en las bienaventuranzas, nos propone un cauce para orientar nuestras aspiraciones hacia el destino más alto. Las bienaventuranzas se viven en esta tierra y preparan la bienaventuranza eterna. No se puede privar la existencia terrena del resplandor de eternidad que trae el Señor. Quien rechaza las bienaventuranzas, ¿cómo podrá aspirar a la bienaventuranza del cielo? Quien no acoge la felicidad que el Señor trae a la tierra, ¿cómo podrá gozar de la felicidad que él anuncia más allá? La santidad exige cada día la entrega con sacrificio. Es una oferta a la que todos estamos llamados porque la voluntad de Dios es que seamos santos, y como el amor de Dios alcanza a todos, todos podemos alcanzarla amándolo a Él y al prójimo. Aquí, la clave es el Amor que pone en funcionamiento todas las virtudes, y que ejercita
toda la libertad siguiendo al Señor en la entrega generosa a los demás, como lo
hicieron los santos.
Nadie nace para quedarse siempre niño, sino que tiene que llegar a la madurez de adulto. De la misma manera, la santidad es la madurez en camino a la cual todo cristiano está llamado, y nadie puede permanecer indiferente ante esta divina oferta. Nadie puede decir, “yo no tengo cara de santo”. Los santos tuvieron la misma cara que tenemos todos. Dios nos quiere en ese camino de perfección, y no tristes sino alegres y felices: “Dichosos vosotros”. Nos quiere santos que pasan por la vida contando y cantando la alegría de vivir. Santos llenos de gozo en la vida, porque Dios es amor, y quiere que su alegría esté en nosotros. Hoy, fiesta de Todos los Santos, encaminémonos por las sendas de las Bienaventuranzas, únicas que dan la verdadera felicidad a nuestras almas fatigadas de tanto peso mundano y profano. Confiemos más en el Señor y decidámonos a emprender el camino de la santidad, único sueño y máxima aspiración del alma humana. ¿Si alguien nos preguntara cuáles son nuestros sueños y aspiraciones en la vida, en nuestra respuesta iría incluido el deseo de ser santos, como la aspiración más personal y definitiva? Santa Teresita del Niño Jesús dijo: "Yo pasaré mi cielo haciendo el bien en la tierra". Hay santos que están nuestro lado; son de nuestra propia familia,
amigos, vecinos, hombres y mujeres de nuestra propia condición que van tras las
huellas del Señor. Los santos del cielo, son aquellos que compartieron con
nosotros su existir, y ahora nos ayudan con su ejemplo e intercesión a
conseguir la santidad. Recordemos que, “santo es el que hace las cosas ordinarias, con amor y con fe” Y no es privilegio de unos pocos, sino una vocación para todos, porque Dios nos quiere santos y actúa en nosotros cada día. A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o a través del Facebook de la capilla, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la buena nueva del reino de Dios, donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Santísima Virgen los proteja.Padre Luis Guillermo Robayo M. Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía |