Chía, 10 de Junio de 2012
Saludo cordial a todos los fieles de esta comunidad de Santa Ana de Centro Chía. Hoy celebramos la solemnidad del CORPUS CHRISTI, el Cuerpo y la Sangre del Señor, el "Sacramento de los sacramentos”, pues todos los demás sacramentos están orientados hacia la Eucaristía y de ella se alimenta la iglesia que peregrina hacia la casa del Padre.En cada Eucaristía, el sacerdote pronuncia las mismísimas palabras que pronunció Jesús en la Última Cena. Y es que fue en la última cena en la que el Señor Jesús, antes de pasar de este mundo al Padre, nos dejó el memorial de su Pasión, el sacramento por el cual se quedaría entre nosotros para siempre. “Tomad y comed…tomad y bebed…Haced esto en conmemoración mía”… pues “cada vez que comamos de este pan y bebamos de este cáliz, anunciamos la muerte del Señor y proclamamos su resurrección hasta que Él vuelva”. Cómo no recordar y llevar nuestro corazón a aquellas hermosas procesiones con el Señor sacramentado recorriendo plazas y caminos, acompañado de multitudes de fieles, que al compás de himnos y cánticos aclamaban a Cristo Rey, al Señor presente en la hostia consagrada. Es que en cada eucaristía tenemos la presencia real del Señor sacramentado, proclamamos el Reino de la Vida, aclamamos el triunfo del Señor, celebramos el banquete del pan y del amor, celebramos la nueva alianza en la Sangre del Señor y esperando su retorno. Nos acercamos al altar a recibir el cuerpo y la sangre de Cristo para hacernos uno con Él. Quizá no seamos dignos de recibirlo en comunión, pero lo hacemos con la plena confianza de sentirnos amados por él, porque Él mismo es quien nos invita a su festín, nos acoge en la mansión de su amor. Para los creyentes, el día en que recibimos la Eucaristía es el día de mayor dicha y felicidad. En cada templo, grande o pequeño, en la ciudad más grande o en la vereda más humilde, siempre que se celebra la eucaristía, está Jesús sacramentado esperándonos a todos para darlos el pan de vida, el pan de los ángeles que Dios coloca en boca de los humanos. El don más maravilloso, el regalo más admirable de colocar en la boca de los pecadores el mismo cuerpo de nuestro Señor y redentor.
El fruto precioso de quien recibe la Eucaristía, es que, "así como el pan es uno, nosotros, aunque somos muchos, somos un cuerpo, porque participamos del mismo pan". Nosotros somos el Cuerpo de Cristo y juntos formamos la iglesia, juntos formamos el cuerpo del Señor, somos sus sarmientos, somos uno en Cristo Jesús. Nosotros que saboreamos sacramentalmente al Señor Jesucristo, nos convertimos en su cuerpo vivo, visible y tangible para dar sabor al mundo. El Catecismo, citando a Santo Tomas de Aquino, declara a propósito de la Eucaristía que "Es un dogma del cristiano, que el pan se convierte en carne, y lo que antes era vino queda convertido en sangre. Su sangre es nuestra bebida; su carne, nuestro alimento; pero en el pan o en el vino, Cristo esta todo completo”. Los invito para que después de cada eucaristía nos convirtamos en la presencia real del Señor; como si fuéramos un cofre lleno del amor y del perdón de Dios que Cristo quiere ofrecer a tantos hermanos nuestros que nunca han degustado el manjar celestial. Conservemos en nuestra mente y en nuestra alma, estas oraciones:
Feliz semana para todos y que Dios los bendiga y la Virgen los proteja. Luis Guillermo Robayo M. Pbro. Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía. |