Chía, 19 de Septiembre de 2021
Saludo y bendición, a todos ustedes, queridos fieles.
“La Primacía del Servicio" Este evangelio no es apto para quienes ambicionan poder y lo llevan en su corazón. Es para los últimos, los humildes y sencillos, aquellos que son felices sirviendo a los demás, incluso, sin que nadie se entere. Tal vez este discurso no nos interese, porque seguimos con lo nuestro; queremos éxitos y triunfos y que nuestro nombre suene. Hoy diríamos que, Jesús emite en frecuencia modulada y nosotros le escuchamos en onda corta. Les habla del sentido de la cruz, y ellos no lo entienden, y así no hay posibilidad de encuentro. No les gusta que les hablen de la cruz porque no logran entender su verdadero sentido.Físicamente pueden estar muy cerca de Jesús, pero espiritualmente están muy lejos. Tienen miedo a “preguntar” porque su maleta de viaje está llena de ambiciones humanas. Hoy, tal vez muchos, tampoco queremos entender el lenguaje de Jesús, por eso no escuchamos lo que no nos conviene porque entorpece nuestros planes. Para muchos, es mejor no hablar de la cruz, pues sabemos que la profundidad de sus exigencias se traduce en el servicio extremo. El tono de Jesús mientras les habla, se mira “a la primacía del servicio”, mientras que el tono de los discípulos, es saber ¿quién de ellos será el primero en el reino? y ¿quién será el más importante? Como si cada cual fuese por un camino diferente, distinto y sin director de orquesta. Mientras él habla del servicio pleno de dar la vida por los demás, a ellos les preocupa es saber quién va ocupar los puestos de privilegio. El crucificado nos revela “el poder de Dios” porque es el poder del servicio. Nos revela la “sabiduría de Dios”, porque es la sabiduría del amor y la entrega por los demás. Nuestra misión como creyentes ha de ser recuperar el misterio del servicio sin límites, de volver a la esencia del “poder” que no es dominio sino “servicio”, a la esencia de la “sabiduría” que no es filosofía ni ideología, sino pensar con el corazón y vernos, no como los que estamos “arriba” sino como los que “queremos cambiar el mundo desde el servicio”. En el mundo hay muchos que tiene poder, pero muy pocos que lo usan para servir. Todos quisiéramos un Reino más barato y más fácil donde cada uno pueda vivir su vida a sus anchas y sin mayores compromisos. Todos quisiéramos estar arriba, pero eso sí, que todos los demás estén a nuestro servicio. “Poder, sí; servicio, no”. Y este es el dilema que plantea Jesús en el misterio de la Cruz: “servir o ser servido”. Tenemos que convencernos que cuando hablamos de la Cruz no es una invitación al sufrimiento sino al servicio de los demás. Es una invitación a un modo de pensar distinto, aunque eso sí, la Cruz ejerce un juicio crítico a nuestras ansias de poder. Es una invitación a mirar la vida con ojos de niño. Y en esta lógica no caben disculpas ni evasivas. “El que quiera ser primero, sea el último de todos y el servidor de todos”. Aquel que pretenda esquivar la experiencia de la cruz, vivirá un cristianismo de engaño y mentira. Al abrazar al niño, Jesús nos está gritando que la vida cristiana ha de ser apertura, acogida y servicio al más humilde. Todos deberíamos ser como niños, es decir, desarmados de tantos deseos de poder, avaricia y mundanidad. "Ser como niños" no es una asignatura en la que un día uno se gradúa. Nadie se ha "graduado" de niño.Es una actitud, es un camino. Hacerse pequeño es un modo de escapar de las redes de grandeza. Al pequeño, el orgullo o la vanidad, nunca lo atrapan. Jesús, al elegir a un niño, nos muestra el rostro de la sencillez, humildad y servicio, y define la grandeza y la importancia de sus discípulos por la transparencia, el desprendimiento y la generosidad, en el marco natural del niño. Como las abejas se esfuerzan cada día en la búsqueda del polen, y aún entregan su vida por defender el panal; como la madre que se sacrifica para que sus hijos estén bien, descubramos que la verdadera grandeza se esconde en el servicio y la entrega. Y aunque nuestra debilidad y limitación siempre nos acompañe, no dejemos sobre los hombros de Dios todo lo que acontece de negativo en el mundo. Hay que ayudarlo, sirviendo y dando la vida por los demás. No tengamos miedo a la cruz, ella es la que nos llevará a la luz, nos lleva a la Pascua. El triunfo de la resurrección tiene que pasar siempre por las oscuridades de la Cruz. A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o del Facebook de la Capilla Santa Ana, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo la buena nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Virgen los proteja. Amén. |