3° Domingo de Adviento, 15 de Diciembre de 2019, Ciclo A

publicado a la‎(s)‎ 14 dic 2019, 8:26 por Diseño Web Santa Ana Centro Chía   [ actualizado el 14 dic 2019, 13:43 ]

Chía, 15 de Dicie
mbre de 2019

   Saludo y bendición a todos ustedes, queridos discípulos - misioneros de Santa Ana.   

"Estén Siempre Alegres…El Señor Está Cerca…"

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   En este tercer domingo de adviento, llamado de “Gaudete”, el evangelio nos invita a vivir en la "Alegría" por la próxima venida del Señor: “alégrense y regocíjense porque el Señor ya viene”.  El Señor siempre nos da motivos para alegrarnos y levantar la cabeza. Con él, la alegría es posible y la esperanza cierta. 

   Y Juan el Bautista fue el pregonero de esta alegría. Él personifica la esperanza del pueblo de la primera alianza, que alcanza su cumplimiento en la llegada del Mesías. Él demostraba la misma alegría tanto en el invierno de las amarguras, como en la primavera de la paz, alegrándose aún en medio de su situación dramática. 

   Juan nos enseña que, en cuanto a los bienes espirituales, nuestra actitud ha de ser de total apertura e incesante búsqueda. Él supo valorarse en relación a Jesús. Contempló la alegría de Dios en cada huella de Jesús, y reconoció que, aunque no daba la talla del Salvador, al seguir sus huellas le haría el más grande nacido de mujer, como el mismo Jesús le reconoce. Pero nosotros, por el contrario, nos dejamos agitar por cualquier emoción, sucumbiendo ante los vientos del poder, la riqueza y los honores. 

   En la Navidad volvemos a contemplar el resplandor de Cristo, Luz del Padre que disipa las tinieblas de este mundo. Aprovechemos el llamado que nos hace San Pablo a vivir la alegría. En el adviento, la alegría está llamando a nuestra puerta, porque ¡un niño nos va a nacer! Acordémonos de aquellas velas en las reaparece su luz en las fiestas de cumpleaños. 

   Así, la navidad, al traernos a Cristo Luz del mundo, es la luz que nunca se apaga, y el adviento, es el preludio, o el tiempo adecuado para ponernos en marcha hacia esa Luz que ya viene. De modos que no perdamos la esperanza, pues cuando colocamos a Dios en el centro de nuestro corazón, tendremos la respuesta apropiada a la incertidumbre, la luz en la oscuridad y el júbilo frente a la tristeza. 

   Jesús es el rostro de Dios para nosotros, y los que llevamos el digno nombre de “cristianos”, debemos ser el rostro del Señor para el mundo. Lo que hacemos y lo que decimos, tiene que ser signo en el que reconozcan los rasgos del “Emmanuel o el Dios en nosotros”. Cuando hacemos algo bueno, cuando servimos a los demás, entonces hacemos que Dios se haga presente; provocamos la Navidad en cualquier época del año, porque cada vez que amamos a una persona, como lo hace Jesús, entonces Él nace para darnos esperanza, alegría, paz y felicidad. 

   De ahí que la señal de que su reino ha venido y está presente, es que nosotros, asistidos por su gracia, aliviemos los sufrimientos de cuántos sufren. Esa es la mejor y más bella navidad: prolongar sus rasgos y abrirle un espacio para que vuelva a encarnarse entre nosotros y en nosotros en esta Navidad. 

   Detrás de la Navidad, en la puerta del Adviento, esperamos como niños la venida del Señor. Como el labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia”. Somos como los niños esperando que la puerta se abra para recibir el más bello regalo. Adviento es el día antes de la más bella noticia; Es el acelere del corazón, esperando que la puerta de Navidad se abra y nos dé el más bello regalo: el Niño Dios.

   Como Juan el Bautista, inclinemos el corazón para recibir la fuerza de lo alto, y enfoquemos nuestra vida en Jesús. Sólo así podremos hacer de las dificultades oportunidades en donde florezca la esperanza y la alegría. En la noche de navidad se proclamará: “Os anuncio una gran alegría, hoy, en Belén de Judá os ha nacido el Salvador…”. Dios nos pide en este adviento, que cada uno sea para sí mismo, el Juan que señale concretamente en qué debemos cambiar y a qué debemos renunciar. Que esta navidad, lejos de sentimentalismos, abra nuestros corazones a la Buena nueva, a la venida del Señor.

   ¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que Juan nos señala y la novedad de Dios que él nos presenta?, o por contrario, ¿preferimos atrincheramos en estructuras caducas, que han perdido la capacidad de algo nuevo? Juan el Bautista no era la luz, pero él anunció la luz. Cada uno de nosotros tenemos que ser antorcha del Señor para que él brille, y llama de su amor para que él caliente nuestro corazón.

   Cuando hacemos de nuestras palabras cotidianas un canal de respeto y una fuente de amor, cuando liberamos nuestros corazones de los virus del pecado y de los rencores y envidias, cuando respetamos a cada uno de nuestros hermanos con el más noble pesebre que nos descubre la presencia de Dios, provocamos la más bella Navidad. Preparemos nuestros corazones para le sirvan al Señor de cuna, donde deposite y brote la esperanza, la alegría, la paz y felicidad. 

   A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org les envío mi bendición, y los invito a caminar juntos y a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena Nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. 

Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Santísima Virgen los proteja.


Padre Luis Guillermo Robayo M.   

Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía