Saludo 3° Domingo de Cuaresma, 20 de Marzo 2022, Ciclo C

publicado a la‎(s)‎ 19 mar 2022, 9:25 por Diseño Web Santa Ana Centro Chía   [ actualizado el 19 mar 2022, 9:50 ]
Chía, 20 de Marzo de 2022
 
Saludo y bendición para todos en esta cuaresma, tiempo de gracia y conversión.

Ten paciencia de nosotros, Señor, y daremos fruto abundante"

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   En este Tercer Domingo de Cuaresma, Jesús nos llama a la conversión. Nos ofrece su paciencia y su misericordia, -como la tuvo con la higuera-, y así dar frutos concretos de conversión auténtica. 

   El dueño de la viña tiene esperanza en la higuera, y a pesar de su esterilidad, le ofrece las posibilidades que da el tiempo y la espera. Él cree poder ayudarla a cambiar de situación volviéndola fecunda. El año de paciencia y de misericordia, hace fecunda a la higuera, como hará fecundo el corazón de quienes valemos más que la higuera. 

   De la respuesta de la higuera dependerá su vida. Así se conjuga la misericordia de Dios - quien le da un tiempo más-, con la justicia: “Si no da fruto, la cortas”. Es decir: “El hecho que estés y sigas aquí es una oportunidad que Dios te da. Él te ha tenido paciencia. Pero no abuses de la misericordia de Dios. Llegará un tiempo en que ya no podrás hacer nada”. 


   La desilusión con la higuera no lo llevó a acabarla. Le hizo pensar en echarle más abono. Cualquiera la hubiese arrancado, pero Dios no. Le dio un año más y se comprometió a ayudarla. Es la historia de cada uno de nosotros; historia de la paciencia de Dios y de nuestras posibilidades. Somos sus higueras amadas y siempre espera de nosotros algo más. Es que “Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”. 

   Pero, ¿Hasta cuándo nos tendrá que esperar? De nosotros depende que su espera no sea “inútil”. De nosotros depende que hoy comience a recoger frutos de gracia, de bondad, de perdón y de santidad. 

Jesús le facilita todas las oportunidades [tiempo, paciencia y misericordia] a la higuera. Ahora, de ella misma depende su propio destino. Ella misma se juega o la vida o la muerte.

   Con tal que entremos por la puerta de la conversión, Dios nos tiene suficiente paciencia. Vale más esperar que cortar y echar fuera. Las esperas de Dios son maravillosas, y él sabe esperar; no en una espera pasiva, algo así como “vamos a ver cuándo...”  El tiempo de espera es para Dios un tiempo de gracia, tiempo de “hacer ahorros y de abonar las raíces y regar las plantas”. El tiempo que Dios nos da, -su paciencia y misericordia-, es para abonar nuestro corazón y dar frutos de conversión. 


    “No dejemos para mañana lo que tenemos que hacer hoy”. La conversión es una tarea que hay que comenzar ya. El tiempo que nos da el Señor no es para quedarnos de brazos cruzados; es una activa y dichosa espera, con tal que la higuera comience a fructificar, pero al final, “si no da fruto, la corta”. Como un padre es exigente por el bien de sus hijos, Dios es exigente porque nos ama. Es infinitamente misericordioso así nuestra vida pase - como la higuera-, por momentos marchitos e improductivos.

 

   Alguien dijo: Las oportunidades son como los amaneceres, que, si uno espera demasiado, se los pierde”. Si Dios nos tiene paciencia, es para que demos fruto. Como el jardinero no quiere perder ninguna de sus plantas, Dios, con su mano divina quiere podarnos; nos infunde la savia de su Espíritu divino para que en él podamos crecer. Así, los frutos serán el resultado de la generosidad divina y del esfuerzo humano. Y como buen jardinero nos riega y nos enriquece sin medida con miles de oportunidades para renacer en frutos que perduren. 


   Jesús nos recuerda que no somos distintos ni a aquellos galileos a quien sacrificó Pilato, ni tampoco somos diferentes a aquellos que murieron aplastados por la torre de Siloé. 

   ¿Acaso somos mejores que los demás? Decir “yo soy mejor que tú” puede ser un atrevimiento. 

   Yo sé las gracias que he recibido de Dios. Pero no sé las gracias que ha recibido mi hermano. Yo sé las posibilidades que tengo en mi vida. No siempre sé las posibilidades que otros tienen. 

   Yo conozco la verdad de mi corazón. No conozco la verdad del tuyo. Yo conozco el uso que hago de mi libertad. ¿Alguien sabe el uso que hacen los demás? 

   Preguntémonos: “¿Qué he hecho yo Señor, con tu gracia, con la paciencia y la misericordia que me das?”  

   Preguntémonos: “Si conocieras a una persona igual a ti, ¿Confiarías en ella? Antes de exigir frutos de conversión a los otros, debemos ser los primeros en darlos. Se acuerdan de aquel joven que le pregunta a su maestro: “Maestro, ¿qué significa, trabajar en uno mismo?, y el maestro le responde: es dejar de esperar que los otros cambien” Jesús, conociendo nuestras debilidades y nuestros vacíos, confía en nosotros, y año tras año, viene a buscar frutos. Nos da tiempo para que esa próxima vez que va a venir, encuentre la higuera de nuestro corazón, repleta de frutos.  

   ¿Cuándo llegará el día en que Dios encuentre nuestra vida cargada de frutos? ¿Seremos tan ingratos ante tanta bondad y paciencia? 

   No olvidemos que con Cristo ha llegado la plenitud de los tiempos, y con Él, la plenitud de la paciencia y de la misericordia divina. 

   Son tantos los dones que Dios nos ha dado, que ya es hora de dar muchos frutos. 

   Dios está hoy con el canastico en la mano, para “recoger los higos de la higuera de nuestra vida que tendremos que haber dado”. 

   A quienes nos siguen a través de internet, en la página: www.santaanacentrochia.org o a través del Facebook de la capilla Santa Ana, les envío mi bendición, y los invito a seguir extendiendo, como discípulos-misioneros, la buena nueva del Señor, donde quiera que se encuentren. 

Feliz semana para todos; que Dios los bendiga y la Virgen los proteja.


Padre Luis Guillermo Robayo M.   
Rector Capilla Santa Ana de Centro Chía