Chía, 7 de Agosto de 2022 Saludo
cordial y bendición a todos los fieles de esta comunidad de Santa Ana. “El Miedo Guarda la Viña, la Esperanza la Cultiva. La Fe no hace las cosas Fáciles, las hace Posibles” El Evangelio de hoy nos recuerda que el cristiano lleva dentro de sí un deseo grande y profundo: “El encontrarse con su Señor, junto a los hermanos”. «Allí donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón».Si Dios es el centro de nuestra vida, habrá que colocar en Él todo nuestro ser. Nos invita a vivir en esperanza vigilante y activa; a no dejarnos encandilar por lo atractivo y fugaz de este mundo, pero nunca será la meta. Estar atentos y vigilantes, exige reconocer a Jesús que viene a nosotros a través de nuestros hermanos que nos reclaman gestos de amor y caridad. Es tener claro que nuestro paso por este mundo, aunque sea serio y nos comprometa al trabajo, no es lo definitivo. Vivir despiertos y atentos, significa darle la mayor importancia a lo que es definitivo. La clave está en la elección y opción por Jesús. Él viene con una propuesta que parece poco atractiva porque ofrece y pide todo lo contrario a lo que el mundo entiende como bueno, fascinante, cómodo, deslumbrante, seductor, maravilloso y encantador. Es claro en decirnos que no hay que acumular riquezas para esta tierra, sino para el cielo, y pide, además, que en nuestras actividades seamos fieles y precavidos, vigilantes y serviciales, trabajadores, bondadosos, conocedores de la voluntad de Dios. Es decir, que, sin descuidar nuestras responsabilidades con las tareas de este mundo, nos dediquemos, ante todo, a los tesoros del cielo que él nos ha confiado. En cierta ocasión, un anciano instruyendo a su nieto, le decía: “Tengo en esta mano una moneda de dos euros; pero, si te esfuerzas un poco más, te garantizo que, en el jardín, en un lugar escondido, encontrarás cien más”. El niño le contestó: “abuelo, dame esa moneda hoy, que las del jardín las buscaré otro día...” En el fondo todos somos un poco como este niño. Lo inmediato nos gana y nos vence. El esfuerzo, la vigilancia, el sacrificio no son buenos amigos de aquellos que lo quieren todo rápido, sin esfuerzo, y sea como sea.Vigilar significa dominar los acontecimientos y no ser dominados por ellos para no perder la paz ni siquiera ante las pruebas y experiencias adversas. Es estar preparados para afrontarlo con decisión, sabiendo que la acción del Espíritu nos pone activos en la fe, la esperanza y la caridad, "cuando Él venga". Vigilar es saber esperar, no de manera pasiva sino de manera activa y dinámica, como el hombre sabio y prudente que busca ajustar su comportamiento a la voluntad de su Señor. Dios siempre está pasando a nuestro lado, y si “Él está en el cielo”, también está viniendo, llegando y saliendo a nuestro encuentro. El problema está en saber verlo, en tener oídos para escuchar sus pasos y abrirle la puerta para que entre y no pase de largo.La tarea por el reino de Dios no es para cristianos despistados, ni para los que se pasan la vida mirando atrás. Solo lo pueden descubrir aquellos que viven despiertos, los que tienen el alma atenta y encendida, palpitando por lo eterno y definitivo. Como el estudiante que desde el comienzo del curso piensa en el examen final, o el labrador que siembra y espera recoger buena cosecha, o el deportista que desde el primer esfuerzo sueña con llegar primero a la meta, así, los hijos de Dios hemos de esforzarnos diligentemente por buscar siempre las «cosas de arriba», que ya se preludian y dan sus primeros acordes en la vigilancia en las «las cosas de abajo». Estar vigilantes significa tener las lámparas encendidas para el encuentro con el Señor -. Ya lo dijo S. Pablo: “Buscad los bienes de allá arriba, no los de abajo”. ¿Tenemos un corazón deseoso de los valores de Dios y el encuentro con Jesús? o ¿tenemos un corazón cerrado, adormecido y anestesiado por las cosas de la vida? Nuestro corazón apunta siempre a aquello “que amamos”, a aquello que es “nuestro tesoro”.Miremos a donde apunta nuestro corazón. Ahí encontraremos la respuesta, y que cada uno responda desde su corazón. Mientras vivimos aquí en la tierra, reafirmemos nuestra fe de cara a la eternidad, y aceptemos la invitación del Señor a estar preparados para saber descubrir las señales de su presencia. En los detalles de cada día, acojamos su presencia y percibamos su presencia, su fuerza, y la luz de su gracia que viene de lo alto. Tomemos en serio las cosas de Dios. Por treinta monedas vendió Judas al Señor y, a veces, por menos, lo entregamos, lo olvidamos o lo marginamos de nuestra propia vida. Reconozcamos que las únicas lámparas que ponen luz sobre ese final y ese punto de partida son las lámparas de la fe y del amor.Estar vigilantes consiste en atender a Jesús, que viene a nosotros en cada acontecimiento, y en cada uno de nuestros hermanos que esperan de nosotros un gesto de caridad viva y operante. Señor, sé que duermo demasiado y me falta estar atento; despierta la sensibilidad de mi corazón; no pases de largo y si me encuentras dormido, golpea fuerte la puerta de mi corazón para que me despierte. Que cuando llegues, Señor, me encuentres despierto. A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o del Facebook de la capilla, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo como discípulos misioneros, el reino de Dios donde quiera que nos encontremos. Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Virgen María los proteja. Amén. Padre Luis Guillermo Robayo M. |