Saludo 22° Domingo del tiempo Ordinario, 29 de Agosto 2021, Ciclo B

publicado a la‎(s)‎ 4 sept 2021, 12:25 por Diseño Web Santa Ana Centro Chía   [ actualizado el 4 sept 2021, 12:28 ]
Chía, 29 de Agosto de 2021
 
Saludo y bendición, a todos ustedes, queridos fieles.
 

¡Danos, Señor, un nuevo corazón!"

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   Jesús, en el evangelio de hoy, nos recuerda que lo esencial, en nuestra relación con él, es el amor, no la ley: “Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mí”. Lo definitivo no es lo que dicte la ley o digan los labios, sino la ley del amor impreso en el recinto sagrado de nuestro corazón. 

   Como Dios es amor, la suprema ley siempre será el amor de Dios. Las otras leyes se habían convertido en objeto de adoración y centro de toda reverencia, hasta el punto que, ellas y sólo ellas, eran causa de salvación o de condenación. Jesús no es enemigo de las leyes, pero las coloca en su lugar. El objetivo de la ley, no es para estar por encima de los demás, sino al servicio del hombre; caminos que ayudan a la pureza del corazón. 

   Jesús cita al profeta Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”. Quizá vivimos muy preocupados de las normas que nosotros hemos impuesto, pero nos olvidamos de los “preceptos de Dios”. Parece que es más importante lo que nosotros tratamos de imponer a los demás, pero dejamos marginado a Dios, la limpieza del corazón, la sinceridad de nuestra relación con Dios y el cumplimiento de su voluntad. 

   Con tantos preceptos humanos, terminamos atribuyéndole a Dios lo que en realidad son caprichos y normas nuestras. ¿Cuántos padres de familia se preocupan más por la higiene corporal de sus hijos, que la formación del alma y del corazón con valores que perduren como legado? ¿Acaso tiene sentido el aseo meticuloso del cuerpo, cuando el corazón está repleto de pecado? ¡Hay manzanas que brillan por fuera, pero al abrirlas están dañadas por dentro! ¿Qué pasaría si dedicásemos tiempo y atención para sanar el corazón humano, así como dedicamos tiempo para cuidar lo físico? 

   A causa de la pandemia, hoy no tenemos problema de lavarnos y desinfectarnos las manos.

   Por fuera, todos olemos muy bien. Pero ¿me qué tan limpios andamos en el corazón? ¿A qué olemos por dentro? Porque a Jesús le preocupa es cómo andamos de limpios por dentro.

   Tenemos la manía de pensar que todo se arregla desde fuera: un cambio de Gobierno o de Alcalde o de jefe lo va arreglar todo. Y la vida sigue igual. Cada día los periódicos nos traen noticias que donde se mete la mano, todo huele mal. 

   Por más leyes que se inventen, ¿acaso, el ser humano deja de ser infiel, codicioso, envidioso, orgulloso, injusto o ladrón? La multiplicación de leyes puede ocultar la verdadera voluntad de Dios. Él ve lo que hay en nuestro corazón, sabe que estamos hechos por él y para él, y solo él podrá cambiar nuestro corazón. ¿No estaremos cambiando la gran ley del amor de Dios por las tradiciones humanas? Ni el mundo, n l sociedad cambiarán si no hay cambio en el corazón de las personas. Pueden salir muchas leyes y las cárceles no dan abasto, pero ¿Quién se preocupa de cambiar el corazón del hombre? Cambiemos el corazón del hombre y habremos cambiado todo. 

   Esta sociedad cada día se obsesiona más por cuidar la imagen externa, por alcanzar la eterna juventud y le teme al envejecimiento. Perdemos de vista la importancia de la dimensión interior, donde permanece grabada la huella y la imagen del creador que nos identifican como hechura de sus manos. Es del interior de donde brotan las obras que llevan la firma del creador. Aquello que revela la dignidad, el valor y el talante de cada ser humano. Si nuestros actos externos no están sustentados por un espíritu sincero, solo son trampas que anestesian nuestra conciencia y nos impiden un compromiso real con Dios y con los hermanos. 

   El centro de todo siempre ha de ser Dios, y su amor como la máxima ley. Todo lo que distorsione la vía y el sendero de su amor, no sirve de nada. Habrá que estar vigilantes para mantener limpio y alimentar nuestro corazón con la espiritualidad, la oración, la escucha de la palabra, la participación en los sacramentos y la asidua. Y como dice el salmo, así podremos habitar en la casa del Señor por siempre. 

   Miremos cómo está nuestro corazón y ¿cómo lo ve Dios? ¿Cuánto hace que no le damos una lavadita a fondo a nuestro corazón? Que Dios nos vea limpios, sí, pero que Dios pueda recrearse en la limpieza del corazón. Recordemos lo que nos dice Jesús: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. Dejemos que el Señor mire nuestro interior para aprender a mirarnos con los ojos de Dios. 

   A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o del Facebook de la Capilla Santa Ana, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo la buena nueva del Señor, donde quiera que se encuentren.

   Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Virgen los proteja. Amén.


Padre Luis Guillermo Robayo M.   
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía