![]() Saludo y bendición para todos ustedes, al iniciar este nuevo año litúrgico. “Cerca Está El Señor” El profeta Jeremías trae un mensaje de esperanza al pueblo que sufre. Dios le promete un rey que le hará justicia. San Lucas, en el evangelio, anima a la comunidad a no perder la esperanza y a levantar la cabeza ante la venida del Señor. En él colocamos nuestra esperanza y de él recibimos, como lluvia copiosa, su solemne bendición.
El Adviento es un tiempo bendito para caminar hacia el que siempre viene. Es la oportunidad para planificar nuestro encuentro final con él, y en la fe comprendemos que “lo último es lo primero”, que nosotros los cristianos tomamos en serio la segunda venida del Señor. Que nuestra vida está referida a un final como si fuera ya, aquí y ahora. Mientras tanto, hay que trabajar y transformar el mundo, proclamar la palabra y dar testimonio del Señor con la certeza de saber que él vino, sigue viniendo y vendrá. Es esta la divina promesa del adviento: promesa cargada de amor y gozosa esperanza. Las últimas palabras del padre Teilhard de Chardin, fueron: “Me voy al que viene”. Frase que podría explicar la vida de un creyente, como un caminar de dos que se aman, -el Señor y cada uno de nosotros-, hacia un cara a cara definitivo. De ahí que el tiempo del Adviento es comparado con el retorno de la primavera a una tierra ansiosa, como un rey que llega a visitar su reino y también con el amo que regresa, mientras sus criados lo esperan vigilantes. En este tiempo, la espera del cristiano no es una espera vacía o un dejar pasar el tiempo. Jesús nos dice cómo debe ser la espera de los discípulos, cómo deben comportarse entretanto, a fin de no verse sorprendidos: «Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida… Estad en vela, pues, orando en todo tiempo…».
La Iglesia en este adviento, nos invita a detenernos un instante, a observar nuestro rumbo. Cada adviento nos enfrenta al encuentro definitivo con el Señor, y nuestra tarea ha de estar bien realizada. Por tanto, cada día es adviento porque el Señor viene, sigue llegando y hay que esperarlo. Es una oportunidad para reorientar nuestro proyecto divino y realizarlo con urgencia pues sólo disponemos de esta vida para llevarlo a cabo. El ser humano está en una actitud de permanente espera. Cuando una mujer está embarazada se dice que «espera» un niño; los despachos tienen «sala de espera». Aunque no nos guste esperar, la vida misma es como una sala de espera. Solo que la espera se vuelve esperanza. Pensemos, por ejemplo, que si al final de una cita médica nos dijeran que solo nos quedan unos meses de vida, todo cambiaría y nuestra alma buscaría afanada la eternidad. El Adviento nos incluye en la lista de espera a nuestra cita con el Señor, al tiempo que nos brinda una gran dosis de purificación, de vigilancia, de oración y conversión. “Estén alerta, - dice el Señor, no sea que se endurezcan sus corazones…” El cristiano espera a aquel que ya ha venido y está a nuestro lado: Jesús nuestro Señor. La espera de cristiano va cargada de la certeza en la presencia siempre cercana del Señor; es la espera de los que debemos llevar un estilo de vida ejemplar, a fin de no vernos sorprendidos: «... Estad en vela, orando en todo tiempo...». La vigilancia es hija de la esperanza. Por tanto, es necesario esperar y vigilar para recibir al Señor, para que se haga la voluntad de Dios y venga su reino. Cristo es nuestra esperanza, no sólo en este adviento sino en cada momento de la vida. Estemos atentos a los signos que Dios coloca en nuestro camino, para que este adviento nos encuentre “en casa” y podamos abrirle las puertas del corazón. “Levantemos la cabeza”, tengamos los ojos abiertos y los oídos despiertos para escuchar el paso del Señor que viene. Que su amor reine entre nosotros con la esperanza de estar algún día con él.
Miremos desde ahora a Belén. Dejemos que desde este primer domingo nuestras vidas se vuelvan hacia la estrella de luz que surge de aquel sencillo pesebre. Demos espacio al silencio, a la oración y a la escucha, para que la voz de Dios resuene en nuestras vidas.
A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. Feliz nuevo año litúrgico para todos. Que Dios los bendiga y la Virgen del adviento los proteja y ampare. Amén. |