Saludo y bendición para todos ustedes.
“Gaude et Laetare: Alégrate y gózate…"
Llegados a la mitad del adviento, este domingo es de
“Gaude et Laetare: Alégrate y gózate…”. La liturgia nos invita al gozo y la alegría, como una especie
de refrigerio a mitad de nuestro peregrinar hacia la navidad.
En este Domingo de “Gaudete”, - dentro de una tónica de “gozo y alegría”-, el evangelio nos aproxima al borde de este gran oasis espiritual. Es como una especie de desierto, un camino hacia el nacimiento de Jesús; y en este pequeño desierto, nos encontramos con el gozo espiritual que proclama el profeta Sofonías: “Israel, alégrate y goza de todo corazón”. San Pablo nos reitera también: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca”. Dios no invita a vivir la fiesta de nuestra salvación, en una alegría que “contagie” y se comparta a los demás, porque somos testigos de la alegría, del gozo de sentirnos hermanos en una misma fe y en una misma salvación. La figura humilde del Bautista aparece en
el horizonte. Su grandeza y lo definitivo de Juan es su adhesión con el que
viene detrás de él; con el que viene del cielo, y su predicación es un reto a la coherencia para reconocer y
confrontar nuestra verdad con la verdad de Dios. Ante el anuncio de Juan el Bautista, la gente reacciona y sienten
que Juan “los cuestiona por dentro”. Se sienten como sin piso, y todos le
preguntan: ¿Nosotros qué tenemos que hacer? Y es la pregunta que la debiéramos hacer todos. Señor, ¿y nosotros
qué tenemos que hacer hoy?
Al igual que Juan Bautista, el adviento nos llama a inclinar el corazón para recibir la fuerza de lo alto, anunciarlo con vigor y enfocar la vida en Jesús. Sólo así podremos hacer de las dificultades, oportunidades en donde florezca la esperanza y la alegría. En la noche de navidad se proclamará: “Os anuncio una gran alegría, hoy, en Belén de Judá os ha nacido el Salvador…”. Delante de Dios nadie se salva de preguntarse ¿qué debo hacer? ¿Seremos capaces de preguntarnos? ¿Y tendremos capacidad de escuchar la respuesta? “¿Qué debemos hacer?”. Lo que hace el Niño que viene: ser pan para el que sufre por hambre y desnudez. Ver en todos, la imagen de Dios, y en lo que tenemos, muestras de su amor. Si viéramos la vida de ese modo, esta navidad, más que los regalos materiales, disfrutaríamos el valor de lo que sí vale, de lo que somos, de las cosas sencillas, es decir, de nosotros y Dios en cada uno de nosotros.Hasta la pandemia nos ha hecho llegar a esa conclusión. De nosotros aguarda el Señor una simple actitud que le dé nuevo rumbo a nuestra vida, que realice la comunión con quienes nos rodean, y saber que dando es como recibimos; perdonando es como somos perdonados…como decía San Francisco de Asís. La Navidad no es la fiesta de lo que “está cerca” sino “del que ya está entre nosotros, y del que se ha hecho uno de nosotros”. Es fiesta de la alegría, la buena, la verdadera, no la que nos viene de afuera, sino la que tiene que brotar de nuestro corazón; la que brota de sentirnos a gusto con nosotros mismos, de sentirnos felices con nosotros mismos, de sentir que, al margen de lo que acontece afuera, yo vivo por dentro, tengo la vida dentro. Y tengo a Dios dentro, la mayor fuente de la felicidad y del gozo. Alegres, porque tenemos el don de la vida, porque Dios “nace entre nosotros”, porque sabemos que Dios nos ama, porque sabemos que somos “morada de Dios” y porque “el cielo de Dios somos nosotros”. Fijémonos en los canarios: Están encerrados en sus jaulas, y, sin embargo, se pasan la vida cantando. ¿Será Dios la causa de nuestra alegría? Un cristiano que no está alegre, es que algo le falta, ¡o no es cristiano! El Señor viene. Es Él quien nos indica el camino de la verdadera felicidad.¡Que se abran las puertas y dejemos entrar en nuestras vidas a Jesucristo nuestro Salvador! Porque navidad no es otra cosa que dejarnos encontrar por Dios y dejarnos cargar por él. Es la alegría de sentir el calor de los hombros de Dios cargando a sus ovejas amadas. Dejemos actuar a Dios en nosotros. Como aquellas velas que se encienden en un cumpleaños y constantemente reaparece su luz, contemplemos en esta navidad el resplandor de la luz de Cristo que nunca se apaga. Adelantemos la navidad con la alegría y los ojos sencillos de los pastores, porque no sabemos si esta sea nuestra última navidad. Dejemos que Cristo, luz del Padre disipe las tinieblas de nuestro corazón, de nuestra sociedad y de nuestras familias. Pidamos al Señor, que nos regale esa alegría que desbordaba en el corazón de María Santísima, aquella que brota de llevar también dentro de nosotros el misterio de Dios, para sentirnos llenos del Señor que “habita y mora en nosotros”.Que el motor de esta alegría no sea lo mundano, sino el equilibrio interior de nuestro encuentro gozoso con Dios. A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o, a través del Facebook de la capilla, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Virgen del adviento los proteja y ampare. Amén.Padre Luis Guillermo Robayo M.
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