Chía, 12 de Junio de 2022
Saludo y bendición, a todos los fieles de esta amada comunidad.
“Santísima Trinidad, Acompáñanos en los Viajes de esta Vida y en el Viaje a la Eternidad” ![]()
Este misterio, aun siendo el más sublime de todos, se hace más cercano y digerible cuando lo contemplamos en la lógica del amor. Más que especulación, exige ser amado y vivido en la interioridad. ¿Por qué empeñarse en “saber o entender” cuándo es tan fácil amar? Dios no pretende que su infinito mar sin playas, pueda caber en nuestro mínimo pensar. Él sólo pide amor, y amándole más y mejor, más y mejor lo comprenderemos. Si bien, la Trinidad, es el “misterio central de la fe y la vida cristiana” más difícil de explicar, Él se deja atrapar en la vida cotidiana. De niños comenzamos a crecer y a relacionarnos con la Santísima Trinidad cuando nuestros padres nos llevaron a la Iglesia y, de rodillas, nos enseñaron a persignarnos: “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. A partir de ahí, desde que nos levantamos, nos santiguamos, nos bendecimos, nos arrodillamos y nos perdonamos “en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Tenemos la certeza que la santísima Trinidad nos está signando desde que salimos de casa, cuando pasamos frente a una iglesia, o cuando regresamos a casa, y nos encomendamos a ella cuando nos vamos a dormir. La Trinidad no es un problema numérico, como si se tratase “que tres sean uno”. Se trata de vivir la fe profundamente y experimentar personalmente el amor del Padre.Es el rostro con el que Dios se ha revelado a sí mismo, no desde lo alto de un trono, sino caminando con la humanidad. Dios no es abstracto, es concreto y tiene un nombre: "Dios es Amor". No como un amor de sentimiento o emoción, sino como el amor que es fuente de toda vida: El amor del Hijo que muere en la cruz y resucita, el amor del Espíritu, que renueva al hombre y al mundo. Por eso rendimos gracias al Dios Amor que nos llama a entrar en el abrazo de su comunión: “la vida eterna”. La Santísima Trinidad, es la fiesta de Dios, pero también es nuestra fiesta porque el mismo Dios festeja su presencia cuando le abrimos en el recinto de nuestro corazón. Formamos parte de la Santa Trinidad y somos su familia mientras estemos habitados por él.
Ahí habita Dios. San Pablo, por su parte, nos recuerda que “somos morada de la Santísima Trinidad. Templos vivos de Dios y del Espíritu Santo”. Si hoy celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad como el “Dios amor” también tendríamos que celebrar “a los hijos de Dios que son amados y que aman”. A los hijos de Dios que buscan habitar en su corazón. Si somos dóciles al Espíritu, él nos irá acomodando en las entrañas del Padre y del Hijo. En este sentido, quien se abraza dócilmente al misterio de la Trinidad, se vuelve solidario con los demás. A manera de analogía, relacionemos a Dios, con lo que sucede en una película en tercera dimensión en la que intervienen el Padre [la altura de sus planes], el Hijo [la anchura de la Palabra que se extiende por el mundo entero, sus brazos extendidos en la Cruz que ensanchan nuestro corazón] y el Espíritu Santo [la profundidad que nos lleva al Corazón de Dios]. En la dirección de la cinta encontramos al Padre. El papel protagonista recae en Jesús, estrella de la evangelización. Y en los efectos especiales el Espíritu. Llevamos la huella de la Santa Trinidad, y podemos aprender del Padre celestial, a ser “creadores”, sumando nuestra actividad a la creación, cuidando de ella porque es la casa común de todos y para todos. Podemos aprender del Hijo divino, a ser “salvadores”, salvando vidas cuando perdonamos a alguien de corazón, cuando damos de comer a un hambriento o vestimos al desnudo; cuando, olvidándonos de nosotros, damos todo lo que somos, con tal que otros vivan. Podemos aprender del Espíritu Santo, a ser “maestros” y guías que transmitamos lo que hemos aprendido de parte de Dios.
Preguntémonos: ¿Qué tanto me parezco al Dios Uno y Trino? ¿Cuánto tengo de creador, salvador y maestro? ¿Soy capaz de escuchar la Verdad de Dios, dicha por el Espíritu?
A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o a través del Facebook de la Capilla, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos misioneros, el reino de Dios donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos. Que el Padre, - “Dios por nosotros”- los proteja. Que el Hijo, - “Dios con nosotros”- los bendiga. Que el Espíritu Santo, - “Dios en nosotros”- los acompañe siempre, y la Virgen los cubra con su manto. Amén. Padre Luis Guillermo Robayo M. |