Saludo 3° Domingo de Adviento, 16 de Dic de 2018, Ciclo C

publicado a la‎(s)‎ 15 dic 2018, 12:44 por Diseño Web Santa Ana Centro Chía   [ actualizado el 22 dic 2018, 18:15 ]
Chía, 16 de Diciembre de 2018
 

  Saludo y bendición para todos, discípulos misioneros de esta comunidad de Santa Ana.

Gaude et Laetare: Alégrate y Gózate…

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   Llegados a la mitad del Adviento como a la mitad de cuaresma, la liturgia nos hace una invitación: al gozo y la alegría. Es como una especie de refrigerio a mitad de nuestro peregrinar hacia la Navidad o hacia la Pascua.

   En este Domingo de “Gaudete”, -dentro de una tónica de “Gozo y Alegría”-, el Evangelio nos aproxima al borde de este gran oasis espiritual. 

 Es como una especie de desierto, un camino hacia el nacimiento de Jesús; y en este pequeño desierto, nos encontramos con el gozo espiritual que proclama el profeta Sofonías: “Israel, alégrate y goza de todo corazón”. San Pablo nos reitera también: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca”.

   La figura humilde del Bautista aparece en el horizonte, y su grandeza la define su adhesión y su relación con el que viene detrás de él; con el que viene de los cielos. Juan no hace campaña sobre sí mismo. Él está en función del que "está viniendo”. Lo definitivo no es él, sino el "que viene", y su predicación es un reto a la coherencia para reconocer lo que somos con la misión que tenemos; es decir, a confrontar nuestra verdad con la verdad de Dios.

   Al igual que Juan Bautista, el adviento nos llama a inclinar el corazón para recibir la fuerza de lo alto, anunciarlo con vigor y enfocar la vida en Jesús. 

   Sólo así podremos hacer de las dificultades, oportunidades en donde florezca la esperanza y la alegría. 

   En la noche de Navidad se proclamará: “Os anuncio una gran alegría, hoy, en Belén de Judá os ha nacido el Salvador…”. La Navidad, por encima de sentimientos humanos, nos trae la buena nueva, el nacimiento del salvador; de Dios que irrumpe en la historia de la humanidad y viene a compartir nuestra naturaleza.

   “¿Qué debemos hacer?”. Lo que hace el Niño que viene: ser pan para el que sufre por hambre y desnudez. Ver en todos, la imagen de Dios, y en lo que tenemos, muestras infinitas de su amor. Si viéramos la vida de ese modo, seguro que en esta navidad, más que las cantidades de regalos materiales, disfrutaríamos el valor de lo que sí vale, de lo que somos, de las cosas sencillas, es decir, de lo que no hay cómo pagar. De nosotros aguarda el Señor una simple actitud que le dé nuevo rumbo a nuestra vida, que realice la comunión con quienes nos rodean, y saber que dando es como recibimos; perdonando es como somos perdonados; y muriendo es como nacemos a la vida eterna, decía San Francisco.

    Y la alegría, no es algo que nos viene desde afuera, ni de las cosas, ni de los regalos que esperamos. Es la alegría que brota desde dentro. Es la alegría de la experiencia gozosa de la proximidad de Dios, en un Niño que está por nacer. Es la alegría de que “El Señor está cerca”. No es la alegría que se compra, sino la que brota, como nos dice el Evangelio del cambio que se tiene que dar en nuestro corazón. 

   La alegría que brota de “nuestro compartir con los demás”; de “nuestra justicia con todos”, de “no aprovecharnos de los demás”. La alegría que brota de un corazón nuevo. Alegría que ha de ser como la de María y de José, aquella que brota de llevar también dentro de nosotros el misterio de Dios, para sentirnos llenos del Señor que “habita y mora en nosotros”.

    Es un imposible disfrutar la alegría que Dios nos ha traído al mundo si no tenemos un amor efectivo a todos, basado en la honestidad de la vida propia y en el respeto a los demás.

   Juan nos recuerda a todos que la justicia, la honradez, el respeto y la dignidad de cada persona son condiciones indispensables para que haya alegría, la alegría de Dios en nuestros corazones. 

   Navidad no es otra cosa que dejarnos encontrar por Dios y dejarnos cargar por Él. Es la alegría de sentir el calor de los hombros de Dios cargando a sus ovejas amadas. Dejemos actuar a Dios en nosotros. Que su Palabra creadora de vida nos haga capaces de seguir haciendo presente el Evangelio de la misericordia con hechos y con palabras y, con la ayuda de María, nos transformemos en artesanos de la paz, constructores del Reino, creadores de justicia. ¡Que se abran las puertas y dejemos entrar en nuestras vidas a Jesucristo nuestro Salvador! 

   Como aquellas velas que se encienden en un cumpleaños y constantemente reaparece su luz, en esta  Navidad volvamos a contemplar el resplandor de la luz de Cristo que nunca se apaga. Adelantemos la Navidad con la emoción y los ojos sencillos de los pastores, porque no sabemos si esta sea nuestra última navidad en esta tierra. 

   Dejemos que Cristo, luz del Padre disipe las tinieblas de nuestro corazón, de nuestra sociedad y de nuestras familias. Pidamos al Señor, que nos contagie esa alegría que desbordaba en el corazón de María Santísima, y que el motor de esta alegría no sea lo mundano, sino el equilibrio interior de nuestro encuentro gozoso con Dios.

    A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la Buena nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. 

   Feliz semana para todos. Que Dios los bendiga y la Virgen del adviento los proteja y ampare. Amén.

Padre Luis Guillermo Robayo M.   
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía