Chía, 18 de Abril de 2021
Saludo
y bendición, queridos discípulos-misioneros de esta comunidad de Santa Ana.
"El Mesías Debía Sufrir, y Resucitar de Entre
los Muertos al tercer día"
Saludo Padre Rector Luis Guillermo Robayo M.
Hoy Jesús nos invita
a no dudar. La realidad se puede transformar, la pascua puede desplegar todo su
potencial si estamos dispuestos a ser testigos del resucitado y a vivir cuanto
él nos propone. En la aparición de Jesús, Lucas comienza diciendo: “Contaban los discípulos lo que les había
pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan”.
Jesús encontró a los discípulos en un momento interesante. Estaban hablando de
sus “experiencias con el resucitado”. Relata que cuando lo ven, los discípulos
se sobresaltan y asustados creían ver un espíritu. Y es entonces que Jesús les
hace una pregunta, que es también nosotros: “¿Por
qué os alarmáis? ¿por qué surgen dudas en vuestro interior?”
El Señor conoce a los discípulos y sabe que las certezas no bastan. Entonces les abrirá el entendimiento para que comprendan las Escrituras y se den cuenta que su muerte tenía sentido y era paso obligado para la resurrección. No bastaba la certeza que Jesús había muerto; ahora Él mismo les explicará punto por punto cómo todo entraba en el designio de Dios. Les ayudará a asimilar el sentido de todo el acontecimiento, y a su vez, percibirán su oculto sentido que culminará con la comprensión de la verdad plena del Cristo total. El camino de la fe no es un camino de evidencias materiales, de pruebas palpables o de demostraciones científicas, sino que es un camino que se recorre con el corazón abierto a la revelación de Dios, presto para acoger la experiencia de Dios y de la vida nueva que Él quiere ofrecer. Los discípulos comenzaron ese camino con dudas e inseguridades, pero la experiencia del encuentro con Cristo vivo, les dio la certeza de su resurrección. Y es que la fe, aunque no elimina las dudas, fundamenta toda nuestra vida y por eso, no siempre es clara y tiene mucho de oscuro. No obstante, hoy, también el mismo Señor se aparece en nuestra casa y nos dice: “Paz a ustedes”. Nos transmite una alegría tan grande que, por esta alegría, de pronto, no alcanzamos a creer”. Y también el Señor nos pedirá algo de comer y, seguro que le daremos algo que primero pasará por la boca del pobre y del que tiene hambre.El resucitado sigue apareciéndose en medio de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestra comunidad. Somos nosotros quienes debemos reconocer, confiar y saber que es él en persona quien viene a fortalecernos. Él sabe que necesitamos certezas bien afianzadas para vivir, así que se presenta mostrando sus manos y sus pies, e incluso se ofrece a que se los toquen; luego se sienta a la mesa con sus discípulos, y así, la última nube de duda queda despejada en ellos. Prolongar nuestra fe en el resucitado con nuestro testimonio, es lo que más se requiere hoy. Nos falta hablar con el testimonio. No es cuestión de decir “esto sucedió en aquel tiempo”. En los relatos de la resurrección no se dice cómo resucitó, ni en qué momento o a qué hora resucitó. Lo único que se describe son las apariciones, son las experiencias, son los distintos encuentros con el resucitado. Es decir, son experiencias de encuentros. Lo importante, es decir: “esto nos acaba de pasar”, “esto nos acaba de suceder”, “esto acabamos de experimentar”. Al mundo le sobran ideas, y lo que se requiere son experiencias personales.Si nos preguntamos: ¿Hemos visto resucitar al Señor? La respuesta es no. Pero él se nos aparece, y lo vemos. La Pascua es aparición. La Pascua es “encuentro”. “Lo hemos visto”. “Se nos apareció”. “Comió con nosotros”. Ciertamente no somos testigos del “momento de su resurrección” pero somos “testigos de que está resucitado”. Se “nos ha aparecido”. “Lo hemos visto”. Y esto es lo que anunciamos. Más que “teólogos de la resurrección”, “somos “testigos de ella”. El mejor testimonio que evidencie a Cristo vivo en nosotros, está en nuestras manos, en nuestros pies y en nuestro pan, gastados y compartidos por y con los demás. Manos gastadas en caridad, y pies cansados yendo al encuentro de los demás. Si Jesús en la noche oscura y el mar agitado, hace que todo sea dominado por la revelación de su identidad al afirmar: “Soy yo, no tengan miedo”, también en nuestra vida superará todo obstáculo o amenaza. Solo necesitamos abrirle el corazón, creer en él y obrar como él.También en nosotros se dan momentos difíciles y de oscuridad, que no logramos comprender. Tendremos que mirar las llegas de Jesús como signos de identidad. Sus manos, sus pies heridos y la mesa preparada, son manos y pies que ya no sangran en la cruz, sino que, por su resurrección, resplandecen gloriosos. En la Cruz, las llagas hablaban de dolor y de muerte. Ahora, resucitado, esas mismas llagas “anuncian amor, misericordia, perdón y vida”. Ahora, resucitado, el Señor nos dice: “Mirad mis manos y mis pies”. Lo que hoy nos identifica como creyentes resucitados, quizá no sean tantas explicaciones racionales, sino unas manos y unos pies gastados por los demás. “Más vale una llaga en tus manos que mil explicaciones sobre el amor”. Dejad que el grano se muera y venga el tiempo oportuno: dará cien granos por uno la espiga de primavera. Mirad que es dulce la espera cuando los signos son ciertos; tened los ojos abiertos y el corazón consolado: si Cristo ha resucitado. ¡Resucitarán los muertos! Amén. A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Santísima Virgen los proteja. Amén. Padre Luis Guillermo Robayo M.
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía
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