Domingo Solemnidad Corpus Christi, 19 de Junio 2022, Ciclo C

publicado a la‎(s)‎ 19 jun 2022, 12:58 por Diseño Web Santa Ana Centro Chía   [ actualizado el 19 jun 2022, 13:24 ]
Chía, 19 de Junio de 2022

Saludo y bendición, a todos los fieles de esta amada comunidad.

Eucaristía: Presencia viva del Señor

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   Hoy celebramos la Solemnidad del Corpus Christi, el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor. El sacramento por excelencia, presencia real del Señor en la eucaristía. Desde niño, Jesús ya era como un panecito divino que se ofrecía como alimento. 

   Nació en Belén que en Hebrero significa “casa del pan”, y no encontró mejor definición para él, que ser Pan. En la última cena quiso darse plenamente haciéndose pan. El pan “partido, pan que se da y se entrega, Pan de vida, Pan de eucaristía”. “El que come de este pan vivirá eternamente”.

   Dos días en el año dejan ver el esplendor de la Eucaristía: el Jueves Santo que conmemora su institución, y la fiesta del Corpus Christi, centrada en el misterio de la presencia real del Señor. 

   Al conmemorar la última cena del Jueves Santo, hoy reconocemos a Cristo que se quedó con nosotros en el pan y el vino para compartirnos su cuerpo y su sangre. El Corpus Christi expresa el misterio y el contenido de la fe cristiana, condensado en el Pan y el Vino, convertidos en fuente de vida y salvación. Es la fiesta de Dios “hecho pan” para que nadie tenga hambre; para que todos puedan comer”.

Jesús Eucaristía !! - PicMix   El Evangelio hace una conexión entre Eucaristía y solidaridad humana. La Presencia Real de Cristo en la Eucaristía es presencia igualmente real y sacramental en el pobre y en el que sufre. Los discípulos se quieren escudar en que no tienen más que cinco panes y dos peces, pero Jesús cambia el panorama. Toma lo poco que tienen, lo bendice y lo multiplica. La bendición es fuente de multiplicación, y se refleja en la solidaridad, que abarca a todos. 

   El día del Corpus es el día de la caridad. Los seres humanos vivimos de pan y pedimos a Dios el pan de cada día. Es el pan que también sabe a entrega, a amistad y amor. Todos tenemos hambre y sed del pan de eternidad. No nos conformamos con lo que encontramos delante de nosotros; nos abrimos a lo que está por venir. Este alimento de eternidad es el Cuerpo de Cristo, Pan de vida eterna. En ese Pan se da a sí mismo y de ese modo se convierte en comida, por la que vivimos. Así sean solo esos “cinco panes y dos peces”, unidos a los de los demás, y en las manos del Señor, significan la entrada a la vida eterna. 

   ¿Dónde están mis cinco panes y mis dos peces…? Desde nuestras posibilidades, podemos ser parte del milagro colocando a disposición de los demás lo que generosamente podamos compartir. El pan de mejor sabor es el pan compartido. Nos hace más humanos y menos egoístas. En cada eucaristía, Jesús se fracciona y se reparte, haciendo presente a Dios, Don total. El pan que verdaderamente alimenta, no es tanto el que se come, sino el que se comparte. Un pedazo de pan compartido con un hermano, sabe mejor que un banquete a solas. Más allá de saciar las necesidades del otro, el primer objetivo de compartir el pan, es identificarse con Dios en el hermano. Es afirmar que Dios se deja alimentar en el necesitado. 

   Ser pan significa, no vivir para uno mismo sino para los demás. Significa ser dóciles y pacientes como el pan que se deja amasar, cocer y partir. Significa estar adornados con la humildad del pan para no figurar en la lista de los platos exquisitos, pero con la certeza que nunca puede faltar en ninguna mesa porque su presencia indica alimento, bondad, generosidad y sacrificio, al dejarse triturar. El pan que no se deja comer y compartir se endurece y se tira. En cambio, el pan que se deja cortar y tajar, se hace alimento compartido y comida compartida que se transforma en alimento y vida. 

   Al recibir el Cuerpo de Cristo, nos convertimos en “cristianos eucaristía”, y en cierto modo, somos “nuevos cristos”. Cristo, ciertamente vive en el sagrario, pero él quiere llamar a las puertas de cada casa y de cada corazón. De ahí que, en este día suele llevarse a nuestro Señor por las calles. Tendremos que llevar a Jesús sacramentado en el corazón, para que nos acompañe y alimente en nuestras procesiones diarias. 

   Él acude en auxilio de quienes lo necesitan, pero sabemos también que para ello cuenta con nosotros y que lo compartamos con los demás. Cuando se comparte un paraguas, se evita que alguien se moje; así, el dolor compartido es medio dolor; la alegría compartida es doble alegría y el pan compartido es el que sabe mejor, porque sabe a Dios. 

   No podemos pedir al "Padre, que nos dé el pan de cada día" sin pensar en aquellos que no lo tienen y pasan hambre. No podemos comulgar con Jesús sin hacernos más generosos y solidarios. Tampoco podremos darnos la paz unos a otros sin estar dispuestos a tender una mano a los más necesitados. Somos pan bendito para los demás. 

   En cada Eucaristía, al recibir este pan celestial, quedamos “sabiendo” a Dios, y nuestras almas quedan unidas al cielo. Pan que es fuerza divina que sostiene nuestras fuerzas limitadas. Pan tan digestivo que nos hace sentir ligeros y libres en el camino a la eternidad; tan necesario y tan básico que alimenta a quien lo desee, y no falta en la mesa de pobres y ricos, sencillos u orgullosos. 


   Pan de Dios que se desmigaja para curar lo que hay roto en nosotros. Pan de Dios en el que se saborean los esfuerzos, la dedicación y la entrega de tantas manos anónimas. Es Jesús eucaristía, el pan que Dios coloca en la boca de sus hijos. ¡Oh milagro admirable! “Concédenos, Señor el trabajo, para merecer el pan que tú nos das”.

 

   A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o a través del Facebook de la Capilla, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos misioneros, el reino de Dios donde quiera que se encuentren. 

Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Santísima Virgen los proteja. Amén.


Padre Luis Guillermo Robayo M.   
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía