Saludo 3° Domingo de Adviento, 11 de Diciembre 2022, Ciclo A

publicado a la‎(s)‎ 12 dic 2022, 6:46 por Diseño Web Santa Ana Centro Chía   [ actualizado el 13 dic 2022, 6:46 ]
Chía, 11 de Diciembre de 2022

Saludo y bendición a todos ustedes, queridos discípulos - misioneros de Santa Ana.

"Estén Siempre Alegres…El Señor Está Cerca…"
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   La liturgia de este Tercer Domingo de adviento, nos invita al gozo y la alegría, por la próxima venida del Señor, como una especie de refrigerio a mitad de nuestro peregrinar hacia la navidad.

Alégrense y regocíjense porque el Señor ya viene.

  El Señor siempre nos da motivos para alegrarnos y levantar la cabeza. Con él, la alegría es posible y la esperanza cierta.

   Juan el Bautista fue el pregonero de esta alegría. Él personifica la esperanza del pueblo de la primera alianza, que alcanza su cumplimiento en la llegada del Mesías. Él demostraba la misma alegría tanto en el invierno de las amarguras, como en la primavera de la paz, alegrándose aún en medio de su situación dramática. Su figura humilde aparece en el horizonte, y lo definitivo de Juan es su adhesión con el que viene detrás de él. Su predicación es un reto a la coherencia para reconocer y confrontar nuestra verdad con la verdad de Dios.

   En la Navidad volvemos a contemplar el resplandor de Cristo, Luz del Padre que disipa las tinieblas de este mundo. Aprovechemos el llamado que nos hace San Pablo a vivir la alegría. La alegría del adviento está llamando a nuestra puerta, porque

¡un niño nos va a nacer! 


   Acordémonos de aquellas velas en las reaparece su luz en las fiestas de cumpleaños. Así, la navidad, al traernos a Cristo Luz del mundo, es la luz que nunca se apaga, y el adviento, es el preludio, o el tiempo adecuado para ponernos en marcha hacia esa Luz que ya viene. De modos que no perdamos la esperanza, pues cuando colocamos a Dios en el centro de nuestro corazón, tendremos la respuesta apropiada a la incertidumbre, la luz en la oscuridad y el júbilo frente a la tristeza.

   Jesús es el rostro de Dios con nosotros, y los que llevamos el nombre de “cristianos”, debemos reflejar el rostro del Señor para el mundo. Lo que hacemos y lo que decimos, tiene que ser signo en el que reconozcan los rasgos del 

“Emmanuel o el Dios en nosotros”

   Cuando hacemos algo bueno, cuando servimos a los demás, ahí Dios se hace presente. Provocamos la navidad en cualquier época del año, porque cada vez que amamos, como Jesús amó, entonces él nace para darnos esperanza, alegría, paz y felicidad. De ahí que la señal que su reino ha venido y está presente, es que nosotros, asistidos por su gracia, aliviemos los sufrimientos de los que sufren. Esa es la mejor y más bella navidad: prolongar sus rasgos y abrirle un espacio para que vuelva a encarnarse entre nosotros y en nosotros en esta Navidad.

   Detrás de la Navidad, en la puerta del adviento, esperamos como niños la venida del Señor. Como el labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia. 

   Somos como los niños esperando que la puerta se abra para recibir el más bello regalo. Adviento es el día antes de la más bella noticia; Es el acelere del corazón, esperando que la puerta de Navidad se abra y nos dé el más bello regalo: el Niño Dios.

   Como Juan el Bautista, abramos el oído a la voz de Dios, e inclinemos el corazón para recibir su fuerza de lo alto, y enfoquemos nuestra mirada en Jesús. Sólo así podremos hacer de las dificultades oportunidades en donde florezca la esperanza y la alegría. En la noche de navidad se proclamará: Os anuncio una gran alegría, hoy, en Belén de Judá os ha nacido el Salvador…”. Dios nos pide en este adviento, que cada uno sea para sí mismo, el Juan que señal en qué debemos cambiar y a qué debemos renunciar. 

   Juan el Bautista no era la luz, pero él anunció la luz; era como una antorcha de la gran llama. Ya, en Juan, iba apareciendo poco a poco la luz del Señor. 

   Cada uno de nosotros, también podemos ser antorcha del Señor para que él brille, y llama de su amor para que caliente nuestro corazón. 

   Como aquellas velas que se encienden en un cumpleaños y constantemente reaparece su luz, contemplemos en esta navidad el resplandor de la luz de Cristo que nunca se apaga y adelantemos la navidad con la alegría y los ojos sencillos de los pastores. Dejemos que la luz de Cristo disipe las tinieblas de nuestro corazón, de nuestra sociedad y de nuestras familias. 

   Hagamos de nuestras palabras cotidianas un canal de respeto y una fuente de amor. Liberemos nuestros corazones de los virus del pecado y de los rencores y envidias. Respetamos a cada uno de nuestros hermanos como el más noble pesebre que nos descubre la presencia de Dios, provocando la más bella navidad. Preparemos nuestros corazones para que le sirvan al Señor de cuna, donde deposite y brote la esperanza, la alegría, la paz y felicidad.  

   A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena Nueva del Señor, que vuelve a nacer por la salvación de todos. 

   Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Santísima Virgen los proteja.

Padre Luis Guillermo Robayo M.
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía