Chía, 27 de Junio de 2021 Saludo
y bendición, a todos ustedes, queridos fieles “¡Fe, es Creer en Dios, el Único que Iodo lo Puede!” El hombre sigue teniendo fe en Jesús, incluso, luego que le anuncian la muerte de su hija. La mujer, tiene fe en que, con solo tocarle el borde del manto del Señor, quedará curada. Ella es consciente que Jesús no la rechazará como los demás hombres de la Ley; y aun sabiendo que gastó cuanto tenía sin logar la curación, sabe que en Jesús hay algo diferente: ve al hombre de la religión del amor. Jesús aparece haciendo lo que no estaba permitido según la ley. Una mujer sin nombre, sin dinero, sin esperanza y con doce años de enfermedad, interrumpe el viaje de Jesús hacia la casa de un hombre con nombre, dinero y una hija de doce años enferma. A la mujer enferma sólo le queda Jesús. Si todos los demás remedios han fracasado, el remedio verdadero será tocar el manto de Jesús.Y por la grandeza de su fe, Jesús la llama: "hija", la declara familia de Dios, la alaba por su fe que es la que ha producido el milagro. Por esta mujer el Señor nos enseña cómo buscar a Jesús con fe; cómo llegar a un contacto sanador con él y cómo encontrar en él la fuerza para iniciar una vida nueva, llena de paz y salud. A diferencia de Jairo, identificado como "jefe de la sinagoga" y hombre importante en Cafarnaúm, esta mujer como que no es nadie. Sufre mucho física y moralmente, y sin embargo, se resiste a tener que vivir enferma. Está sola. Nadie le ayuda a acercarse a Jesús, pero ella sabrá encontrarse con él. No espera pasivamente a que Jesús se le acerque y le imponga sus manos. Ella misma lo buscará. Irá superando todos los obstáculos. No se contentará solo con ver a Jesús de lejos. Busca un contacto más directo y personal. Actúa con determinación y, sin molestar a nadie, se acerca por detrás, entre la gente, y le toca el manto al Señor. En ese gesto delicado se concreta y expresa su confianza total en Jesús. Todo ha ocurrido en secreto, pero Jesús quiere que todos conozcan la fe grande de esta mujer. Con su capacidad para buscar y acoger la salvación que Jesús le ofrece, esta mujer se convierte en modelo de fe para quienes queramos seguir al Señor. En la curación de la niña, - escena cargada de fuerza y de ternura -, Jesús levanta con su mano y con su voz a la niña muerta. Su palabra no se dirige a un muerto, sino a crear de nuevo la vida. Su mano extendida tiene un profundo significado espiritual porque la ley de Moisés prohibía tocar cadáveres ya que quedaba "contaminado". Aquí, la mano de Jesús al tocar a la niña, la limpia y la libera de las ataduras de la ley y de las sombras de la muerte.La doble escena termina de manera maravillosa. Jairo, seguía creyendo que, aún muerta, su hija podría vivir. Y mientras unos le anuncian que “su hija está muerta”, Jesús le dice: “No temas: basta que tengas fe”. Y, aunque todos “se rían de Jesús”, él sana a la niña, la devuelve a la vida, se la devuelve a su padre y le ordena que le den de comer. También sana a la mujer, quien creía y pensaba que “con solo tocarle el vestido al Señor, se curaría”. Jesús la reintegra a la sociedad, le devuelve su pureza y su dignidad, y como si fuera poco, le regala alabanza que, a la vez, es un reconocimiento. “Hija, tu fe ha curado”. Ese es el poder de la fe. La fe en el Señor nos abre a una visión completamente nueva de la enfermedad y de la muerte. Ambas han sido vencidas por él. Si la pandemia, la enfermedad y la muerte sobrevienen, es para que aprendamos que, aunque humanamente perdamos la esperanza y sintamos que la barca va a naufragar, la fe nos lleva a traspasar los umbrales de lo imposible. Pero hemos de recordar que la fe no hace las cosas fáciles, las hace posibles. Que la fe tampoco es un "seguro obligatorio" contra la
enfermedad y la muerte. Más bien, colocándolas en las manos de quien las
asumió, las hace parte de él. En la medida en que dejemos a Cristo
actuar y nuestra fe en él permanezca, en esa medida podremos contemplar y
experimentar las maravillas de Dios. Los milagros de la vida, no siempre dependen de Dios. Cuando sentimos que Dios no nos ha hecho un milagro, no le culpemos. Pensemos, más bien, si creíamos de verdad que nos lo haría. Jesús le hace ver a esta mujer que “no ha sido El quien le ha curado”, sino que ella ha quedado curada por su propia fe en él. Y no olvidemos que el Señor que cura a la mujer con sólo su contacto; que el Señor que tiende la mano a la niña y la devuelve a la vida, es el mismo Señor que se nos da como alimento en la eucaristía para seguir a nuestro lado, para susurrarnos en medio de tanto sufrimiento: «No temas; basta que tengas fe». Todo es posible para el que cree. Entonces será necesario que creamos más en el Señor, pero también será necesario que creamos más en nosotros y en los demás.A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o a través del Facebook de la Capilla Santa Ana, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Virgen los proteja. Amén. Padre Luis Guillermo Robayo M. Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía |