Chía, 11 de Noviembre de 2018
Saludo y bendición a todos ustedes, discípulos misioneros de esta comunidad de Santa Ana. “Generosos de Corazón” Vio también una viuda pobre depositando su ofrenda. Tal vez los ojos de aquella viuda se cruzaron con la mirada del Señor. Él ve lo que los demás no ven: ve que lo pequeño, puede ser muy grande, y lo poco puede ser mucho para el corazón de Dios; lo que nadie ve, es lo que atrapa el corazón de Dios. En su humilde ofrenda, Jesús descubre escondida toda una vida. "Os aseguro que esta pobre viuda ha dado más los demás, porque ha dado todo lo que tenía para vivir". Muchos depositaban de lo que les sobraba; la viuda, - por el contrario-, con sus dos reales dio más que todos; su pequeña cantidad los superó en calidad, porque confiaba en el Dios de los pobres como el tesoro de su vida; a él le ofrece sus dos reales como prolongación de su gran corazón y, si económicamente no valían nada, eran toda su fortuna. Con ellos estaba dando su vida entera y a cambio, le permitieron unir su existencia a Dios. Mientras esta mujer, al dejarlo todo en manos de Dios, se ganó el corazón y la mirada amorosa de Jesús, los otros, quizá, se ganaron sólo el aplauso de los demás. La confianza en Dios y la generosidad mostrada por aquellas dos mujeres viudas y pobres, es reconocida por el mismo Señor. Ama a Dios verdaderamente quien no se reserva nada para sí mismo. Así, dándose y asumiendo una actitud oblativa en la vida, el ser humano experimenta aquello que enseñaba el Señor: «Hay mayor felicidad en dar que en recibir». Es en ese darse totalmente a Dios, en ese confiar plenamente en él, aunque cueste, aunque duela, cuando se experimenta la profunda alegría del corazón.La viuda pobre nos recuerda que todos podemos dar. La cantidad no es lo importante. Todo lo define la grandeza del corazón agradecido que se hace generoso. Para dar, más que mirar cuánto nos queda, hay que mirar lo que el otro necesita. No mirar cuánto tenemos, sino de cuánto carecen los demás. Antes de abrir la billetera, hay que abrir el corazón; la verdadera limosna –como la de la viuda-, sale del corazón, no del bolsillo. Todos podemos dar, pero sabiendo dar. Quizá muchos no tengan grandes cosas que dar, pero siempre podrán dar una sonrisa, una palabra de bondad, un consejo, un abrazo, una palabra de esperanza e ilusión. De ahí que el valor de lo que damos no dependa de lo que damos, sino del corazón con que lo damos; no depende del tamaño, ni de su brillo, ni del ruido que produce, sino de la generosidad que lo acompaña. Hay quienes dando mucho, dan poco, y hay quienes dando poco, están dando mucho.Dios no mira a la chequera, él mira al corazón, y más que mirar lo que damos, mira cómo lo damos y con cuánto corazón lo damos. No son las cuentas bancarias en las que se fija el Señor, sino en la bondad, en la generosidad y en los ahorros depositados en el corazón. Todo podemos dar; como las playas no se hacen con grandes rocas, sino con pequeños granos de arena; como el vino que se consagra no se extrae de una sola uva sino de muchas, y la hostia que llega al altar es la suma de muchos granos de trigo molidos, así, nuestro aporte, por pequeño que sea, siempre cuenta a los ojos de Dios. En cambio, quien como la viuda pobre aprende a
hacer de la generosidad y magnanimidad la ley de su vida, aunque no tenga mucho
o se encuentre en la pobreza, posee una riqueza enorme que nadie le podrá
quitar, es la riqueza de poder vivir el amor verdadero, no sólo en esta vida,
sino en la eternidad.
Hoy también el Señor observa y mira nuestro corazón. ¿Le damos a Dios los primeros frutos de nuestro amor, o solo las sobras? Darle lo mejor es ganarnos su corazón; él nos quiere es a nosotros, no a las cosas y pide que nos fiemos de él y nos abramos a su amor. Sólo entonces así brotará de nuestras manos la ofrenda generosa como la ofrenda de la viuda. ¡Cuántas veces le damos a Dios lo que sobra en lugar de entregar lo mejor de nosotros!.Siempre afanados vamos en búsqueda de lo que atrapa nuestros sentidos o nos impacta emocionalmente! ¡Cuántas veces recurrimos a Dios solo cuando las dificultades nos apremian y no encontramos soluciones a los problemas!. Gracias a Dios también existen los callados, los humildes, los pobres y mansos de corazón que lo ofrecen todo. Ellos son los donantes anónimos que, cómo la viuda, no tienen público. Sólo Dios que los contempla. A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Virgen los proteja. Amén. |