Saludo y
bendición para todos ustedes, al iniciar este nuevo año litúrgico. “El Señor Siempre Está Cerca" Comenzamos el nuevo
año litúrgico, ciclo C. Las lecturas de hoy nos brindan un mensaje de gozosa
esperanza. El profeta Jeremías anuncia
la esperanza al pueblo que sufre. San Pablo nos marca
el camino para abrirnos a las distintas venidas de Jesús. San Lucas, en el evangelio,
anima a la comunidad a no perder la esperanza y a levantar la cabeza ante la
venida del Señor. Nada de cabizbajos, hay que levantar la cabeza, mirar lejos,
descubrir horizontes nuevos, pues nuestra salvación está cerca. En el Señor colocamos
nuestra esperanza y de él recibimos, como lluvia copiosa, su solemne bendición.
El Adviento quiere ser luz en la noche. Cuando todo parece que carece de sentido, Dios nos abre una luz de esperanza, diciéndonos que todo tiene sentido. Hasta las dificultades dan sentido a nuestras vidas. Cuando nuestros problemas parecieran que nos ahogan, Dios nos grita en la oscuridad: “se acerca vuestra liberación”. Detrás de cada problema, siempre hay una esperanza. Detrás de cada desgracia, siempre hay un momento de gracia. Siempre amanece una esperanza. El adviento es un tiempo bendito para caminar hacia el que siempre viene. Es la oportunidad para planificar nuestro encuentro final con Él, y en la fe comprendemos que “lo último es lo primero”, que nosotros los cristianos tomamos en serio la segunda venida del Señor. Que nuestra vida está referida a un final como si fuera ya, aquí y ahora. Mientras tanto, hay que trabajar y transformar el mundo, proclamar la palabra y dar testimonio del Señor con la certeza de saber que Él vino, sigue viniendo y vendrá. Esa es la promesa del adviento: promesa cargada de amor y gozosa esperanza.Las últimas palabras del padre Teilhard de Chardin, fueron: “Me voy al que viene”. Frase que podría explicar la vida de un creyente, como el caminar de dos amados, -el Señor y cada uno de nosotros-, hacia un cara a cara definitivo. Cada adviento es como el retorno de la primavera a una tierra ansiosa, como un rey que llega a visitar su reino, y el amo que espera su regresa, mientras sus criados lo esperan vigilantes. La espera del cristiano no es una espera vacía o un dejar pasar el tiempo. Jesús nos dice cómo debe ser la espera de los discípulos, cómo deben comportarse a fin de no verse sorprendidos: «Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida… Estad en vela, pues, orando en todo tiempo…». El adviento nos invita a detenernos un instante para observar nuestro rumbo, de frente al encuentro definitivo con el Señor, y para ver si nuestra tarea está bien realizada. Entonces, cada día es adviento porque el Señor viene, sigue llegando y hay que esperarlo. Es una oportunidad para reorientar nuestro proyecto divino y realizarlo con urgencia pues sólo disponemos de esta vida para llevarlo a cabo.
El ser humano está en una actitud de permanente espera. Cuando una mujer está embarazada se dice que «espera» un niño. Los consultorios tienen «sala de espera». La vida misma es como una sala de espera, solo que esta espera se vuelve esperanza. Si al final de una cita médica nos dijeran que solo nos quedan unos meses de vida, todo cambiaría y nuestra alma buscaría afanada la eternidad. El Adviento nos incluye en la lista de espera a nuestra cita con el Señor, y esta espera lleva una gran dosis de purificación, de vigilancia, de oración y conversión. Dice el Señor: “Para no verse sorprendidos, estén alerta, orando todo el tiempo, no sea que se endurezcan sus corazones…” ¿Cuántos advientos hemos vivido ya en nuestra vida? El adviento que hoy comenzamos tenemos que vivirlo como “fuese el primero”. Cada día parece “un día más”, pero es un día nuevo. Hoy no es como ayer, y aunque el cielo siga nublado, hoy, es hoy. Y hoy, todo vuelve a comenzar. Aprovechemos este adviento para que, de la mano del Señor, demos nuestra mejor versión de hijos amados de Dios.Este Adviento 2021 se podría parecer al del año pasado, pero no lo es. Es nuevo y así tenemos que comenzarlo a vivir en actitud de permanente novedad para nuestra vida, como esperamos, dichosos, aquella primera navidad en nuestra vida, y como fuese la primera vez que nace el niño Jesús. Vivamos este adviento como “si fuese la primera, y última vez”. Miremos desde ya a Belén y descubramos al Señor que viene en cada persona y en cada acontecimiento. Lo que importa es que nosotros sepamos verle venir. Estemos atentos a los signos que Dios coloca en nuestro camino, para que este adviento nos encuentre “en casa” y podamos abrirle las puertas del corazón. “Levantemos la cabeza”, tengamos los ojos abiertos y los oídos despiertos para escuchar el paso del Señor que viene. Que su amor reine entre nosotros con la esperanza de estar algún día con Él. A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o, a través del Facebook de la capilla, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Virgen los proteja. Amén.Padre Luis Guillermo Robayo M. |