Chía, 15 de Noviembre de 2020 Saludo
y bendición, queridos discípulos misioneros de esta comunidad de Santa Ana. Lecturas de la Celebración"Talentos con Valor de Eternidad" Saludo Padre Rector Luis Guillermo Robayo M. “Los adornos de la gracia, llamados talentos, ayudan a que la débil
naturaleza tienda a su creador y dueño” (Santo Tomás de Aquino). El evangelio de hoy nos recuerda que hemos
recibido muchos talentos, y en la medida que los hagamos producir sin dilación
y de manera generosa, aquel que nos los ha dado, se encargará de darnos mucho
más: “…Como has sido fiel en lo poco, te
confiaré lo mucho…” Los talentos, en la medida que se cultiven, van
creciendo y hacen crecer, en la criatura, la eternidad escondida. Esconder los talentos sería privar del talante divino que acompaña al ser
humano, hecho a imagen y semejanza de Dios; sería encerrarla bajo llave,
impidiéndole elevarse a su creador. A cada uno Dios nos dio talentos, no para enterrarlos por miedo a perderlos, sino para que corramos el riesgo de negociarlos y lograr más. No somos dueños, tan solo somos administradores de cuanto Dios nos ha dado. El cristiano se ha de caracterizar por la valentía, el coraje y el mirar lejos y, como buenos negociantes, intuir las maneras posibles de hacerlos crecer. Nuestra responsabilidad frente a los talentos, consiste en prolongarlos con el porcentaje adquirido como ganancia hacia el futuro, renovarlo y hacerlo florecer cada día. Negociar los talentos es la inversión de alto riesgo más rentable para quienes trabajan por el Reino. Dios es el que distribuye sus dones y si bien todos somos iguales en dignidad, él concede talentos diferentes a cada uno según la capacidad, y aunque no todos sabemos hacer lo mismo, todos nos empeñemos en la construcción del Reino. Lo importante es reconocer que los talentos vienen de Dios y a través de ellos, despliega su gracia y salvación. Quien no agradece los talentos, termina haciéndose dueño de ellos y, por ende, termina sepultándolos y escondiéndolos. Los dones son de Dios, pero del hombre depende hacerlos crecer, producir y administrarlos responsablemente. El camino a la santidad lo transita cada uno, y será ante Dios que daremos cuenta de los talentos con los cuales nos dotó y que su gracia perfeccionó Frecuentemente olvidamos presentar cuentas de lo que hemos recibido;
olvidamos dar “gracias” a aquel que, confiando tanto en nosotros, nos dotó con
un inmenso capital divino de cualidades y valores para nuestro crecimiento.
Dejamos morir tantos talentos y capacidades que Dios nos dio para hacer el
bien. Tenemos la capacidad de perdonar, pero a cambio, almacenamos odios y
rencores. Tenemos la capacidad de dar un poco de alegría, de hacer que alguien
sea un poco más feliz, y no lo hacemos. Dios, dador de todo bien, reclama nuestra responsabilidad. ¿Qué estamos dispuestos a hacer por él? ¿Qué valores están produciendo nuestras familias cristianas que han sido regadas con el sacramento del bautismo y constantemente son beneficiadas con múltiples gracias? ¿Respondemos con generosidad a tantos regalos por parte de Dios? ¿Hemos perfeccionado las virtudes divinas que recibimos cuando éramos niños y que hoy como adultos, se supone que las hemos hecho crecer en nuestra relación diaria con Dios? Por su naturaleza, los talentos, como todo don, buscan su cauce y su expresión y tienden a crecer y a perfeccionarse. No somos fieles al niño, impidiéndole crecer; no somos fieles a las semillas impidiéndoles brotar, ni somos fieles a las raíces impidiéndoles echar tronco. Así también, ser fieles a los talentos, más que conservarlos, tienden a dar fruto y a multiplicarse con el coraje de mirar hacia delante. Ellos van cargados de eternidad y dicha eternidad está en juego cada día. Dios no quiere cristianos “herméticos” como “cajas fuertes de seguridad”; quiere que negociemos con los talentos que él nos dio. No podemos presentarnos ante él diciendo: “Aquí está tu talento…Aquí está evangelio, aquí está tu iglesia, los hemos conservado fielmente”.Quizá hemos predicado tu evangelio y asistido a tu iglesia, pero no ha servido mucho para transformar nuestras vidas porque nos dio miedo hacerlos producir. La responsabilidad ante los talentos, incluye también la responsabilidad frente a todos los medios de subsistencia que nos ofrece en la creación y que reconocemos todos los días, como “frutos de la tierra y del trabajo de los hombres que recibimos por generosidad de Dios”. Coloquemos los talentos al servicio del Señor, no para recuperarlos cuando él venga, sino para negociarlos con creces sirviendo a los demás. Como su obra amada que somos, hagamos crecer las
semillas de su reino que plantó en nuestras almas. No nos contentemos con ser buenos. Más que
ser buenos, se nos pide que, con las armas de los talentos, seamos mejores
buscando la perfección como nuestro Padre celestial es perfecto. Lo
que interesa, quizá no sea el número de talentos que tengamos, sino cómo los
hacemos fructificar, dando lo mejor de nosotros. Si colocamos nuestros talentos
a producir cada día, al final de la vida el Señor nos recibirá en su reino
diciéndonos: «Pasa al banquete de tu
señor».
A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o a través del Facebook de la capilla, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la buena nueva del reino de Dios, donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Santísima Virgen los proteja. |