Saludo 21° Domingo del Tiempo Ordinario, 21 de Agosto 2022, Ciclo C

publicado a la‎(s)‎ 23 ago 2022, 16:36 por Diseño Web Santa Ana Centro Chía   [ actualizado el 23 ago 2022, 18:01 ]
Chía, 21 de Agosto de 2022

Saludo cordial y bendición a todos ustedes, queridos fieles.

¡Señor, que no Falte Ninguno de los que Tú Quieres Salvar! “Salvando, nos Salvaremos

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 El Evangelio de hoy permite imaginarnos como si muchos viajáramos en barco, y de repente hay una avería y el capitán dice que tenemos que abandonarlo rápidamente en las barcas salvavidas. A nadie se le ocurriría preguntarle al capitán: ¿Serán pocos los que se van a salvar? Nadie se planteará cuántos kilos de equipaje puede llevarse. Cuando la vida está en peligro, hay que darse prisa y pensar en cómo podemos salvarnos. 

   Dios quiere que todos los hombres se salven. Él no entra en las matemáticas de los tacaños: ¿Cuántos se salvarán? Jesús más bien marca el camino de la salvación. Hay que entrar por la puerta estrecha. Y esa puerta es él mismo. “Yo soy la puerta” y de hecho, él fue el primero en entrar por ella: "Padre, que no se haga mi voluntad sino la tuya.” No hay puerta tan grande como el corazón de Dios. Por esa puerta entran todos los que busquen la salvación.

   La salvación es iniciativa de Dios, pero también tarea de nosotros, y hay que esforzarnos por ello. No basta tener fe; debe estar acompañada de obras, porque una fe sin obras es como una lámpara sin aceite, como un candelero sin vela. 

   En definitiva, el llamado es a la conversión y a un cambio de dirección a nuestra vida. Si la dirección que llevamos nos aleja de Dios, el riesgo de la perdición será nuestra responsabilidad. 

   Tenemos una falsa idea de un Dios que condena. Y Dios no condena. Dios solo sabe salvar.

   Otra cosa es si nosotros realmente queremos salvarnos.  Si queremos entrar por esa puerta que es Jesús o pretendemos irnos por otros caminos y tocamos a otras puertas. Ojalá sean muchísimos los que se salven, incluso, Dios salva a aquellos que nosotros condenamos tan fácilmente. Cuando lleguemos junto a Él, y los encontremos por allí, seremos capaces de decir: ¿Este aquí? ¿Que alguien te cae mal?, pues a Dios le cae bien, porque Dios es amor y el amor no condena. 

   La alternativa a elegir es: O la vida eterna y lo eterno de la vida, o sucumbir en la caducidad. El camino del mal siempre es más agradable y más fácil de recorrer, pero sólo al principio, porque al avanzar se hace estrecho, muy amargo e infeliz, y cada día pide una dosis mayor para envenenar el alma, arruinando al ser humano, tanto física como espiritualmente. En cambio, el camino del bien, camino de los justos, quizá es estrecho duro y fatigoso al comienzo, cuando se emprende; pero después se transforma en una vía espaciosa, plena de dicha y felicidad porque en ella se encuentra esperanza, alegría y paz en el alma y el corazón.  La salvación está aquí y ahora, y Jesús ya nos abrió la puerta de par en par: “Yo soy la puerta del redil…Yo soy el camino, la verdad y la Vida”. 

   Aunque sean muchos los que se salven, no quiere decir que tengamos asegurada la salvación. Como pueden ser muchos los números de una lotería, pero el premio solo llega a pocos. ¿Cuántos compran varios números de una lotería y no han ganado nada? Y puede que alguien solo compre una pequeña fracción y lo gana todo. La meta de la salvación no es una lotería, ni se asegura con números o recetas fáciles, cábalas o supersticiones. Los creyentes ya sabemos que la pregunta clave para ganar la salvación es el AMOR. 

   Así seamos bautizados no se nos garantiza la entrada al cielo. La clave está en transitar, como creyentes, por el camino que anduvo el Señor. Él mismo: ¡Apártense de mí todos los que hacen el mal! La ecuación es sencilla: Si nos dedicamos a hacer el bien, a amar como Dios nos pide, tendremos la oportunidad de participar del banquete celestial. De lo contrario, las posibilidades se minimizan. A los creyentes se nos pide colocar todas nuestras fuerzas y atención en el destino final, en la eternidad. Cualquier esfuerzo será nada, con tal de poder llegar a estar con él. Dando nuestro “todo”, tendremos el “TODO”.

   ¿Por qué preguntar si serán pocos o muchos los que se salven? Jesús marca el camino de la salvación. No basta pertenecer a un pueblo o estar bautizado. Tampoco el haber comido y bebido con él. No basta haber formado parte de un grupo de oración, o haberlo escuchado en las plazas. Lo único que garantiza la salvación es haberle aceptado y entrado por la puerta de su corazón. Si mi salvación depende de mí, las preguntas deben ser: “Me salvaré?” ¿Quiero o no quiero salvarme? ¿Deseo o no deseo ver a Dios? ¿Se salvarán todos los demás?, ¿Prefiero vivir en mis paraísos terrenales, que pronto se acaban? ¿O, más bien, dejo un espacio en mi corazón y en todo mi ser para la realidad que el Señor me ofrece en el cielo?
   El cielo no se elige como un derecho o como un “status”. Se le vive anticipadamente, de cara al Señor, aquí en la tierra con los ojos fijos en él. Y por encima de las pruebas por las que haya que pasar, lo importante será lograr el premio de la salvación. Al Cardenal Martini un periodista le preguntó: “Eminencia, ¿usted cree en el infierno?” Y el sabio Cardenal contestó sin titubear: “claro que creo en el infierno. Lo que tengo es duda que haya alguien en él”.

   A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org  o del Facebook de la capilla, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo como discípulos misioneros, el reino de Dios donde quiera que nos encontremos. 

Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Virgen los proteja. Amén.


Padre Luis Guillermo Robayo M.   
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía