Solemnidad de Cristo Rey
Chía, 24 de Noviembre de 2019
Saludo y bendición a todos ustedes, queridos discípulos - misioneros de Santa Ana. "Cristo Vence, Cristo Reina, Cristo Impera" Terminamos el año litúrgico, con la Solemnidad de Jesucristo Rey
del Universo. Cristo es presentado como soberano de todo y de todos, y para
los creyentes expresa, bajo el imperio del amor, el triunfo de la cruz, de
donde viene la salvación. El poder y la gloria de Dios, en su divino hijo, se
manifiesta en su autoridad para perdonar el pecado y entronizarnos en la
participación de su Reino. La cruz será el trono del nuevo rey cuya soberanía
no se asienta en la riqueza, el poder, la fuerza o las armas, sino en la
humillación y la muerte en cruz. Aquel letrero sobre la cruz: “Jesús Nazareno Rey de los judíos”, escrito en latín, griego y hebreo, aunque sonó a burla y provocación, viéndolo bien, fue la única verdad que, sin saberlo, mandó escribir Pilatos. Sus brazos, -clavados pero abiertos-, acogen al que esté dispuesto a ponerse a salvo. Desde la cruz inaugura su reino, y desde ella nos invita a dejarnos salvar, hasta llegar a ser pan partido y repartido para todos. Para los que tienen necesidad de alegría, Cristo rey es la viña; para los que tienen necesidad de entrar, Él es la puerta; para los que tienen necesidad de ofrecer oraciones es el sumo sacerdote mediador, y para aquellos que, como el ladrón arrepentido, tienen pecados y necesitan su favor, es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Con su amor, su misericordia y su justicia, arranca de raíz lo que nos impida experimentar la salvación.El sentido de la fiesta de Cristo rey se aclara ante el escándalo de la cruz. La ironía de Dios nos ayuda a descubrir que su reino no es de este mundo, es decir, impuestos a la fuerza, caducos y temporales. Por más largos que sean, terminan algún día y son sustituidos por otros. Son limitados y por más que ocupen grandes territorios y ejerzan influencia en la tierra entera, siempre tienen fronteras. Por más poderosos que sean, su poder es limitado en el tiempo y en el espacio. Por el contrario, el reino de Cristo se impone, pero por la fuerza de su amor incondicional. Amor que, por manifestarse en Cristo, es eterno e infinito, y sin límite de tiempo ni de espacio, es decir, para siempre. San Francisco de Sales, con estas palabras, nos exhorta a servir bajo el Reinado de Cristo: “Sin una reina, las abejas se muestran inquietas. Pero cuando la reina nace, se reúnen a su alrededor y se dedican a cumplir todos sus deseos. Igual sucede cuando nuestros sentidos deambulan incesantemente, arrastrando consigo nuestro yo interior, desperdiciando el tiempo y causándonos ansiedad e intranquilidad; destruyendo la paz que es tan necesaria para nuestro espíritu humano. Nuestros sentidos, nuestra mente y nuestra voluntad son como abejas místicas. Hasta que no tengan un gobernante, es decir, hasta que no escojan a nuestro Señor como su rey, permanecerán inquietos”.Lamentablemente, cada día son más los que se hunden en una “adoración sin límites” a tantas formas de ídolos y pequeños reyes que quieren gobernar este mundo, so pretexto de falsas libertades y relativismos, sin importar cuánto lleven de escándalo, daño o perdición. Y pensamos que cada uno es dueño de hacer lo que quiera, como reeditando el pecado de los orígenes cuando el hombre quiso ser dios. El espíritu del mal que sedujo al hombre para tenerlo bajo su reino, sigue mostrando caminos nuevos de seducción. El llamado de la Palabra de Dios, hoy más que nunca, es urgente y radical. Se requiere volver a sintonizar nuestro corazón con el palpitar de Cristo, perceptible bajo el poder del amor y de la misericordia, y en clave de humildad y sencillez. Sabemos que sólo él da la paz del corazón, la alegría insondable en el alma. Unidos a él no hay nada que temer y todo por ganar. ¡Qué afortunado el ladrón arrepentido! ¡En el último instante de su vida supo ganarse el corazón de Cristo, y también el cielo! Pero más aún, se ganó el regalo maravilloso e inmerecido de la misericordia de Dios hacia él. Así es Jesús. Su corazón es infinito porque nos descubre las fibras del corazón de Dios Padre, lleno de entrañas, ternura y compasión.Para eso vino a este mundo y para eso se encarnó. Y seguirá en la cruz con los brazos abiertos para acogernos siempre y sin condiciones. Lo único que espera de nuestra parte es una total confianza en él, reconocimiento que somos pecadores, contrición de haberlo ofendido, y abandono total en sus manos. Así lo hicieron el publicano, Zaqueo o el ladrón arrepentido. También lo podemos hacer nosotros. Si el ladrón arrepentido fue el único que reconoció en el crucificado al Señor de la Gloria, reconozcamos, como él, a Cristo Rey, el único que tiene poder para introducirnos en el reino de la eternidad. Las abejas son fieles a su reina. Seamos fieles y obedientes a la voluntad de nuestro rey, para que podamos comenzar en esta vida la obra que, con la ayuda de su divino amor, la continuaremos eternamente en el Cielo. Démonos cuenta que los reyes de este mundo razonan con criterios diferentes a los criterios que marca en reinado de Cristo. El mundo usa el poder para bien propio, nunca lo comparte; mientras que, para Dios, el poder está en el servicio. El reinado de Dios lo dimensiona y lo lleva plenitud el amor y la entrega, no solo de lo que se tiene, sino de lo que se es. Cuando recemos el Padre nuestro, no podremos decir: “Venga a nosotros tu Reino”, si lo hemos confundido con los reinos de este mundo.Recordemos que, por el triunfo de Cristo sobre la muerte y muerte de cruz, ya formamos parte del Reino de Dios. Dejemos que los criterios de Cristo sean los nuestros, y trabajemos para que nuestra vida, nuestra familia y nuestra sociedad estén bajo el imperio y el reinado de su divino amor. Que, en este día de Cristo rey, también nosotros aceptemos su soberanía y lo proclamemos como el Señor de nuestras vidas. Con él triunfamos y con él reinaremos. “Cristo Vence, Cristo Reina, Cristo Impera” Les deseo a todos un Nuevo Año Litúrgico lleno de gozo espiritual, y a quienes nos siguen a través de internet, en la página: Les envío mi bendición, y los invito a caminar juntos, extendiendo como discípulos misioneros, el reino de Dios donde quiera que nos encontremos.
Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Virgen María los proteja. Amén.
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