Chía, 20 de Junio de 2021
Saludo y bendición, queridos discípulos-misioneros de esta comunidad de Santa Ana. “Señor, Sálvanos que Perecemos, y Aumenta mi Confianza en Ti” (Día del Padre en Colombia)
Fácilmente caemos en el miedo, el desaliento, la desconfianza por nuestra falta de fe. Cuando se desatan tormentas espirituales, el Señor viene en ayuda nuestra, sube a nuestra barca y lo calma todo. El problema está en que, tal vez, en la barca de nuestro corazón, de nuestra familia o de la sociedad, no le dejamos espacio para él. Con nuestra forma de vida y con nuestras acciones, quizá le estemos diciendo: “no te necesitamos…Así estamos bien…No te metas en mi barca…No hay espacio para ti”. Hoy pasamos por la tormenta de la pandemia y otras tantas formas de sufrimiento. También en nuestro llevamos otras tantas tormentas que quieren hundirnos. Lo cierto es que la presencia de Jesús nos dará siempre la más profunda calma en el alma, y ayudar a apaciguar tantos males y fuerzas oscuras que atacan esta sociedad. De ahí la urgencia de aferrarnos al Señor, de no dejarlo fuera de nuestras vidas. Habrá que darle el mejor espacio de nuestro corazón y el timón de nuestra barca.La pregunta del Señor vuelve a resonar hoy: ¿por qué somos tan cobardes? Jesús, aunque silencioso, siempre está presente marcando el rumbo, sosteniendo la marcha, recordando la meta y empujando hacia ella. Basta levantar la mirada, para darse cuenta que viene a nuestro encuentro en cada encrucijada. Hay que lanzar hacia él nuestro grito y poner en él toda nuestra confianza, para encontrar que siempre nos da la calma, si lo recibimos con fe. Antes de calmar las tormentas físicas Jesús quiere dar una enseñanza espiritual. El miedo es contrariamente proporcional a la fe. A mayor fe menos miedo. El miedo no nos viene por lo que nos pasa, sino por nuestra poca fe y por la falta de confianza en un Dios que me cuida en medio de la oscuridad; entonces, no percibimos su presencia serena lo suficientemente cerca para afrontar las dificultades. Por eso nos angustiamos, perdemos la perspectiva y no pensamos con claridad la forma de enfrentar las tormentas desde la serenidad y la paz, que son fruto de la fe. A veces el miedo no nos permite tener claro el rumbo. Nos lanza a la confusión, a perdernos en un horizonte de salidas rápidas, pero infecundas. Con Jesús el miedo termina. Hay que aferrarnos a quien todo lo puede. Con Jesús al timón, las amenazas, pandemias, tempestades, huracanes, angustias y desesperación podrán venir, pero con él, nuestra barca está en sus manos y pase lo que pase no nos hundiremos. La barca pequeña de nuestra vida no puede llegar a ningún puerto si Jesús no viaja en ella. Aunque la Iglesia, la barca amada del Señor navegue entre dificultades y diera la impresión de hundirse, Jesús va navegando con nosotros y nosotros con él. Y así pensemos que él no se deje sentir, siempre está ahí.Como Pedro, queremos luchar solos contra la tempestad. Y quizá es en el colmo de la angustia cuando nos acordamos que el Señor siempre está ahí; que es nuestro compañero, especialmente cuando sentimos que vamos a naufragar. Las tormentas son inevitables, pero al final, cuando se logran superar, vemos que tienen sentido porque han probado nuestra fe en esas situaciones extremas y han logrado acercarnos más a Dios. El Espíritu Santo nos regala el don de la fortaleza para arriesgarnos a lo nuevo, para no tener miedo, para encontrar paz en la tormenta, aunque que la barca de nuestra vida corra el riesgo a hundirse. Todos quisiéramos navegar en aguas mansas porque lo difícil puede hacernos fracasar. ¿Cuál es nuestra actitud frente a las tormentas? En la vida no todo será siempre claro. Busca la luz. No todo será siempre agradable. Ponle un poco de optimismo. No te enredes en tus problemas, en tus sufrimientos ni en tus malos recuerdos, búscales solución, ponles esperanza y búscales una salida hacia el mañana. Los problemas pertenecen al ayer y las soluciones miran hacia el mañana. No pretendas solucionarlo todo en un día, pero “no dejes para mañana los que puedes solucionar hoy”No esperemos a que el Señor lo haga todo. Trabajemos como si todo dependiera de nosotros, pero con la certeza que todo depende de Dios. “En lugar de decir: Señor, ¿es qué no te importo?”, coloquemos nuestros ojos en él, y confiando que él actuará exclamemos como los discípulos: "Señor, Sálvanos que perecemos, porque solos no podemos". A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o a través del Facebook de la Capilla Santa Ana, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Virgen los proteja. Amén. |