5° Domingo de Pascual, 2 de Mayo de 2021, Ciclo B

publicado a la‎(s)‎ 1 may 2021, 19:51 por Diseño Web Santa Ana Centro Chía   [ actualizado el 1 may 2021, 19:53 ]
Chía, 2 de Mayo de 2021

  Saludo y bendición, queridos discípulos-misioneros de esta comunidad de Santa Ana.

 Lecturas de la Celebración

"El que Permanece en Mí, y Yo en él, da Mucho Fruto"
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Saludo Padre Rector Luis Guillermo Robayo M. 

   El Evangelio de hoy nos ofrece la imagen de “Jesús-vid, y cristianos-sarmientos”. Bella imagen para la Iglesia porque no hay Iglesia sin la cepa que es Jesús, y sin sus racimos o sarmientos que somos nosotros. Un árbol es más que las ramas y estas dan visibilidad al árbol. 

   El árbol necesita del tronco que es el que hunde sus raíces en la tierra. Sin tronco no hay árbol, ni ramas, ni savia, ni vida. Puede cortarse las ramas, pero mientras siga el tronco siempre habrá árbol. La vida de las ramas depende de la vida del tronco. Incluso si se cortan todas las ramas, el tronco hará brotar otras. No podemos ser cristianos si no es unidos a Jesús. Somos sus sarmientos, y solo podremos vivir si estamos unidos al tronco de la vida, y al resto de sarmientos, nuestros hermanos. Así, formamos la “vid” completa. 

   En la parábola, Jesús expresa su relación vital con los creyentes y el modo de ser de la Iglesia. Es cierto que Jesús no habló de un árbol, sino de una vid, que en el fondo viene a decir lo mismo. Él dijo que somos “ramas”, “sarmientos”. No nos definió como el tronco de la vid, o el tronco del árbol. Nos puso en la condición de “sarmientos y ramas”. Dejó bien claro que “el tronco es él”. La “vid es él”. “Yo soy la verdadera vid, vosotros los sarmientos”. “Y mi Padre es el labrador”. Como tronco, él da consistencia al árbol y a la vid. Retransmite la sabia y la vida y da resistencia ante los embates del viento y la lluvia. 

   La parábola describe la íntima y vital relación con Jesús: Son realidades distintas, pero unidas que forman un todo y viven una misma vida de la misma savia y de las mismas raíces. Si el viñador planta la viña y la cultiva, es para que produzca fruto abundante. 

   Se crea una empresa para que rinda y dé buenos frutos. Dios nos incorpora como hijos en su proyecto divino y nos capacita para dar frutos que extendamos el proyecto divino de su Reino: «Yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto». Por el bautismo nos ha injertado en la viña de su Hijo. «El sarmiento no puede dar fruto si no está unido a él”. Para ello nos ha dado la vida cristiana, nos ha unido a él por la vida de gracia, los actos de virtud y las obras de caridad, para dar frutos agradables al Padre. 

   El Padre, como sabio agricultor, ha plantado con su savia celestial, esta vid en la tierra, de manera fértil y generosa. El Padre, hace de nosotros, no solamente sarmientos de su divino tronco para participarnos el cielo; también nos hace terreno escogido en el que Jesús tiende sus labios y sus dedos como raíces, atrayéndonos para convertirnos en sus sarmientos. Es la generosa cepa y savia del Señor, capaz de transformar en vid toda la tierra. Y los frutos, son la consecuencia de ese buen arraigo en Dios que se traducen en un compromiso de servicio, de amor y de testimonio a los demás. 

   Una casa requiere de buenos cimientos. Con mayor razón el ser humano requiere de principios sólidos para entender y defender la vida. Jesús nos advierte que una existencia sin Dios, está abocada al fracaso. 

   Dios como labrador espera pacientemente a que demos fruto: nos hizo sus hijos por el bautismo, nos da el pan de la eucaristía, nos perdona en la penitencia, nos cura por la unción de enfermos, nos guía con su palabra y, no obstante, no le ofrecemos los frutos que espera que demos. Si la unión hace la fuerza, como sarmientos suyos, estamos llamados a formar un solo cuerpo, en un mismo Espíritu. La fuerza de los cristianos, como miembros de la iglesia, radica en la unión con cristo, cabeza de ella: “Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre. 

   En el plano deportivo los equipos luchan por no descender de categoría. Como sarmientos del Señor, para ser parte del árbol frondoso, habrá que estar enraizados con él y en él. Cuando desaprovechamos las oportunidades de enraizarnos en él, vamos perdiendo la categoría. No basta tenerlo presente solo en los momentos de regocijo (bautizo, boda, o primera comunión); así es muy difícil ser sarmientos frondosos. Solo las convicciones profundas ayudan a enraizarnos en Jesús, así como él estuvo enraizado y convencido en la relación con su Padre. Él es la fuente de nuestro arraigo que nos planta en la viña eterna. 

   Si el Señor es nuestro tronco fuerte, seremos ramas consistentes. Nos da consistencia y, aunque se seque un sarmiento, el tronco sigue ahí dando vida a sus sarmientos. 

   A los que no dan fruto, los “arranca” y a los que “dan fruto, los poda” para que den más. Será necesario prescindir de lo inútil y dejar cortar lo que nos distrae y aleja de nuestro fin. Y aunque podar duela, tendremos que ser podados por el jardinero divino. Él corta todo aquello que a nuestro juicio puede ser muy hermoso pero que nunca da fruto. 

   Como sarmientos del Señor, dejemos que Él nos pode para permanecer fuertes y unidos a él, nuestra savia. Alimentémonos con su palabra, fijemos en él nuestra esperanza y nuestro amor. Que produzcamos esos frutos que germina la savia de Jesús, y extendamos, con la abundancia de su divino Espíritu, las ramas de su amor a nuestros hermanos más necesitados, con la certeza que el Señor se mantendrá unido a nosotros hasta el fin del mundo. Ojalá, algún día, podamos tomar parte en la cosecha de su eterna viña. 

   A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o, a través del Facebook de la capilla santa Ana, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena nueva del Señor, donde quiera que se encuentren.

   Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Santísima Virgen los proteja. Amén.

Padre Luis Guillermo Robayo M. 
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía