Saludo 1° Domingo de Adviento, 27 de Noviembre 2022, Ciclo A

publicado a la‎(s)‎ 28 nov 2022, 5:44 por Diseño Web Santa Ana Centro Chía   [ actualizado el 13 dic 2022, 6:48 ]
Chía, 27 de Noviembre de 2022

Saludo y bendición para todos, al iniciar, con este adviento, el nuevo año litúrgico.

"En Vela, y Siempre Atentos a Tu Venida Señor"
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   Iniciamos un año nuevo litúrgico con este primer Domingo de Adviento. Las cuatro semanas de este adviento, preparan la navidad en la espera de la segunda venida del Señor. Es tiempo de esperanza gozosa en su venida, y la palabra de Dios nos exhortará cada día del adviento, a estar atentos y vigilantes en la oración.

    En la primera lectura, el profeta Isaías le trae un mensaje de esperanza al pueblo, que ha de revestirse con el manto de Dios, con un corazón nuevo, y marchar al monte del Señor. San Mateo, en el evangelio, anima a la comunidad a la vigilancia, a través de las obras de misericordia, propias de quienes esperan la llegada del Señor. En él colocamos nuestra esperanza y de él recibimos, como lluvia copiosa, su solemne bendición.

 

   Este es un tiempo bendito para caminar hacia el Señor, que siempre está viniendo. Tiempo para planificar nuestro encuentro final con él y, en la fe, comprender que “lo último es lo primero”. Las últimas palabras del padre Teilhard de Chardin, fueron: “Me voy al que viene”. Así ha se explica la vida del creyente, como un caminar de dos que se aman, -el Señor que viene, y cada uno de nosotros que va hacia el cara a cara definitivo con creador y el redentor. Tiempo del adviento, como el retorno de la primavera a una tierra ansiosa, como un rey que llega a visitar su reino, o como el amo que regresa, mientras sus criados lo esperan vigilantes.

 

   En este adviento estamos invitados a detenernos un instante, a observar nuestro rumbo y a direccionarlo a lo alto. Cada adviento nos adelanta el encuentro definitivo con el Señor. Cada día es adviento, y si nuestra tarea está orientada hacia él, estará bien realizada. El Señor que ya vino, viene, sigue llegando y habrá que vivir el presente en clave de eternidad. Mientras la lógica del mundo es hacia un permanente descenso y caída al mal, el adviento es la oportunidad para levantar el alma y mirar hacia lo alto, donde está nuestro origen; reorientar nuestro proyecto divino y realizarlo con urgencia pues sólo disponemos de esta vida para llevarlo a cabo llenándolo de eternidad.

 

   En este mundo, estamos en una actitud de “permanente espera”. Cuando una mujer está embarazada se dice que «espera» un niño; los despachos tienen «sala de espera». Aunque no nos guste esperar, “la vida misma es como una sala de espera”; en cualquier momento, la muerte nos dirá, el siguiente. Como creyentes sabemos que la espera se vuelve esperanza. 

   Si al final de una cita médica nos dijeran que solo nos quedan unos meses de vida, todo cambiaría y, probablemente, nuestra alma buscaría, afanada, la eternidad. El Adviento nos incluye en esa lista de espera para el encuentro con el Señor, al tiempo que nos brinda una gran dosis de purificación, de vigilancia, de oración, de reconciliación y conversión. 
“Estén alerta, - dice el Señor, no sea que se endurezcan sus corazones…”

 

   Desde que Cristo resucitó, sabemos que nuestra vida tiene una dirección hacia la eternidad. La espera del creyente va cargada de esa certeza en la presencia siempre cercana del Señor. 


   Si supiéramos que sólo nos queda un día de vida, ¿de qué nos arrepentiríamos? Dice el Señor: «... 

Estad en vela, orando en todo tiempo, para que no seamos sorprendidos».

 

   La vigilancia es hija de la Esperanza. Ojalá estemos atentos a los signos que Dios coloca en nuestro camino, para que este adviento nos encuentre “en casa, y con Dios en el corazón” y podamos abrirle las puertas del corazón. “Levantemos la cabeza”, tengamos los ojos abiertos y los oídos despiertos para escuchar el paso del Señor que siempre viene. Que su amor reine entre nosotros con la esperanza de estar algún día con Él. 

   El adviento que hoy comenzamos, quiere “que dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz”. Que hagamos un esfuerzo de vigilancia, mirando más allá de nosotros mismos, alargando la mente y el corazón para abrirnos a las necesidades de los hermanos. 

   Que dejemos de vivir en las tinieblas de la indiferencia y encendamos la luz de nuestra caridad. El evangelio lo sentencia: “Vestíos del Señor”. Él murió desnudo en la Cruz, para

“vestirnos a todos con la dignidad de hijos de Dios”. 

   Igualmente nos advierte: “Daos cuenta del momento que vivís”. Sabia advertencia porque muchos vivimos, mientras la vida se nos escapa entre los dedos y no nos enteramos de nada. No nos damos cuenta de lo que pasa “dentro de nosotros mismos”. No nos damos cuenta “de cómo se nos apolilla el alma”; no nos damos cuenta “de cómo se nos muere el corazón”. No nos damos cuenta “de cómo vamos perdiendo nuestra conciencia”, y caminamos tranquilos sin ella. No nos damos cuenta “de cómo Dios se nos va secando dentro”, y caminamos por la vida, “como si no existiese”. 

   Cada Domingo, venimos con el impulso de Dios al encuentro de dos amados: Dios y nosotros. Desde ya miremos a Belén, y permitámosle al Señor que en este adviento nuestras vidas se vuelvan hacia la luz que surge de aquel sencillo pesebre.    Demos espacio al silencio, a la oración y a la escucha, para que la voz de Dios resuene en nuestras vidas.

 

   Les deseo a todos un nuevo año litúrgico lleno de gozo espiritual, y a quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org les envío mi bendición, y los invito a caminar juntos, extendiendo como discípulos misioneros, el reino de Jesucristo, donde quiera que nos encontremos.

   Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Virgen María los proteja. Amén.


Padre Luis Guillermo Robayo M.
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía