3° Domingo de Pascua, 1 de Mayo 2022, Ciclo C

publicado a la‎(s)‎ 2 may 2022, 7:14 por Diseño Web Santa Ana Centro Chía   [ actualizado el 2 may 2022, 7:16 ]
Chía, 1 de Mayo de 2022

Saludo cordial y bendiciones a todos los fieles de esta comunidad de Santa Ana.

…Es el Señor…"

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   En este tercer Domingo de Pascua Jesús sigue apareciéndose a sus discípulos. Dedicados a sus labores de pesca, y aunque bregaron durante toda la noche, no pescaron nada. Al amanecer, Jesús resucitado viene en su ayuda. Ya con él, y obedientes a su palabra, lo tienen todo en abundancia. Es la gran diferencia: “Sin Él, o con 
Él”
 

   San Juan nos cuenta este relato lleno de emoción en donde Jesús se les vuelve a aparecer a pesar de su incredulidad y del asombro con todo lo sucedido. A pesar de haberlo visto vivo, deciden volver a lo de antes. Como si todo lo que Jesús dijo, no sirviera de nada. Jesús resucitado sigue en su relación normal con sus amigos. No solamente vivió con ellos, sino que quiere seguir con ellos. Esa presencia activa de Jesús les ayuda a confiar, a creer, a echar las redes en el sitio que él les indica. Se requiere obediencia a él, porque él es el que hace eficaz el esfuerzo en la pesca y en el anuncio del Evangelio: “Echad las redes a la derecha y encontraréis”. 

   Es que los fracasos también entran en la pedagogía de Dios. Nos enseñan a confiar y fiarnos más de El que de nosotros. Les anima a no darse por vencidos a pesar de no haber tenido una fe suficientemente fuerte para terminar de creer y de amar como él les había enseñado. Afortunadamente toda noche tiene su amanecer, y cada amanecer es una nueva esperanza que nos puede dar la gran sorpresa de la vida. Mientras ellos recogen las redes cansados y desilusionados, dispuestos a irse a casa, en la orilla hay alguien que los llama, que los espera, encendidas las brasas, dándolos esperanza: “Echad las redes a la derecha y encontraréis”. Dios nos deja luchar, como si estuviésemos solos, y sin embargo nunca estamos solos, ni siquiera en esos momentos de frustración. Él siempre está en la otra orilla esperándonos con una palabra de esperanza. 

   La barca de nuestra vida, aunque aparentemente esté vacía, se sostiene porque Él va al timón. Esta es nuestra convicción, pero ¿hasta dónde va nuestro amor por él? De ahí que Jesús le pregunta a Pedro tres veces: “me amas”? La pregunta no es por un amor cualquiera, sino un amor capaz de dar testimonio, incluso con la vida.

    ¿Le amamos a Dios sobre todo? ¡Se nota nuestro amor por Él, en el combate del día a día? Quizá nos falta una confianza absoluta en él cuando pasamos por dificultades   y nuestro corazón está vacío. Con nuestras fuerzas no podemos hacerlo; es el Señor quien nos capacita para hacer frente a las adversidades. Cuando aparece el Señor, todo cambia, todo se llenó de Dios, como la barca se llenó de pescado. Con la resurrección todo cambia: la frialdad y la indiferencia, en ardor y fervor; el temor de los discípulos se cambia en valentía de anuncio. No siempre es fácil reconocer la presencia de Jesús en medio de nosotros. Sólo desde la fe se puede decir “Es el Señor”. Cuando lo reconocemos como el Señor, él estará ahí para ayudarnos. El milagro siempre será obra de Jesús, pero si nos implicamos y colaboramos con Él. 
   Reconozcamos que, como las redes vacías, hoy hay muchas Iglesias vacías, pero estadios están llenos y en los hay que hacer filas y reservaciones, porque están repletos. ¿Quién se atreve a proclamar el Evangelio en los estadios o en los restaurantes? Las playas también se abarrotaron en semana santa, aunque muchos templos vacíos. El problema no son las iglesias vacías, sino que, a muchos les sabe mejor lo que ofrece el mundo, que el amor que nos ofrece Dios. 

   Como los discípulos, breguemos esta semana para que prevalezca el amor de Dios en nosotros. El Señor olvida el dolor de nuestras traiciones, pero nos recuerda la pregunta: ¿Me amas? Como Pedro respondamos: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. El amor puede más que el pecado y será en ese amor vivido que seremos juzgados. 

   Cuando el horizonte esté oscuro, no abandonemos el timón. Acudamos al Señor y aferrémonos a su mano siempre tendida que nos brinda su presencia cierta y su alimento seguro, especialmente en los momentos más amargos de la vida. San Juan lo afirmó: “Al salir a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: “Traed de los peces que acabáis de coger”. Es en la Eucaristía donde el Señor reúne a su Iglesia y la reconstruye incluso en medio de sus fracasos. ¡Qué bueno sería que cada vez que participamos en la Eucaristía pudiésemos decir como el discípulo amado: “Es el Señor” ¿Por qué no hacemos de la Eucaristía el centro de nuestra vida cristiana?  

   A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o por el Facebook de la Capilla Santa Ana, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos misioneros, el reino de Dios donde quiera que se encuentren.

 

   Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Santísima Virgen los proteja. Amén.

Padre Luis Guillermo Robayo M.   
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía