Chía, 9 de Diciembre de 2018 ![]() Saludo y bendición para todos, discípulos misioneros de esta comunidad de Santa Ana. “Ya viene el Señor… Preparemos su Camino” Si en la primera lectura es Dios mismo quien preparaba los caminos para su pueblo, en el Evangelio, por la voz del Bautista, se nos proclama una urgente llamada a que cada uno acepte la salvación de Dios con una clara opción y con un compromiso de cambio de mentalidad.
Juan Bautista, con palabras del profeta Isaías, nos pide: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale”. Es un llamado de urgencia a la conversión. Los montes, sinónimos de soberbia, de orgullo y de prepotencia, habrá que derribarlos con la nobleza y la humildad. Lo torcido, sinónimo de toda forma de pecado, de desorden moral, así como lo escabroso de las sensualidades, los vicios, las caídas en tentación, la concupiscencia de las pasiones que llevan al mal, tendrán que enderezarse, entronizando al Señor en nuestros corazones, para que, cuando llegue en esta Navidad, podamos «ver la salvación de Dios».
El Adviento es un tiempo de gracia que nos permite hacer toda una reingeniería espiritual para proyectar la esperanza hacia cosas más altas, sin descuidar las pequeñas y ordinarias. Elevamos los valles cuando levantamos las manos y el corazón por un mundo nuevo, bajo la luz del Evangelio. Allanamos los montes y colinas, si renunciamos al orgullo y el egoísmo. Enderezamos los caminos torcidos cuando regresamos a la oración, a los sacramentos y a la gracia de Dios. El Adviento nos pide volver a los valores esenciales del evangelio, enmarcados en la espera vigilante del Señor, en un proceso de conversión del corazón. Es decir, volver a Dios, cambiar de actitudes y de comportamiento, cambio de mente y de corazón. Se trata de sacar todo aquello que es un impedimento para abrirnos a la verdad de Dios en nosotros. Cada uno conoce sus resistencias a Dios, y como Juan el Bautista, también podemos ser precursores de Jesús cuando rompemos las vallas que impiden su llegada, cuando derribamos las montañas del orgullo, de la mediocridad, de la arrogancia, la soberbia y la altivez, pero sobre todo cuando llenamos con gozo, esperanza, compasión y misericordia, aquellos valles de tristeza, de depresión o soledad de nuestra vida.
En la Navidad Dios nos toma de su divina mano y le da un impulso a nuestra vida haciéndola más confiada y más llena de paz y de esperanza.
Se acerca la Navidad; volvamos nuestra mirada al pesebre, a las entrañas del niño Dios. Sigue haciéndose historia, en la historia de los que viven en desierto, en tristeza o soledad. Descubramos en el pesebre al Dios de bondad y las bondades de Dios para con nosotros; y regresemos a Él con todas las fuerzas de nuestro corazón. Que esta Navidad, más que algo folclórico, sea una experiencia de vida en el Señor y de encuentro personal con Él. Si dejamos nacer al Señor en el pesebre de nuestros corazones, nuestra vida, nuestra familia y nuestra sociedad serán nuevas. Sólo si Cristo nace en nuestro corazón, la Navidad tendrá sentido y comenzaremos a vivir el cielo en la tierra, porque “veremos la salvación de Dios”
A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Virgen del adviento los proteja y ampare. Amén. Padre Luis Guillermo Robayo M. Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía |